El día que Paquita Rico conoció a Arnold Schwarzennegger

El día que Paquita Rico conoció a Arnold Schwarzennegger Efe

Música adiós a la cantante

El día que Paquita Rico conoció a Arnold Schwarzennegger

Un año antes de que Franco pasara a mejor vida, en Madrid apareció Míster Universo para hacerse la foto con los músculos más fornidos del franquismo. Allí estaba la gran Paquita Rico.

10 julio, 2017 08:49

En aquellos años de Paquito, Paquita. Mientras uno quitaba vidas, la otra las rehogaba cantándole al beso de amor de la española, que no besa por frivolidad. “Me puedes besar en la mano, me puedes dar un beso de hermano…”. Junto con Lola Flores y Carmen Sevilla, la cantante y actriz Paquita Rico, fallecida este domingo, dieron forma al mejor fenómeno de entretenimiento franquista: la folclórica andaluza, ataviada con la quintaesencia de la mujer es-pa-ño-la.

Letrillas de ironía amorosa que hablaban de amor verdadero; tremendismo interpretativo y Chamberí como centro del mundo. El maravilloso trío hizo las delicias de la Marca España en películas como El balcón de la luna (1962), un musical patriotero que las unió para mostrar el camino a la fama de tres mujeres sencillas y humildes desde un local de variedades, en el que sólo estaba permitido la picardía infantil. Todo era clavel, castañuela y faralaes, no había problemas en los sesenta: “Madrid es como una flor que huele siempre a verbena”, cantaban en Ay, qué calor las reinas que lograron superar aquellos años, hacer la Transición y llegar hasta el Telecupón.

Lola Flores, Carmen Sevilla y Paquita Rico, las tres andaluzas en El balcón de la luna.

Lola Flores, Carmen Sevilla y Paquita Rico, las tres andaluzas en El balcón de la luna.

De las tres estrellas, Paquita Rico (1929-2017), fue la que menos vida artística tuvo en democracia. Más de 30 películas en su biografía y sólo tres sin la sombra de la dictadura. Su última película fue El Cid cabreador (1983), con Ángel Cristo, Carmen maura y Manolo Gómez Bur (música de Teddy Bautista). Hubo un tiempo en el que colaboró muy frecuentemente con la Cadena COPE, con Directamente, Encarna.

Libertad musical

Pero en los sesenta, los disidentes al régimen rechazaban todo lo que oliera a folclore subido de tono generalísimo. “Muchos jóvenes que habían escuchado toda la vida estas canciones en las emisoras de radio controladas por el Estado juzgaron el género en su conjunto con esta premisa. Es más, la pronunciación andaluza, típica de las coplas, sus formas musicales y sus personajes eran signo de opresión entre los catalanes y vascos, cuyas formas vernáculas de expresión habían sido reprimidas”, escribe Stephanie Sieburth, catedrática de Literatura Española en el Departamento de Estudios Románicos de Duke University (EEUU), en el ensayo Coplas para sobrevivir (en Cátedra).

Así fue cómo las coplas tan típicamente españolas fueron consideradas, además, como la expresión suprema de una España aislacionista. Eran los sesenta y la oposición antifranquista soñaba con la música extranjera, el rock estadounidense y británico, la canción protesta francesa. Expresaban el deseo de libertad política y sexual. “La copla era considerada como una españolada”. Unos querían respirar, otros insistían en la asfixia. Fue una de las primeras guerras culturales, en las que siempre vence la propaganda y pierde la cultura. La libertad necesita ver la desilusión de la ignorancia para latir.

Músculos franquistas

En aquella España de hambre y represión también había algún músculo. Y de vez en cuando se juntaban para celebrar algo parecido a un Campeonato de España culturista, al que acudían los forzudos de gimnasio improvisado. Uno de ellos se había iniciado en el orgullo de la fibra pectoral y abdominal levantando pesas de cemento hechas en casa, y entrenando a diario en la trastienda de una fábrica de pan. Terminaría produciendo sus propias proteínas para los primeros ciclados españoles.

Un año antes de que Franco pasara a mejor vida, en Madrid apareció Arnold Schawarzennegger, que en 1974 ya era Míster Universo. El deportista que como actor demostraría ocho años después que el acero no era nada comparado con la mano que lo manejaba, tenía la encomienda de hacerse la foto con los mejores culturistas de aquí. En el podio le acompañaban Nino Chenes (49 años), tercero, Waldo Lois (campeón) y Salvador Ruiz, tercero y creador de sus pesas y proteínas.

Entre todo ese tonelaje muscular, Paquita Rico, que había entregado trofeos y flores. Fue el día menos espectacular de sus apariciones en público, pero el más folclórico de su carrera. A pesar del doble reclamo fotográfico, ni siquiera el ABC, un día después del acto, incluyó la foto de los ganadores y las estrellas entre las páginas de deportes, repletas de noticias de fútbol, ciclo cross, ajedrez, rugby, karate, tenis, judo, esgrima y toros. España echaba músculo, pero no se hacía en los gimnasios. Para la posteridad queda el cruce de manos entre ellos.