El prestigio de un club, como el de un deportista, no se edifica sólo con los triunfos. El mantenimiento de los principios que caracterizan, conducen y dan sentido a la existencia y trayectoria de las entidades se antoja cada vez más necesario. Las victorias, como las épocas de bonanza, tienden a adormecer las conciencias. De la misma forma que la corrupción no parecía importarnos demasiado mientras atábamos los perros con longaniza, tampoco a muchos aficionados parece importarles demasiado la forma en la que se logran los títulos. Por contra, en la sociedad en la que vivimos, la miras de otros muchos se dirigen más allá de la recompensa cortoplacista a cualquier precio. Los ejemplos, los comportamientos, el respeto a los principios son apreciados. Queridos Reyes Magos: ¿Podríais hacer entender a los rectores deportivos que la victoria no es suficiente?

Sergio Rodríguez, en la Euroliga.

Sergio Rodríguez, en la Euroliga. Fernando Villar EFE

No es difícil obnubilar a las masas jugando con sus emociones, y de emociones trata el deporte. Sin duda, el éxito es uno de los vínculos que más adhesiones provoca, pero ni es el único, ni en deporte se gana siempre. Hay clubs que se mantienen vivos manque pierdan, otros que solo contratan a jugadores nacidos o formados en su terruño e, incluso, algunos que son mes que un club. Mientras, los hay que ajironan su historia para conseguir lo que nunca hay que buscar en el deporte: el éxito rápido. Sin una base sobre la que asentarlas, las victorias se diluyen tan rápido como llegan.

Este es un juego peligroso y los dirigentes deberían haberlo aprendido. El despertar de las derrotas es una bofetada amarga para los seguidores que, de repente, se encuentran con las manos vacías, traicionando su ideario y apoyando un proyecto con el que no sólo no tienen nada en común, sino que incluso detestan en su contenido y en sus formas. Unos, manque pierdan siguen ganando. Otros aún ganando, pierden a sus fieles y, lo que es peor, arruinan su legado. Las derrotas son aceptables. La renuncia a los ideales, nunca. Queridos Reyes: ¿Entenderían los rectores de los clubs que los principios no son retórica para los discursos sino el rumbo que debe de guiar la nave?

La célebre máxima del grouchismo, “estos son mis principios; si no le gustan tengo otros”, parece encajar en ámbitos no deportivos. Pero nunca debería asumirse por quien está al cargo de una institución cuya razón de existir es respetar las ilusiones de sus incondicionales. Hay presidentes que venden el alma de su club a las victorias. Hay otros que defienden los principios por encima de los resultados a cualquier precio. Dime de qué lado estás y te diré cuál es tu equipo.