1980 fue el punto de inflexión de la Transición. Adolfo Suárez perdió el respaldo unánime de su partido y el sostén que le brindaba la oposición, encabezada por el PSOE. Su último salvavidas era el rey Juan Carlos I, pero su relación también terminaría por resquebrajarse. A los atentados de ETA y el GRAPO se añadió una crisis social impulsada por una inflación desbocada y un paro galopante. La situación era crítica, y en ese contexto se gestó casi una decena de operaciones civiles y militares diseñadas para derribar al presidente del Gobierno.

Democristianos que conjuraron para hacerse con el control de UCD y expulsar a Suárez, socialistas dispuestos a ofrecer el Ejecutivo a un general liberal como Gutiérrez Mellado, un grupo de coroneles y tenientes coroneles que barajaba un golpe de Estado para establecer una república presidencialista muy nacionalista u otra acción organizada en torno a Antonio Tejero que consistía en tomar el Congreso de los Diputados con una "violencia total" y esperar el respaldo del Ejército al golpe. Una de estas acciones combinaba el apoyo de ambos sectores: fue la "Solución Armada", cuyo objetivo era convertir a ese general en presidente de un Gobierno integrado por todos los partidos del arco parlamentario. Sería el embrión del 23-F.

Pero la neonata democracia española acabó resistiendo todas las embestidas involucionistas de 1980. Así lo había hecho en los años inmediatos a la muerte de Franco y así lo haría ante la amenaza terrorista de grupúsculos residuales que se prolongó desde el 23-F hasta 1986. Fue una década convulsa, de conspiraciones y alianzas, de mucha negociación secreta para reformar el nuevo sistema —o destruirlo—, sobre la que vierte una luz muy nítida Roberto Muñoz Bolaños, doctor en Historia Contemporánea, en su nuevo libro, El 23-F y los otros golpes de Estado de la Transición (Espasa).

Tejero, armado, durante el 23 de febrero de 1981 en el Congreso.

La obra del experto en historia militar de España ofrece una minuciosa y excelente reconstrucción del papel desempeñado por sectores de las Fuerzas Armadas y de algunos núcleos políticos en las intentonas por instaurar una "democracia limitada" que restringiese los flamantes derechos económicos y sociales. Es una narración académica pero apasionante, que evidencia el dificultoso éxito de la Transición. "Frente a aquellos que opinan que fue la continuación del franquismo y hablan de régimen del 78, lo que demuestra el libro es que el establecimiento del sistema democrático en España de forma permanente fue un proceso muy arduo y que en muchos momentos estuvo a punto de fracasar, sobre todo entre 1980 y 1981", destaca el autor.

El principal culpable de ese triunfo fue Adolfo Suárez. "Él es el héroe, va más allá de lo que inicialmente se le había ordenado: la transformación del franquismo en un sistema democrático en el que se pudiera votar y elegir Gobierno, pero donde el Rey conservara determinados poderes", analiza Muñoz Bolaños. "Fue el verdadero árbitro del proceso y la figura clave, mucho más que la de Juan Carlos". 

Todos vs Suárez

La primera conspiración militar se registró a principios de 1976, cuando el proyecto liberalizador de Arias Navarro y Manuel Fraga daba sus primeros pasos. Estuvo liderada por el general Fernando de Santiago y otros militares, que tenían el objetivo de lograr un cambio político ante el deterioro del orden público que se había registrado desde la muerte del dictador. "Es tal vez la que más éxito podría haber tenido porque se produce en un momento en el que todavía no se había iniciado el proceso de democratización. Podían haber presionado al Rey para poner al frente del Gobierno a un militar que hubiese dirigido la transición hacia una democracia limitada", opina Muñoz Bolaños.

El grueso de estas operaciones, no obstante, se registraría ya con Suárez en la presidencia del Gobierno y tras la legalización del Partido Comunista (9 de abril de 1977). En el plano civil, el "Plan A" u "Operación Golpe de Timón", en el invierno de 1977, fue el primer intento de lo que el historiador denomina "transición paralela" —un importante sector de la élite económica, política y militar que pujaba por un "franquismo coronado" para controlar las decisiones que acabó fracasando— para derribar al presidente. También destacan el intento en el verano de 1978 de nombrar a Gregorio López-Bravo, exministro de la dictadura, como vicepresidente de Suárez para ser su alternativa —una operación que se consultó con EEUU— y finalmente la "Solución Armada".

Adolfo Suárez saluda al rey Juan Carlos

Más movimiento se registró en los círculos castrenses, todos fallidos por la división de las Fuerzas Armadas y la falta de un militar fuerte al mando. A los acontecimientos del 23-F y el plan golpista de la "Operación Galaxia", Muñoz Bolaños subraya la "Intentona Torres Rojas", liderada por el general africanista Luis Torres Rojas, jefe de la División Acorazada Brunete, nº 1 (DAC) entre junio de 1979 y comienzos de 1980, que buscaba la instauración de un gobierno militar que disolviese el Parlamento e ilegalizase el PCE; y el golpe de Estado del 27 de octubre de 1982, encabezado por coroneles y tenientes coroneles, que estaban dispuestos a poner fin a la monarquía como forma de Estado.

