Las geniales obras de Gaudí no se entenderían sin la influencia de Rafael Guastavino. El primero es un arquitecto archiconocido, de renombre; el segundo, una figura totalmente olvidada. Al menos en España, porque al otro lado del charco su legado le brinda la categoría de eminencia de la construcción pública. "El arquitecto de Nueva York", tituló el New York Times el 2 de febrero de 1908 el obituario de este emigrante valenciano que conquistó y moldeó según su estilo la gran metrópolis estadounidense.

Rafael Guastavino es el protagonista de la nueva novela de Javier Moro, Premio Planeta en 2011 y un escritor al que le gusta armar sus tramas de ficción alrededor de personajes de carne y hueso. "Lo que te ofrece la realidad es más fuerte e impactante que lo que te puedas inventar. Me apete descubrir gente cuya obra ha sido muy importante y ha caído en el olvido", dice. En los últimos años lo había hecho con Isabel Zendal o la actriz Conchita Montenegro; ahora, en A prueba de fuego (Espasa), reconstruye la "fascinante" historia de éxito de un español en Estados Unidos.

Lo hace Moro metiéndose dentro de otro personaje fundamental de esta aventura americana: el hijo de Rafael, del mismo nombre, intérprete y compañero de proyectos, que además de reivindicar los hitos de su padre trata de indagar en su mente, en dar respuesta a misterios como por qué nunca quiso regresar a España. Una novela dedicada a una epopeya: la de una empresa que participó en la construcción de más de mil edificios en Norteamérica, 360 de ellos situados en la Gran Manzana.

El escritor Javier Moro con su nuevo libro. Asís. G. Ayerbe

Nacido en Valencia en 1842, el quinto de catorce hermanos, Rafael Guastavino aprendió la profesión en Barcelona. A los 24 años, todavía sin haber obtenido el título oficial de arquitecto, firmó el primer gran hito de su carrera: la construcción de la fábrica Batlló, que se convertiría en punto de referencia del moderno sistema constructivo industrial. En 1881, con 39 años, arruinado, abandonado por su mujer, sin saber inglés y dejando una gran deuda a sus espaldas, zarpó hacia EEUU con su hijo Rafaelito y su amante. Su inquebrantable fe y su talento le empujarían a ser uno de los hombres más reconocidos de Nueva York.

Pero no lo tuvo fácil. "Llega a EEUU dispuesto a comerse el mundo y le cuesta mucho más de lo que pensaba", explica Javier Moro. "El temor al fuego era pavoroso en ese momento. 700 edificios habían ardido en Chicago unos años antes. Guastavino propone una manera de construir ignífuga, basada en una técnica ancestral que usaron desde los bizantinos hasta los islámicos: la bóveda tabicada. Al principio lo miran con escepticismo, pero su lucha está en convencerles de que su modelo de construcción es bonito, funciona y más barato. Y así es como acaba modelando el paisaje urbanístico de la costa Este", añade el escritor y guionista.

Legado arquitectónico

Su Guastavino Fireproof Construction Company fue la responsable de erigir míticos edificios como el Museo Metropolitano de Nueva York, el Museo Nacional de Washington, la Grand Central Station, el puente de Queensboro y sus arcadas recubiertas de bellos azulejos, la sede de los Archivos Nacionales, donde se conserva la Declaración de Independencia, o la estación de metro City Hall, una joya enterrada bajo la ciudad y la favorita de Javier Moro. También multitud de iglesias, como la catedral de San Juan el Divino, el mayor templo neogótico del mundo. Todos sitios icónicos del paisaje neoyorquino, escenarios de películas, que llevan el sello de un español totalmente desconocido en su tierra.

"La historia se enseña mal, no nos hemos puesto de acuerdo sobre ella y la utilizamos como un arma arrojadiza", lamenta el también autor de El imperio eres tú (Planeta). Por eso con sus novelas pretende "contar por dentro lo que los historiadores han contado por fuera, metiéndome dentro de los personajes para emocionar al lector". Para este libro se ha documentado mucho, y también ha contado con la fortuna en su equipo: en 2016 un heredero de la familia de los Guastavino le entregó una serie de cartas que le ofrecieron al escritor una panorámica mucho más amplia en cuanto a la vida personal del arquitecto.

La Grand Central Station de Nueva York, una obra de Rafael Guastavino. Wikimedia Commons

Son unas misivas en las que se descubre la identidad de la verdadera madre del pequeño Rafael —Paulina Roig, la criada de la familia, y no la primera esposa del arquitecto, Pilar Expósito— u otras peripecias azarosas de su vida. "Lo curioso de Guastavino es que era tremendamente preciso y meticuloso en su trabajo, un genio; mientras que en su vida privada era un desastre completo: que si una le saca dinero, otra le extorsiona, otra le deja… un caos, además con dinero y finanzas", desvela Moro. "El hijo se pregunta que cómo es posible que siendo tan profesional con el trabajo sea tan desastre en la vida privada".

El arquitecto, que supo adaptar a las exigencias de una construcción moderna y sólida los materiales tradicionales del área mediterránea y fue el primero en explorar las posibilidades de la unión de los ladrillos cerámicos con cemento Portland, creando unas superficies ligeras y resistentes, murió en Asheville, Carolina del Norte, en 1908. Su imperio lo heredó y lo siguió impulsando su vástago, aquel chiquillo que le hizo de traductor en sus primeros pasos en la otra orilla del Atlántico. "El hijo amplió la obra del padre; y este lo convirtió en el báculo con el que pudo conquistar los grandes despachos de arquitectura de EEUU", señala Javier Moro.

Guastavino Jr. fue el artífice de la renovación de la Sala de Registro de Ellis Island, un edificio que se articuló como la puerta de entrada a EEUU para más de doce millones de inmigrantes entre 1892 y 1954. "Se lo encargan al hijo de un inmigrante que había llegado con 40 años antes con un maletín, sin nada", destaca el novelista. "La historia de los Guastavino es el ejemplo de cómo la emigración puede contribuir a la riqueza de un país".

Noticias relacionadas