El escritor mejicano Emiliano Monge.

El escritor mejicano Emiliano Monge. Dani Pozo

Libros

Los emigrantes arden en el infierno de Dante

Emiliano Monge retrata en "Las tierras arrasadas" la violencia, la extorsión y el horror de la inmigración, "el holocausto del siglo XXI".  

19 enero, 2016 01:48

Es la historia del último holocausto de la especie y la escribe un autor con el que el lector puede irse al infierno sabiendo que arderá en él. Emiliano Monge (México, 1978) es de fiar, porque es infalible. Primero, Morirse de memoria (Sexto Piso, 2010); luego, El cielo árido (Literatura Random House, 2012); ahora, Las tierras arrasadas (Literatura Random House). Tres novelas nacidas para descomponer la realidad que terminan reconociendo que el arte siempre es un caramelo junto a ella.

Ahora, decimos, toca Las tierras arrasadas, una novela bien jodida. Monge, que ha regresado a su ciudad natal después de vivir en Barcelona, cuenta la tortura de quienes escapan del horror soñando con el paraíso y caen en el infierno. Huyen de la pobreza, la violencia y la muerte, cruzan la frontera con EEUU y en el camino son perseguidos y extorsionados por las autoridades y las bandas criminales. Lo repite dentro y fuera del libro, la inmigración es el holocausto del siglo XXI.

Una sociedad que es incapaz de verse a sí misma tiene mucha mayor capacidad de hacer el mal

Y para reconstruirlo acude a dos fuentes: los testimonios de las víctimas, recopilados por organizaciones humanitarias, y la voz de Dante en la Divina Comedia. Unas son el contrapunto de la otra. Pero las dos hablan de los mismos: los sinnombre. Los que han perdido la identidad y la voz y se han convertido en una masa deforme y sin derechos. “Renuncian a quienes son, aceptan esa pérdida para poder hacer el viaje. Pierden la voz antes mismo del secuestro. De hecho, en cuanto cruzan la frontera dejan de ser personas: no tienen derecho a tener derechos. No son reconocidos por nadie”, explica el autor a este periódico, que pretendía hacer de esa voz en masa un coro griego (el de los testimonios que empotra a saltos, entre su prosa lírica y desollada).

Esta novela está repleta de hallazgos, el más llamativo de todos es lograr que Dante escriba al dictado de su recreación. Cuela, pega, inserta, adapta, injerta frases extraídas del camino a los infiernos imaginado por el poeta renacentista. El resultado es magistral: “Como cuando la niebla se disipa y la vista reconstruye la figura de aquello que el vapor sólo promete, los que vienen de otras patrias pero no de otras lenguas reconocen la canción que están cantando encima suyo y es así como comprenden que habrán de abandonar toda esperanza”. La cursiva es Dante.

Voces del dolor

No ha podido encajar ningún fragmento del paraíso, todas las imágenes pertenecen al infierno. “Es lo más increíble. No queda espacio para lo que no sea infierno. Es un descenso a los infiernos, porque saben a lo que van. Hay mujeres que llevan pastillas anticonceptivas y píldoras del día después, porque asumen que van a ser violadas una o dos veces para llegar a ese otro lugar que tampoco es el paraíso”, cuenta Monge.

Un escritor contra las sombras y la ceguera.

Un escritor contra las sombras y la ceguera. Dani Pozo

El corifeo griego de los nadie: “Cuando volvió todo a empezar, la verdad, sí me puse a llorar. Yo tengo dos hijos, estaba haciendo el viaje porque no tengo dinero, porque no tengo oportunidades. Por eso estaba haciendo el viaje y dios me estaba haciendo a mí esto. Lo odié y odié a mis padres y a la tierra”. Es una de las voces rescatadas de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Una de las responsabilidades de la literatura es hacer visible lo que las sociedades quieren mantener invisible

Monge leyó miles de páginas con sus experiencias. No quería que la ficción “jalara” la perspectiva de la realidad al lector, contrastan con la poética de Dante. Estas voces recuerdan que eso pasa ahora mismo. Que la tragedia es diaria y de unas dimensiones inabarcables. “No hay una sola frontera del primer y el tercer mundo que no tenga una crisis migratoria”, asegura.

Son golpes que aparecen. Tortazos. “Por eso es más fuerte uno de estos coros que cualquier cosa que yo haya escrito o se pueda escribir sobre los migrantes”. El arte está en desventaja con la realidad, demasiado dulce ante estos hechos.

Monge prefiere la veracidad a la verdad.

Monge prefiere la veracidad a la verdad. Dani Pozo

Monge escribe contra los ciegos que ven, contra los sordos que oyen, contra los mudos que hablan. Contra todos esos que no quieren reconocer el problema. “Una sociedad que es incapaz de verse a sí misma tiene mucha mayor capacidad de hacer el mal”, suelta. Es alto y politólogo, sabe pasar desapercibido a pesar del tamaño de su intelecto. Habla de la ceguera y del amor, habla de la novela. Y dice que con la tolerancia no vale, que el amor es lo que importa, porque importa ponerse en el lugar del otro. “En una novela sí puedes habitar el lugar del otro”, añade.

¿Tiene un escritor envuelto en la violencia, en materia prima con la que hurgar, ventaja sobre un escritor en zona de confort? “Es lo que Chirbes decía de la literatura del yo-mí-me-contigo. Mira Chirbes, es una demostración de que en España se podía haber estado trabajando temas muchos más hondos y profundos sin ser engañado por el velo del éxito. No sé si es una ventaja, simplemente en México la desigualdad es más evidente. Pero para muchos escritores en México esa materia prima es incómoda. Todas las sociedades juegan a no ver la desigualdad y más aún las élites que leen, que consumen arte. Una de las responsabilidades de la literatura es hacer visible lo que las sociedades quieren mantener invisible”, explica.

No quiero ser un autor de género. No quiero ser un autor de Alfaguara tampoco

Le cuesta juzgar al secuestrador tanto como emitir juicios de valor. Se explica y cuenta que en México aflora la violencia, que el secuestrador no tiene otra opción de ser lo que es en un país como el suyo. “Por supuesto que es un hijo de su reputamadre, pero no es lo mismo elegir ser un hijo de puta que no haber encontrado otro camino”, asegura.

Las tierras arrasadas es una novela visual desde su título. Podría haber caído en la tentación de lo periodístico, pero buscaba una metáfora, la de hacer de la migración un problema de todos. Una preocupación global (aunque termine siendo una radiografía de Chiapas, lo reconoce). No se veía capaz de hacer un Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich. “Además, el periodismo busca la verdad y para eso hay que estar en el lugar de los hechos. Yo no buscaba la verdad, sino la veracidad”. Llama a sus personajes Epitafio, Estela o Sepelio y le creemos, por más tintes funerarios que tengan.

¿Qué escritor no quiere ser Emiliano Monge? “No quiero llegar a ser un autor que haga autoficción, jamás. O eres Proust o qué pretendes. Si tienes la posibilidad de ver el mundo, hablar de ti parece en vano. No me interesa la literatura que no sea sacar de las sombras temas que están ahí. No quiero ser un autor de género. No quiero ser un autor de Alfaguara tampoco. Mira que es contradictorio hoy en día, ahora que soy autor de Penguin Random House-Marlboro-Coca Cola-Corona-Lo que sea...”