Rodrigo Sánchez, director de arte de Metrópoli

La Casa Encendida de Madrid exhibe hasta el 7 de septiembre 'Colección Metrópoli', una selección de sus aclamadas portadas del suplemento de ocio y cultura de El Mundo.

Rodrigo Sánchez nos recibe en su despacho. Apaga la música y aparta de la mesa un guante de gomaespuma de medio metro -de esos que lucen los hinchas americanos en los estadios, seguramente fuente de inspiración para algún diseño-, y queda a la vista una prueba en blanco y negro de una futura portada de Metrópoli: un estreno hollywoodiense traído al terreno de la iconografía popular castiza. Una nueva genialidad del Director de Arte de Revistas de Unidad Editorial, galardonado en dos ocasiones con el Best of Show de la Society of News Design (los Pulitzer del diseño periodístico).



Pregunta.- ¿Cómo empezó el "estilo Metrópoli"?

Respuesta.- Todo comenzó al poco de llegar yo a la revista, hace 15 años. Nos tocó sacar en portada la película Trainspotting. Era un filme contracultural, en el que todo era un desastre: niñatos, drogas, sexo... Se me ocurrió que podíamos hacer la portada con la estética de un fanzine, como si estuviera hecho con una máquina de escribir. Cambié la cabecera, usé tipografías que no se habían usado hasta entonces y el resultado me pareció bárbaro. Pensé que todo el mundo iba a poner el grito en el cielo, pero nadie dijo nada.



P.- Una decisión arriesgada.

R.- Sí, y desde entonces siempre he estado en el filo de la navaja. La dirección a veces no ha entendido algunas de las portadas que hemos hecho, pero con el tiempo han visto que desde fuera todo eran parabienes. Somos una de las pocas revistas y suplementos del mundo que modifican la cabecera cuando les viene en gana. No quiere decir que lo hagamos todas las semanas, pero integrar la cabecera dentro del propio tema es bueno para la portada. Las demás revistas llevan los temas a la portada, nosotros llevamos la portada al tema, nos convertimos en el tema. Para mí todo es portada, desde el primer píxel de la esquina superior izquierda hasta el último píxel de la esquina inferior derecha.



P.- ¿Cómo surgen las ideas para la portada? ¿Inspiración divina o reflexión?

R.- Hay reflexión, por supuesto, pero a veces sale a la primera. Tenemos un bagaje que nos hace competir con nosotros mismos. Una de las gracias que tiene Metrópoli es que no sabes qué te vas a encontrar la semana siguiente y queremos mantener esa línea de originalidad y apuesta por cosas diferentes.



P.- Pero algunas portadas son ideas visuales bastante evidentes. ¿Cómo se consigue que algo que se le puede ocurrir a cualquiera tenga impacto?

R.- Eso siempre se ha dicho del arte moderno, de artistas como Miró, Rothko, o Pollock. Cuando un gran artista rompe moldes haciendo cosas que parecen muy sencillas, todo el mundo dice: "Eso lo hace cualquiera, hasta mi hijo pequeño". Pero el caso es que tu hijo no lo hace, ni tú tampoco. Que puedas hacer una cosa no quiere decir que tú lo hubieras hecho o que llegues a la conclusión intelectual de que eso es lo que hay que hacer en ese momento determinado.



P.- Me viene a la mente la portada que abría con la película La delgada línea roja, en la que simplemente aparecía una raya horizontal de color rojo sobre fondo blanco.

R.- Siendo una obviedad como una casa, nadie se atrevería a hacer esa portada en ninguna publicación del mundo. Pero nosotros sí, ahí está el mérito. A veces la obviedad es muy original. Por eso es mi portada favorita de todas las que hemos hecho.



P.- ¿Le han echado para atrás alguna portada?

R.- No, nunca. Ha habido broncas a posteriori. Muchas. Pero desde el respeto a nuestro trabajo. Por ejemplo, cuando se estrenó Carreteras secundarias, pusimos en la portada una señal de tráfico enorme. Cuando el presidente la vio en el quiosco, pensó que era un mapa de carreteras del Ministerio de Fomento. Llamó al despacho diciéndome que estaba loco. Otro ejemplo es el de El amor perjudica seriamente la salud. Sacamos una cajetilla de tabaco enorme imitando la de Marlboro, en plena campaña antitabaco del Gobierno y del propio periódico. Ha habido muchas polémicas, porque hemos intentado llegar casi a los límites de lo aceptable, desde el punto de vista del sentido común, del periodismo, de la empresa y de los lectores.



P.- ¿Tiene la mirada entrenada para pescar ideas en cualquier parte?

R.- Sí, pero eso te lo da tu propia personalidad: si eres observador, has viajado mucho, lees mucho, ves mucho cine y mucha publicidad. Hay que ver muchas cosas buenas y malas, siempre se te queda algo dentro y antes o después sale. Tienes que recordar mucho de tu acervo cultural, visual y de la vida misma.



P.- ¿Tratar temas ligeros supone tener más libertad para innovar?

R.- Por supuesto. Metrópoli puede hacer lo que hace porque es Metrópoli. Yo soy director de arte de muchas revistas y es impensable hacer una portada en el dominical Magazine como las que se hacen en Metrópoli. Podemos ser así de libres porque es un medio de disfrute y de ocio, no tan serio. Damos información útil pura y dura.



P.- ¿El diseño periodístico comparte con el resto de la profesión el temor a la dicotomía papel versus digital?

R.- Siempre habrá que hacer portadas, ya sea en papel o tinta digital. Cambiarán muchas reglas y herramientas, pero la esencia es la misma. Hay que repensar muchas cosas, pero no hay que tener miedo al cambio.



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