La Historia es caprichosa y, en ocasiones, sitúa a actores y argumentos calcados en escenas que no pasarían por la cabeza del mejor autor. Ha ocurrido en el Barcelona con Andrés Iniesta y Juan Carlos Navarro, capitanes discretos y hasta enclenques para el moderno deporte de armarios, pero geniales hasta lo inimaginable. Y está sucediendo en el Real Madrid que casi cada partido ofrece a los aficionados La importancia de llamarse Sergio.

Y es que nunca en la vida del club habían coincidido dos capitanes que encarnasen la quintaesencia madridista y que además decidiesen encuentros de forma maquinal. El asunto es más curioso todavía si tenemos en cuenta que, en realidad, esta no es su misión en la cancha. Ramos es un defensor central y Llull el director de orquesta, una posición que hoy en día se denomina base pero que en los orígenes del baloncesto se denominaba... ¡defensa!

Ninguno de los dos nació como ejecutor de rivales. Ramos fue un joven zaguero de físico portentoso que apenas marcaba en torneos internacionales. En estas últimas temporadas se ha convertido en el defensa pesadilla de las defensas rivales a balón parado, en el "Incredibile, sempre lui!” que cantara el narrador de la televisión italiana. Un resumen certero del dato que nos cuenta que 19 de sus 23 últimos goles cambiaron el destino de sus partidos.

Más lejos que el futbolista de ser decisivo estaba Llull en sus inicios. Fue el base suplente de Sergio Rodríguez, finalmente fue convocado para la selección sub 20 porque, según Palmi, el director técnico de la Federación, a pesar de ser bajito tenía buena pinta. De repente dio el estirón y se convirtió en un coloso cuyo mayor defecto era el desacierto en el tiro exterior. Hoy, también él es el terror de los contrarios cuando el partido se acaba. Y todavía antes que Ramos se convirtió en el Increíble Llull.

Poderosos, intensos y apasionados, se parecen hasta en los defectos. En ocasiones, su vehemencia los domina y su fuerza los traiciona. Esas tarjetas y penaltis a destiempo y esas mandarinas que estallan contra el tablero. Después de todo, no se puede ser perfecto, pero ¿quién se atreve a criticar su hoja de servicios? Ambos representan como nadie al Real Madrid.

Desde que Bernabéu, Saporta y Di Stéfano se hicieran cargo del club, la tenacidad y la búsqueda de la victoria hasta el último aliento se convirtieron en las señas de identidad de sus equipos. La historia de las Copas de Europa se construyó con un remontada inesperada en la primera final protagonizada por un defensa, Marquitos, y una victoria en la prórroga de la tercera con gol de Gento. En nuestros días, los Sergio continúan la tradición, goleando en el 93 y anotando un suspiro antes de que suene la bocina. Que la Fortuna les guarde muchos años.

P. D. Me imagino que a los conspiranoicos futboleros de raza no blanca el resultado de las últimas bolas calientes les habrá dejado un tanto fríos.