Primer derbi madrileño en el Wanda, pero para bautizo (y de sangre) el de Ramos en el área del Atleti a resultas de una patada artera de Lucas. A Luis Enrique también le rompió la nariz Tassotti en aquel Mundial y toda España se cubrió con un velo de indignación. La nariz de Ramos, en cambio, no tiene quien le escriba. 

No llora por esa nariz la prensa deportiva porque late en su conducta la asunción de que -a diferencia de perjudicar a España- perjudicar al Madrid está bien con o sin sangre porque para eso es el poderoso, de suerte que un arbitraje tendencioso contra sus intereses es tenido por legítimo mecanismo corrector. No llora por esa nariz, ni siquiera, la mayoría del madridismo en las redes sociales, un madridismo feroz con las carencias propias y -a lomos de la mal llamada “autocrítica”- más bien indulgente con las tropelías cometidas contra el Madrid por otros. 

Sánchez Arminio, a diferencia de la nariz del capitán del Madrid y de la selección nacional española, sí tiene quien le escriba, y aunque la carta que esta semana la dirigieron sus subordinados (“Te queremos, Presi”) iba sin firmar por ningún colegiado en concreto, no es difícil imaginar a Fernández Borbalán ejerciendo las labores de improvisado negro en consonancia con el color que los árbitros lucían cuando los árbitros beneficiaban al Madrid, periodo histórico absolutamente anómalo en la Historia de la Humanidad por cuanto todos los expertos lo dan por bueno sin que haya testimonios fehacientes que corroboren su existencia. Por cierto, que el Madrid lleva la friolera de cero penaltis a favor en lo que va de Liga. Cuando le piten uno, igualará con los que lleva el Barça en las últimas dos temporadas y media, solo que en este caso en contra. Pero para eso aún tendrá que pasar tiempo. Como indicaba el tuitero @enfueradejuego, a la pregunta "¿Qué tiene que pasar para que le piten un penalti en Liga al Madrid?" la respuesta "Que le rompan la nariz a un tío de una patada" tampoco es correcta.

El tobillo derecho de Kroos tampoco tiene quien le escriba, aunque sí tiene a cambio la suerte de seguir de una pieza en este mundo después de la entrada criminal de Savic en el minuto 34 del derbi. Borbalán no expulsó al montenegrino, lo que viene a demostrar científicamente que no tenía previsto expulsar a Savic hiciera lo que hiciera. Borbalán (sí) quiere a Sánchez Arminio e imaginamos que por la propiedad transitiva querrá mucho a Villar también, dado que Arminio ha concedido una entrevista a la Cope en la que ha declarado su amor por Ángel Mari, que a su vez ha de querer por fuerza al Barça que le mantuvo en el poder en la noche de los cuchillos largos de Gerardo González en 2004 y muy recientemente por medio de Gaspart y Soler como han revelado las escuchas del caso Soule. Produce rubor pensar hasta dónde nos lleva la propiedad transitiva en esta conmovedora cadena de amor. “Quieres hacer del amor una condena / pero mira que toda cadena se puede romper”, cantaba Radio Futura. Nada hay que temer por la solidez de estos eslabones, sin embargo, toda vez que El Español nos informa de que Villar anda tramando volver al ejercicio de su cargo al frente de la RFEF sin que un gobierno impotente y/o ineficaz y/o pasmado sea capaz al parecer de hacer nada por evitarlo. Vuelta al ejercicio puramente cosmética, añado yo, si nos atenemos a las pruebas que el estamento arbitral, ayer y hoy y eternamente bajo su paraguas, no deja de emitir: Ángel Mari nunca se fue. 

Ese madridismo tan intolerante con la debilidad del propio equipo (que es innegable) discute con otro madridismo acaso más memorioso acerca de qué es lo que toca denunciar ahora: el mal juego de los de Zidane o la animadversión arbitral contra todo lo blanco. Es tan legítimo poner el acento en una cosa como lo es el hacer hincapié en la otra, sin que exista contraindicación alguna para tomar los dos caminos en el orden que se prefiera. Son dos variables dignas de estudio y se me perdonará si yo pongo el acento en la segunda por una razón muy simple: solo uno de los dos factores influye en el otro, sin que se dé lo contrario. El Madrid, que ha merecido ganar varias de las veces en que no lo ha hecho, juega a veces mal por las razones que sean, pero entre ellas se cuenta sin duda la falta de confianza que genera el saber que acciones como la de Lucas o Savic nunca serán debidamente penalizadas cuando se den contra el Madrid. Cuando el factor arbitral está en tu contra lo está por partida doble: primero per se, digamos, y después por el efecto pernicioso que esa frustración acarrea en tu juego. Hemos sabido de las lágrimas de Ramos en el descanso. Tampoco nadie tomará nota de las mismas, pero el protagonista conoce a la perfección la principal causa de su llanto.