Hay deportistas que son ejemplares durante toda su carrera. Luchan, trabajan y discurren humildemente por la vida, con la educación como compañera perpetua y el respeto por su deporte y por sus rivales como una prioridad irrenunciable. Cada vez que aparecen ante nuestros ojos, despiertan admiración por la dignidad con la que afrontan su destino, no importa lo favorable que sea. Hay deportistas que se convierten en modelos para la sociedad. Esos son los imprescindibles.

A José Manuel Calderón le llegó el éxito con cierto retraso sobre sus compañeros de generación. Quizá no era tan brillante como Navarro y Raül López, ni tenía el privilegio del físico de Pau Gasol. Pero reunía las cualidades necesarias y una determinación desmedida que le impulsó a dejar su querida Villanueva de la Serena por Vitoria siendo un adolescente.

Poco a poco, escaló peldaños hasta convertirse en el base titular del quinteto que consagró a nuestro selección de baloncesto, quizá el más equilibrado que hayamos tenido nunca: Calderón, Navarro, Carlos Jiménez, Garbajosa y Gasol, un elenco que repetíamos de memoria a principios de este siglo. Fueron asimismo sus años pletóricos en la NBA, cuando José Manuel, según comentaba su colega en la selección y en los Toronto Raptors, Garbajosa, era “el puto jefe”.

También de forma paulatina comenzó su declive, tanto por la llegada de los más jóvenes- Llull, Sergio Rodríguez y Ricky Rubio- como por inoportunas lesiones. Seguía siendo un extraordinario jugador, pero el exceso de talento en la misma posición obligó a los seleccionadores a dosificar los minutos entre los pequeños, proceso en el que resultó injustamente perjudicado en las últimas temporadas, en las que incluso se le relegó a la posición de escolta.

Por si le quedaba algo por enseñar, en su postrera prestación con el equipo nacional demostró lo que debe hacer un jugador que está en el banquillo y con el que el entrenador sólo cuenta para una emergencia: animar al equipo y apoyar con consejos a los compañeros, en especial a los que ocupan su posición en la cancha. Lo que para otros supone un menoscabo, para Calde ha sido un privilegio. También se puede jugar siendo suplente.

Y qué decir ya de Ruth Beitia, una estrella de talla mundial. Ha completado una temporada al alcance de muy pocos atletas, en la que no ha fallado en ninguna de sus citas: campeona de Europa, olímpica y de la Diamond League, en la que, además, se ha impuesto en las últimas cinco pruebas. Bendito retorno que, por otra parte, le ha supuesto un reconocimiento en todo el país más acorde con su dimensión, la de una atleta que ennoblece su actividad. Al contrario que nuestro siguiente protagonista, Ruth sonríe, comparte, agradece y se abraza con sus rivales.

Diego Costa en un entrenamiento con la selección.

Diego Costa en un entrenamiento con la selección. Juanjo Martín EFE

Nunca estimé adecuada la incorporación de Diego Costa a la selección, incoherente con la trayectoria inmaculada de un equipo que cambió la historia del fútbol. Al tiempo que se proclamó campeona de todo, España demostraba que se podía ganar de forma delicada, con sutileza, tratando el balón con la deferencia que se merece.

Como una parte más de la obra maestra, el comportamiento de nuestros jugadores hacía juego con el estilo de fútbol: tipos educados, tranquilos, garantes de un fútbol exquisito y de una forma de entender su profesión. Torres, Xavi, Iniesta, Puyol, Silva, jugadores que no han dado que hablar en su carrera más que para bien. Así que un futbolista que es conocido-y silbado- por sus grescas continuas suponía una pieza anómala, ajena a la esencia de un grupo casi perfecto.

Lejos de rectificar, Diego Costa se sigue condenando ante los ojos de muchos aficionados al deporte con su acostumbrada actitud en el césped, a la que ahora une un egoísmo propio de espíritus revanchistas al señalar que se le critica por no ser español de origen. Tan falto de modales como de conocimiento, al menos podría haberse molestado en repasar la historia, repleta de nacionalizados que han recibido el afecto de los aficionados y los parabienes de la crítica.

Desde los legendarios Luyk y Brabender hasta los recientes Ibaka y Mirotic, pasando por Sibilio y De la Cruz, en baloncesto; los excepcionales cubanos Niurka Montalvo, Joan Lino y Frank Casañas en atletismo; su compatriota Iván Pérez en waterpolo; el chino He Zhi Wen, alias 'Juanito', en tenis de mesa, y el gran Talant Dujshebaev en balonmano, son algunos de los muchos que no sólo han escrito la historia de nuestro deporte sino que, en la mayoría de los casos, han hecho de España su país y el de su familia. En su deporte, en el fútbol, fueron pioneros los inmortales Kubala, Di Stéfano y Puskas, y en los últimos años, los brasileños Donato y Marcos Senna se incorporaron a una lista de la que, visto lo visto, Costa no merece formar parte.

El delantero del Chelsea afirma que no cambiará. Es decir, que seguirá siendo igual de pendenciero, provocador, mal encarado y hasta, en ocasiones, sucio. Lo que no esperaba es que se comportase de la misma forma fuera del terreno de juego. Peor para él. Nunca irá más allá de ser un buen jugador de fútbol.