Javier Muñoz

Libros retratos psicológicos

J.D. Salinger, el guardián con corazón de piedra

La neurosis de espanto provocada en el escritor por la II Guerra Mundial hizo del creador de Holden Caulfield un enfermo crónico, un escritor bloqueado y duro, sometido a un conflicto neurótico de espanto.

14 mayo, 2016 01:26

Hay artistas que se salen de lo establecido, que rompen esquemas y nos ofrecen una visión de la realidad diferente, más rica o peculiar. Su mirada permite atisbar entre los hilos que traman las convenciones y son capaces de sintonizar con la intimidad del observador. Con frecuencia, estos artistas son personas con ciertas patologías psíquicas que provocan en ellos una tensión especial, un aura de elegidos o de malditos. No obstante, lo que tienen en común es saber enfocar su perturbación y sus capacidades para destilar una obra única. El escritor norteamericano J. D. Salinger es sin duda uno de ellos.

El propio Salinger era consciente de ello y lo señala en diferentes momentos de sus relatos, como, por ejemplo, en la voz de Buddy Glass, uno de los hermanos de la saga Glass, en Seymour; un principio. Salinger se refiere indirectamente a sí mismo denominándose “el hombre enfermo” y recordando con sorna cómo fue examinado durante seis horas cuarenta y cinco minutos por un famoso grupo de profesionales freudianos cuando todavía iba en pantalones cortos. Lo cual da idea de su experiencia en este terreno y su frustración al no atisbar mejoría en su trastorno, salvo la que obtenía por medio de la escritura y la meditación.

Las vivencias que tuvo en la Segunda Guerra Mundial le transformaron en un genio literario, en un autor único y también en un enfermo crónico

Salinger es un escritor de culto, una “vaca sagrada” de la literatura del siglo XX con lectores incondicionales que han visto en su obra un reflejo de su propia inadaptación y en él una especie de icono antisocial. Su rechazo a ser una celebridad y su aislamiento durante décadas hasta su muerte en 2010, hacen de él un personaje extravagante y especial.

Jerome David Salinger nació en Nueva York en 1919 en el seno de una familia de la alta burguesía neoyorquina. Sus padres, de ascendencia centroeuropea, le educaron en exclusivos colegios del upper west side de Manhattan y fue expulsado de varios por su bajo rendimiento académico. Este es uno de los muchos rasgos que comparte con el primero de sus “alter egos” en la ficción, Holden Caulfield, el protagonista de su obra más conocida El guardián entre el centeno.

Una infancia acomplejada

Es muy posible que este hecho ahondase en J. D. una sensación de inferioridad ya latente. El trauma de fondo que podía haber consiste en una limitación en su desarrollo. Mantener al niño en un estado infantil mina la confianza en su propia eficacia y capacidades. En la escuela se esperan ciertas capacidades y madurez por parte del niño o del joven y cuando carece de ellas, se siente inferior.

A la composición literaria dedicó sus esfuerzos tempranos para obtener el reconocimiento que anhelaba y que le había sido negado con frecuencia

Se compara con otros y se da cuenta de que podría hacer más cosas, pero se ve incapaz de hacerlas, incluso sufre menosprecios a causa de ello. El complejo de inferioridad debido a un deficiente criterio de valoración de uno mismo y del mundo que le rodea es, probablemente y como veremos más adelante, el germen del severo trastorno neurótico que sufrió más tarde en su vida adulta.

El ámbito en el que destacaba el joven Salinger, al igual que Holden Caulfield, era la composición literaria y a ella comenzó a dedicar sus esfuerzos tempranos para obtener el reconocimiento que anhelaba y que le había sido negado con frecuencia. La arrogancia con que se presentaba en los círculos literarios y que describen sus conocidos de aquella época, suele aparecer como una compensación de la inferioridad no resuelta.

Salinger en una de las pocas imágenes que se han dado a conocer.

Salinger en una de las pocas imágenes que se han dado a conocer.

Todo su afán era publicar en la prestigiosa revista literaria New Yorker, paradigma de la vanguardia y no se contentaba con menos. Y cuando estaba a punto de lograrlo surgió un golpe del destino, que llevó su vida y al mundo entero al colapso: la Segunda Guerra Mundial.

Sus últimos biógrafos, David Shields y Shane Salerno, dicen en su obra (Salinger, Seix Barral) que “la guerra, al destruirle, le creó”. Es decir, que las vivencias que allí tuvo, le transformaron en un genio literario, en un autor único y también en un enfermo crónico.

Día D, día del trauma

Salinger participó en cruentos combates desde el día D del desembarco de Normandía y en el avance aliado por Francia, Bélgica y Alemania, desmantelando las posiciones del ejército nazi. Pero el hecho que debió marcar a nuestro personaje fue su participación en la liberación del campo de exterminio de judíos de Dachau, como parte del servicio de contrainteligencia aliado al que pertenecía por saber alemán y su conocimiento previo de la zona.

Las secuelas postraumáticas de los excombatientes incluye estado de alerta continuo, ansiedad, insomnio, hipersensibilidad, ira...

La contemplación de la devastación de la guerra y el horror innombrable de los campos de concentración nazis provocaron en él un espanto tal que desencadenó una grave neurosis, por la que tuvo que ser ingresado en un hospital de campaña durante un periodo. Después continuó con su labor y regresó por fin a EEUU tras casarse con una alemana a la que llevó consigo y de la que se separó al poco tiempo.

