Hace seis años, durante la primera legislatura del PP al frente del Gobierno, los responsables de Cultura -el dúo Wert-Lassalle- advirtieron que a pesar del peligroso recorte aplicado sobre las cuentas de los museos, la prioridad del Ministerio era la de “garantizar el acceso a la cultura”, tal y como la Constitución española. El propósito dibujaba una amenaza con la que nadie contaba antes de la crisis financiera: la posibilidad del cierre. Seis años más tarde la hipótesis se ha esfumado, pero se confirma otra cuestión dramática: los precios de las entradas no han frenado su ascenso y el acceso del público español es cada vez más limitado.

En la edición de 2016 del informe Conociendo a todos los públicos Un análisis de la visita al museo en familia, la última realizada por el equipo del Laboratorio Permanente de Público de Museos, del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, se afirma que algunos segmentos de público (jóvenes o inmigrantes) no tienen una representación proporcional en los museos en relación a los existentes en la sociedad. Pero además, “una realidad inesperada: el segmento de público familiar no está tan representado como cabría esperar y no acude al museo con la afluencia que los propios museos desean”.

Los españoles los pagan, los turistas los disfrutan: así es el nuevo museo público

En 2003, el Estado financiaba el 85,7% del presupuesto del Museo del Prado. En estos momentos, la situación es inversa y el centro aporta con sus fondos propios el 73% (el Estado ayuda con 13,7 millones de euros). El resultado es que en la última década se ha disparado la recaudación, pero se mantiene el mismo número de visitas. El recorte de ayudas obliga a explotar la taquilla y una escalada de precios, por encima de las posibilidades de los ciudadanos que mantienen las instituciones con sus impuestos.

Si retrocedemos en el tiempo comprobamos cómo la entrada general del Prado (y de los principales museos) no ha dejado de encarecerse desde el momento en que se el Gobierno anunció que debía “garantizar el acceso a la cultura”: en 2011, pasó de 7 a 12 euros. En 2013, de 12 a 14 euros. Y dos días antes de la inauguración de la popular exposición del Bosco, la dirección del museo aprovechó para subirla hasta 15 euros. En seis años, El Prado ha incrementado el precio de su entrada en un 114%. Hasta 1994 la entrada era gratuita para los españoles.

Los españoles no pueden

Los datos que facilitan desde el Museo del Prado a este periódico son de 2016, y mantienen la tónica de los últimos años: 59% de extranjeros y 41% residentes en España, en la entrada abonada. Los ciudadanos más interesados en este museo provienen de Madrid y de EEUU. Ambos pagan por su entrada general lo mismo: 15 euros. El salario medio de un español es de 16.000 euros anuales, y el de un estadounidense es casi de 50.000 euros al año.

La reina durante su visita a la exposición del Bosco, en el Museo del Prado. Efe

El 48,8% de los visitantes al Museo del Prado lo hacen sin pagar. Cada semana abre sus puertas durante 14 horas gratis, pero sólo para la colección permanente. Las temporales hay que pagarlas. Quizá ese sea el motivo por el que los datos de la entrada gratuita se inviertan respecto a la entrada general: el 53% de las personas que acceden al museo de forma gratuita son residentes en España y el 47% extranjeros. La entrada entrada general es abonada por el 37,7% y la reducida suma el 5,9% de los visitantes al año. Otros precios, el 7,5%.

Gratis ni en pintura

Este perfil de visitante se repite también en otros dos museos públicos cercanos al Prado: el Museo Reina Sofía y en el Museo Thyssen-Bornemisza. En el primero, según el informe de la empresa Asimétrica, los visitantes internacionales suponen el 59% de las entradas expedidas. Italianos en primer lugar, franceses, estadounidenses e ingleses. El 23% de los visitantes son residentes en Madrid y el 18% proceden del resto de España.

El Reina Sofía, tal y como ha comunicado a este periódico el museo, ha expendido a lo largo de 2017 un 87% de entradas gratuitas. Durante el primer semestre el año, el número de visitantes al museo donde descansa el Guernica y sus dos sedes del Retiro ha sido de 2.124.724 visitantes. Gratis han entrado 1,8 millones de personas. Tal y como indican a EL ESPAÑOL, de este total, por la sede central han pasado 818.264 personas. De estas, lo han hecho en horario gratuito 542.940, es decir, el 66% de visitas a la sede central no han abonado su entrada. Y confirman que la mayoría de las entradas gratuitas son demandadas por el público español, aunque no aportan datos.

Visitantes del museo se agolpan para ver Las Meninas.

El 70% de los ingresos del Reina Sofía son ayudas públicas directas a la sostenibilidad de la estructura y el 30% ingresos propios. La recaudación por taquilla no llega al 10% de lo recaudado debido a la alta gratuidad. La institución cae en patrocinio también: en 2014 sumaron el 7,6% de lo ingresado, pero en 2015 se quedó en el 6% (1,8 millones de euros).

