Nadal, en el encuentro ante Schwartzman.

Nadal, en el encuentro ante Schwartzman. Gonzalo Fuentes Reuters

Tenis Roland Garros

Día nuevo, Nadal feroz

El número uno llega a las semifinales de Roland Garros tras remontar a Diego Schwartzman después dell aplazamiento por lluvia del miércoles (4-6, 6-3, 6-2 y 6-2).

7 junio, 2018 13:55
París (enviado especial)

El miércoles por la noche, después de que la lluvia interrumpiese su partido de cuartos de final de Roland Garros, Rafael Nadal se marchó pronto a su hotel en París, cenó con los suyos y en ese tiempo de descanso terminó de cocinar el plan que destapó unas horas después. El jueves por la mañana, cuando el número uno salió a la pista Philippe Chatrier, devoró salvajemente a Diego Schwartzman (4-6, 6-3, 6-2 y 6-2), frenó la amenaza del argentino, que el día anterior estuvo 6-4, 3-2 y saque, y se clasificó para las semifinales del torneo, donde mañana viernes le espera Juan Martín del Potro, vencedor 7-6, 5-7, 6-3 y 7-5 de Marin Cilic. [Narrración y estadísticas]

“A veces, uno necesita un poquito de suerte como la que tuve con el parón por lluvia para reflexionar, hacer un lavado de ideas y quitarme los nervios”, reconoció Nadal, que acudió a la rueda de prensa sin pasar por la ducha, pensando en irse rápido para poder estar listo el viernes ante del Potro. “Ayer no veía opciones de abrir pista, de dominar los puntos. Luego adelanté un poco la posición, mi revés funcionó mejor hacia su derecha y el partido empezó a dar la vuelta”.

“Y yo”, explicó luego Carlos Moyà, entrenador del campeón de 16 grandes. “Traté de animarlo, de hacerle ver que podía. Había que convencerle para que recuperase su manera de jugar. Rafa tiene la confianza y la habilidad para hacerlo, aunque mentalmente no viese huecos en esos momentos. Si no se llega a parar por la lluvia… lo veía complicado porque no reaccionaba, estaba muy cabizbajo, con poca energía, muy pasivo y con poca intensidad”, enumeró el mallorquín. “Rafa tiene que cambiar eso sin que llueva, darse cuenta por sí solo. Concienciarse de que no es el camino y de que la única manera para ganar a jugadores así es haciendo su juego”.

Protagonizando una salida en tromba, Nadal ganó 12 de los 13 primeros puntos en su vuelta al partido que le sirvieron para empatarlo conquistando el segundo set (6-3) y para romperle el saque al argentino en el tercero (2-0). A diferencia del miércoles, el número uno dominó los intercambios desde una premisa básica: asfixiar al argentino con un ritmo de bola altísimo, moviéndole constantemente y sin darle tregua ni un solo segundo, entrando y saliendo constantemente de la línea de fondo, para variar sus tiros, algo clave en su esquema.

Schwartzman intentó insistir por la vía agresiva, que tan buen resultado le había dado antes del aplazamiento, pero el argentino se encontró con un problema importante. Si horas antes podía dominar con tiros a las líneas, si estaba desbordando a su rival sin hallar oposición al otro lado, el jueves la historia fue diametralmente distinta. Ante un Nadal de cuerpo entero, nada que ver con la versión endeble que estuvo contra las cuerdas, Schwartzman perdió los nervios, las energías y por supuesto la fe, despidiéndose del torneo con una buena paliza.

Lo de Nadal, en cualquier caso, sigue siendo digno de admirar. El campeón de 16 grandes arrancó jugando horrible el miércoles, totalmente desconocido, fue capaz de reponerse en el vestuario tras la primera interrupción por lluvia (3-0 de parcial) y mutó totalmente tras la segunda, regresando de su hotel como un jugador imponente, inabordable y fantástico, el auténtico rey de la tierra.

Ahora, en semifinales, a Nadal solo debe preocuparle una cosa: no volver a salir sin intensidad a jugar para poder depender de sí mismo camino de la final de Roland Garros. Si eso sucede, el mallorquín no tiene rival.