En su obra La neurosis traumática de la guerra (1941), el psicoanalista y antropólogo Abraham Kardiner explica que las secuelas postraumáticas de los excombatientes incluyen recuerdos recurrentes de los sucesos vividos, estado de alerta continuo con ansiedad e insomnio, hipersensibilidad con episodios de ira incontrolada, entre otras cosas.

La neurosis de espanto surge en personas que tienen de fondo un complejo negativo de inferioridad

Se trata del trastorno conocido hoy como estrés postraumático, denominación introducida por el DSM-III en 1980, aunque Walter Odermatt, psicólogo profundo suizo discípulo de C. G. Jung, recupera el término clásico de neurosis de espanto de Emil Kraepelin para referirse a los trastornos producidos por un conflicto de estas características. La neurosis de espanto surge en personas que tienen de fondo un complejo negativo de inferioridad. En ella hay un conflicto entre la necesidad natural de mostrar el propio valor y ser sincero, y el precepto moral que rechaza mentir, pero que permite ocultar la verdad cuando es incómoda o impertinente.

Un escritor de piedra

Es muy probable que la vivencia del horror de la guerra y los campos de concentración nazis sobrepasase a Salinger de tal forma que después fuese incapaz de contar la verdad, porque ciertas experiencias, simplemente no pueden contarse. Asusta la reacción que puede provocar en uno mismo y en otros. Lo que Salinger debió presenciar entonces le llevó a un conflicto irresoluble entre dos mundos que había vivido. La buena sociedad neoyorquina y las trincheras, el ambiente literario de vanguardia y la muerte en su forma más espantosa.

Quien se endurece, bloquea y apaga las emociones, se queda en tensión

Las consecuencias de este conflicto neurótico de espanto son el susto y el endurecimiento. El susto provoca un retroceso y una rigidez. La retirada de Salinger al poco tiempo de regresar de la guerra responde a este patrón. Holden Caulfield dice en varios pasajes que quiere retirarse a una cabaña que sólo abandonaría para ver a su madre antes de morir. Por otra parte, quien se endurece, bloquea y apaga las emociones, se queda en tensión.

Salinger terminó de escribir El guardián justo después de las experiencias traumáticas de la guerra y el endurecimiento llama especialmente la atención en el personaje de Holden. Es frío, no se inmuta ante situaciones que podrían despertar reacciones emocionales y nada parece importarle demasiado, con la excepción de Jane Gallaher, una amiga por la que parece sentir algo.

El susto y la impotencia le calan hasta dentro y en ocasiones estalla de ira

Los síntomas de la neurosis de espanto son los ataques de ira y la mentira. Una persona que vive una neurosis de espanto cuando se encuentra ante una situación que le sobrepasa se estremece. El susto y la impotencia le calan hasta dentro y en ocasiones estalla de ira y desaloja su susto asustando a los demás.

Esto le sucedió a Salinger muchas veces desde que volvió de la guerra hasta que desapareció, por ejemplo, con su amigo A.E. Hotchner, director de la revista Cosmopolitan en aquel entonces, cuando por error cambiaron el título de un relato corto que publicaron o cuando se retiró airado de la primera editorial que iba a publicar El guardián entre el centeno al escuchar que su protagonista estaba loco. Después, los neuróticos de espanto se proponen evitar este tipo de situaciones en lo sucesivo.

Amor bajo bunker

Esto podría explicar también la retirada de Salinger. Posteriormente siguió machacando aspectos muy valiosos de su vida con los ataques de ira o la inmovilidad como, por ejemplo, sus relaciones afectivas o su matrimonio. Sus allegados recuerdan cómo se retiraba a una especie de bunker en su propiedad y permanecía allí aislado durante semanas sin ver o tratar con nadie.

En cuanto a la mentira, Holder Caulfield se llama a sí mismo “el mentiroso más fantástico que puedan imaginarse” y tergiversa la verdad montando numeritos con frecuencia, como con la madre de un compañero de colegio, la Sra. Morrow en el tren de vuelta del colegio o con su amiga Sally Hayes en su disparatado encuentro en Manhattan.

Con el endurecimiento y la frialdad, un neurótico de espanto limita admitir lo necesario para seguir creciendo

La neurosis de espanto también está relacionada con trastornos en la alimentación. Holder dice: “Como muy poco. Por eso estoy tan delgado. El médico me ha dicho que tengo que hacer un régimen especial de mucho carbohidrato y porquerías de esas para engordar, pero yo nunca le hacía caso”. Simbólicamente esto significa que con el endurecimiento y la frialdad, un neurótico de espanto limita admitir lo necesario para seguir creciendo. Se estanca en un estado más infantil y rechaza aspectos del desarrollo de su personalidad. La fijación de Salinger por mantener relaciones románticas con chicas jóvenes encaja también en esta pauta.

J.D. Salinger sufrió otro golpe mayúsculo en el momento crítico de mitad de la guerra que pudo contribuir a su posterior desconfianza en una relación amorosa. Su novia de aquel entonces, Oona O´Neill, hija del dramaturgo Eugene O´Neill, una joven muy especial y carismática de la que estaba profundamente enamorado, le abandonó para casarse con Charles Chaplin mientras él estaba en el frente y Chaplin en el cenit de su fama.

Esta decepción también la vive Holden Caulfield con la chica por la que parece sentir algo especial, Jane Gallaher, cuando descubre que sale con su compañero de habitación, el guaperas y fatuo Stradlater. Fue la tormenta perfecta, un cúmulo de acontecimientos traumáticos que, al caer sobre la base de un carácter inestable, marcaron la vida y la obra de un gran escritor y una persona maltrecha.

 * Francisco Llorente es psicólogo profundo