Los museos analizados no son capaces de atraer marcas a sus museos para paliar la retirada del dinero público. La falta de una Ley de Mecenazgo acorde a los nuevos tiempos tampoco ayuda. De esta manera, el peso de los ingresos recae sobre el precio de las entradas. A ello hay que añadir que en España las marcas prefieren crear sus propios espacios culturales con precios muy competitivos, como es el caso del Caixaforum o la Fundación Mapfre.

El museo más inaccesible

El Museo Thyssen-Bornemisza ha explicado esta semana sus cuentas anuales de 2016, en las que llama la atención la advertencia que hizo la fiscalización del Tribunal de Cuentas hace dos años: la excesiva dependencia de la institución de los ingresos por taquilla para mantenerse con vida. El director gerente del centro destacó que el incremento del 10% de visitas añadido al encarecimiento de la entrada (de 10 a 12 euros) “ha incrementado un 25% de la recaudación en taquilla”. No extraña que sea el museo con menos horas gratuitas de la llamada Milla de Oro del Paseo del Prado: sólo cuatro horas a la semana, los lunes.

Por este motivo llama la atención la caída de entradas gratuitas de un año a otro: de casi el 32%, en 2015, al 22%, en 2016. Este motivo ha hecho ha ayudado a cerrar 2016 con un leve alivio económico respecto al que fue el peor año del museo en una década. La tarta de los ingresos de 2016 muestra que la taquilla supone un 35% del total; la tienda aporta el 17%; los patrocinios apenas el 6,2%. El Thyssen es el museo más inaccesible de todos, a pesar de haber recibido este año 6 millones de euros del Estado (el 30% de su presupuesto). El Thyssen ha crecido en número de visitantes internacionales, ya son el 57%.

La visión de Evelio Acevedo, director gerente de dicho museo, del museo del siglo XXI queda reflejada en las cifras que defiende: más ayudas del Estado cada año y pocas horas de gratuidad. “El museo del siglo XXI no se distingue por su gratuidad, sino por ser accesible al mayor número de públicos”, ha dicho el responsable financiero. Aunque parezca una contradicción en términos, se refiere a la “divulgación” del museo en la web.

Es decir, si no puedes pagarte una entrada, puedes verlo en la pantalla de tu ordenador. “Acataremos lo que se dicte desde el Ministerio sobre las horas de gratuidad”, puntualizó Acevedo en rueda de prensa. Entre sus propósitos futuros está el aumentar la oferta divulgativa de la colección permanente para los turistas.

Las familias, fuera

En las encuestas realizadas por el Laboratorio Permanente de Público de Museos, al preguntar a los visitantes por los aspectos que favorecerían más la visita a museos, el precio (34,4 %) y los horarios (25,3 %) son las dos barreras expresadas mayoritariamente. Las conclusiones advierten que las familias tienen muy en cuenta el precio de la oferta a la hora de tomar la decisión sobre un museo u otro. “El público familiar es un segmento muy sensible a los descuentos y días gratuitos”. El informe reconoce el precio como “una barrera” de acceso.

Confirman este análisis con el testimonio de un hombre de 50 años, con dos hijos: “Hay que reconocer que hay una especial búsqueda de lo que es gratis. Porque, aunque los niños no paguen, si piensas que el Prado cuesta 14 euros por adulto, son 28. Teniendo en cuenta que los niños tampoco son de estar muchas horas allí, pues...” En 2017, el precio ya es de 15 euros.

El Gobierno ha implantado la austeridad con graves consecuencias y los museos, como remedio de todos los males, han disparado los precios para evitar la fuga de capital y recaudar más. Seis años después del primer batacazo contra las ayudas al patrimonio conservado, ¿se ha convertido la visita a estos museos en una actividad para privilegiados?

Sólo para privilegiados

Miguel Falomir aseguró a este periódico, en su primera entrevista como nuevo responsable del Museo del Prado, que desearía que la entrada fuera gratuita. Pero reconocía la imposibilidad de costear las actividades de otra manera. “Lo último que me gustaría sería subir el precio de la entrada”. Ya ha anunciado que para 2018, celebración de los 200 años de vida, no se pasará de los 15 euros.

El director del Prado defendía en aquella entrevista que la visita no es para privilegiados porque más del 50% de visitantes acceden de manera gratuita. Sin embargo, esa es la prueba de que las familias se ven obligadas a esquivar la principal barrera para acudir al museo. “Sí creo que tenemos una masa social demasiado concreta”, añadía Falomir.

La última encuesta de Hábitos y prácticas culturales realizada por el INE señala que el 67% de los encuestados aseguran no haber visitado un museo en el último año. Hace diez años declaraban no visitarlos un 68,8%. En 2015, el 35% de los visitantes dijeron hacerlo gratuitamente, mientras que en 2007, no pagaron entrada el 30,9%. La gratuidad es cada vez más reclamada por el público español, que cada vez los visita más.

“Una de las cosas que más me gustaría hacer es ampliar la base social del museo”, aseguraba Falomir entre sus propósitos. “Hay que hacer un esfuerzo para hacer del museo un lugar para todos, porque nuestro público ha envejecido. Debemos lograr que pierdan el miedo al Prado”. Los datos demuestran que las familias no temen al museo, sino a su precio.