"Luego hay otras operaciones como el 'Manifiesto de los 100' (6 de diciembre de 1981), que quería provocar una rebelión en el Ejército, o el intento de secuestro del Rey en la Zarzuela (junio de 1981), pero fueron mucho más débiles y con menor apoyo", explica el profesor de las universidades Francisco de Vitoria y Camilo José Cela. "Y fuera de esos, los actos terroristas que se intentan poner en marcha en 1985 que buscaban volar a Juan Carlos I y al Gobierno en A Coruña".

El 23-F

En su obra, Muñoz Bolaños también registra una explicación detallada del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 y las conversaciones y tejemanejes que condujeron a los disparos de Tejero en el Congreso, episodio del que en algo menos de un mes se cumplen cuatro décadas. "Todas las operaciones civiles y militares para derribar a Suárez confluyen en la operación del 23-F: se busca una unidad para que el golpe tenga éxito. Pero el 23-F no era un golpe de Estado puro y duro. Por eso digamos que se ha oscurecido todo para que no se conozca", lanza el autor, que rebate la versión oficial de los acontecimientos.

"Tejero tenía que dar un golpe de Estado que permitiera presentarse al general Alfonso Armada como salvador de la democracia, con un Gobierno de concentración donde el vicepresidente era Felipe González. Y una vez que se le hubiera votado como presidente, Tejero, a quien no se le había informado de que no iba a tener ningún puesto en el Ejecutivo, tendría que coger un avión con sus oficiales y dinero y marcharse al exilio", narra Muñoz Bolaños, que en 2015 publicó su aplaudida tesis doctoral sobre este tema. El teniente coronel de la Guardia Civil, que quería una Junta Militar, terminaría provocando el fracaso del golpe con su oposición a los planes de Armada.

Juan Carlos I, en su comparecencia pública tras el golpe del 23-F.

El 23-F y su origen, la "Solución Armada", en palabras del historiador, es un proceso "muy complejo fundamentalmente por quién participa": la CEOE, los partidos políticos o la Jefatura del Estado, con "un papel de conocimiento". "El problema que se plantea cuando fracasa el golpe de Estado es que salgan a la luz pública esos movimientos que ha habido para derribar a Suárez y para modificar el sistema democrático vigente", asegura el investigador.

¿Y qué hay sobre las sombras en torno a la actuación de Juan Carlos I? "El Rey no toma partido contra los golpistas hasta la 1:15, como demuestro en el libro. Hasta ese momento intenta observar y tomar una decisión", responde el experto. "El monarca había avalado a Armada para convertirse en presidente del Gobierno mediante una moción de censura y el 13 de febrero le había autorizado para que reconduciera cualquier operación golpista que se pusiera en marcha. Pero Armada toma la decisión de monitorizar el golpe de Estado de Tejero y comete el error de decirle que lo tiene que hacer en nombre de la Corona, que cuando entre en el congreso diga viva el Rey".

Tejero, por su parte, informó a Milan de Bosch y este a sus mandos de que la operación es en nombre del Rey. "Cuando en Zarzuela se enteran de esto —continúa el historiador—, a Juan Carlos se le crea un problema enorme porque si el golpe de Estado tiene éxito, va a saber mucha gente que estaba auspiciado por él, pero si fracasa, va a haber un juicio, como ocurrió, y va a salir su nombre. Está en una situación imposible, por lo que intenta que no haya ningún enfrentamiento entre militares y acabar con la situación de tal manera que no perjudique a nadie, empezando por la propia Corona. Por eso autoriza a Armada a las 12 de la noche a que vaya al Congreso a proponerse como presidente y al fracasar este no le queda más remedio que hablar por la televisión".

Portada del libro de Muñoz Bolaños. Espasa

"El Rey no está complicado en el golpe, sino que su actitud es de impasse, de espera por la situación que le ha creado Armada entendiendo su autorización de una forma muy amplia", señala Muñoz Bolaños. "Luego se creó una versión oficial para tapar todos los movimientos que había habido con anterioridad y que fue la que se convirtió en hegemónica hasta nuestros días". En cuanto a los misterios que todavía quedan por resolver, el historiador señala a los prolegómenos del 23-F, la parte más interesante, como el contenido de las conversaciones de Armada políticos como Jordi Solé Tura, Herrero de Miñón, José Luis Álvarez, Pío Cabanillas o Rodríguez Sahagún o el verdadero papel desempeñado por los empresarios, que apoyaban la solución de un general en el poder.

Una historia de conjuras y maquinaciones en la que estuvieron metidos los críticos de UCD, socialistas, comunistas, Coalición Democrática... "De alguna forma, todos son responsables. Eso lo dice Jordi Pujol en sus memorias. Los únicos partidos que no participaron en las conspiraciones fueron Convergència y el PNV, que también se pide contar con ellos y se negaron por razones obvias", añade el investigador. Pero el más avispado de todo el proceso, el que logró consolidar su obra de gobierno a pesar de que para ello fuese forzado a dimitir, fue Adolfo Suárez: "En el diario de Ferrer Salat hay una nota que dice que Suárez está dispuesto a morir antes de permitir un Gobierno en el que haya militares", cierra Muñoz Bolaños. Y lo consiguió.

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