Ha pasado otra semana más y la pregunta sigue resultándome casi ofensiva pero dejé mi reflexión sin terminar y me resulta vital continuarla. Después de haber pasado los últimos quince años publicando discos de variopintos proyectos musicales con diferentes sellos de aquí y de allá casi todos pequeños e independientes, donde me he sentido como a cubierto en la tormenta, ahora nada de eso parece tan claro. Y se hace raro. Como todo el mundo sabe ya, Internet ha terminado por desencajar un puzle donde ya de por sí las piezas encajaban forzadas, con trampas que se pasaban por alto.



En el caso de las grandes compañías, el batacazo parecía evidente. Durante años se centraron cada vez más en vender el soporte físico de la música, no ésta, aportando sobreprecios inaceptables a cambio de un producto cada vez más cutre (y de bailes insostenibles con los soportes). Se preocuparon exclusivamente de sus beneficios, recortando gastos en los aspectos artísticos y procurando llegar a un público cada vez más masivo mediante marketing agresivo, infinidad de nombres nuevos, engaños al mercado (como la auto-compra de unidades, el uso extorsionador de la payola...) y un desprecio por lo que ocurría en la calle.



En lugar de preocuparse por ofrecer calidad que estimulara a los amantes de la música y que hiciera crecer el censo de éstos, la música estimulante con la que las nuevas generaciones tenían contacto por un plazo medio o largo, fue cada vez más reemplazada por "sabores del mes". Durante décadas fueron exclusivamente Mercado, música o sucedáneos de ésta en manos de gente a la que no gustaba la música, ni falta que hacía.



Los pequeños sellosindies actuaban precisamente en los márgenes de esa máquina espectacular. Estas mini empresas vocacionales generalmente montadas por fans de la música han venido buscando otra cosa, casi lo contrario: apoyo a la creatividad, la libertad y la innovación, excelencia e ideas frente a ventas. Descubrir nuevo talento y hacerlo accesible a cambio de un pequeño margen de negocio para seguir adelante, sacando nuevos discos de sus músicos favoritos y así sucesivamente, podría ser la definición de su fórmula.



De ese modo funcionó e incluso vivió varios momentos de gloria, como el mediados de los 90. Ello duró hasta la eclosión de Internet. Mi impresión personal es que muchos (al menos por estos pagos) tardaron en despertar del sueño de todo va como siempre, cada vez mejor. Durante un tiempo los pececillos sestearon pensando que los problemas (cambios) sólo afectarían a los grandes tiburones. Cuando despertaron, Internet era La Realidad.



Entonces las ventas cayeron y estos sellos pequeños y vocacionales de tipos musicalmente inquietos y sagaces poco a poco fueron convirtiéndose a las ideas de los grandes tipos de gris, buscando el éxito comercial por encima de lo artístico y despreciando los largos plazos.



Los indies empezaron a dejar de serlo cuando llegaron a prácticas dudosas como buscar personajes musicales semejantes a los que hacían triunfar a la competencia en lugar de caminos nuevos. Su entrada al juego del mercado, a menudo sin ton ni son, ha provocado que hayamos llegado a un punto en que a veces cueste diferenciar entre las prácticas de indies y multis. Desde luego, las variables cambian en magnitud, las cifras que se manejan son bastante distintas, pero las acciones de ambos huelen de forma similar.



La "solución" de intentar comprometer al máximo al músico en todas sus facetas productivas, procurando atraparlo con contratos de 360° (producción de discos, gestión de derechos de autor y contratación de conciertos) es un buen resumen de tal acercamiento.



Internet, por una parte, ha rajado el mercado del disco hasta romperlo, permitiendo la distribución en formato no físico, instantánea y en porciones, ya sea de pago o no (vía streaming, p2p, etc.). Ha convertido la escucha de música en algo tan fácil y potencialmente gratuito como mirar las noticias o lo que cualquiera escribe. Esto ha creado ese mal despertar de los sellos, incluso los pequeños, que ha llevado a aumentar su presión sobre todas las fuentes de ingreso de los músicos.



Pero la espada de Internet ha proporcionado otro filo tan cortante de los hilos de la marioneta que ha sido el músico, como mortal para los sellos tal y como estaban concebidos. Internet proporciona al músico nuevas posibilidades de ser independiente: posibilidad de financiar sus proyectos, de hacer promoción directa, de distribuirse virtual y físicamente, de contactar con público e interesados en su música, de contratar servicios profesionales, de ser contratado por promotores...



En realidad ambos filos sirven a los músicos como mapa de un lugar nuevo, en el que los sellos no son imprescindibles y las grandes compañías resultan obsoletas. Acaso sólo los pequeños, vocacionales e independientes puedan seguir adelante, si consiguen replantearse su lugar y su función hoy para recuperar su sentido original.