La escritora Carmen Laforet.

La escritora Carmen Laforet.

Café Torino

Cuando Carmen Laforet revolucionó con 'Nada' las letras españolas

4 septiembre, 2021 02:47

"En el clima de grandilocuencia que invadió su país empobrecido y asustado después de la guerra civil, Carmen Laforet introdujo un ojo realista y un espíritu existencial. Su escritura es directa y fresca, en oraciones cortas y claras. Es una voz moderna; a diferencia de la mayoría de los novelistas españoles de la época, no es prolija y no ata todos los cabos sueltos en un mensaje moral". Estas palabras no pertenecen a ningún crítico español. Forman parte del obituario de Michael Eaude que el diario londinense The Guardian publicó en 2004 con ocasión de la muerte, a causa del Alzheimer, de Carmen Laforet. Su novela Nada (1945) fue traducida a numerosos idiomas y la escritora gozaba de reconocimiento internacional en los círculos literarios.

El próximo lunes se cumple el centenario del nacimiento de la novelista barcelonesa y la editorial Destino vuelve a editar en estos días Nada, su primera novela, escrita a los 22 años, la novela que ganó el Premio Nadal en su primera convocatoria y puso patas arriba la narrativa española de la posguerra, dejando una huella y una influencia que duran hasta hoy mismo.

De familia cultivada y acomodada, hija de un arquitecto y de una maestra, temprana huérfana de madre, Carmen Laforet había vuelto desde Canarias -donde residió con sus padres durante toda su infancia y adolescencia- a Barcelona para estudiar Filosofía y Letras y luego se había instalado en Madrid desde 1942 para cursar Derecho. No terminó ninguna de las dos carreras. Pero escribió Nada, cuyo manuscrito presentó al entonces influyente editor, crítico y periodista Manuel Cerezales. Laforet buscaba publicar la novela en su editorial, Novelas y Cuentos, a cambio de tres mil pesetas. Pero Cerezales, maravillado por el texto, le recomendó que se presentara a la primera edición del Nadal. Cerezales y Laforet se casaron en 1946, tuvieron cinco hijos y se separaron a comienzos de los 70.

Portada de 'Nada', la obra de Carmen Laforet que regresa con la Editorial Destino.

Portada de 'Nada', la obra de Carmen Laforet que regresa con la Editorial Destino. Destino

Realismo y tremendismo

Con ecos de experiencias propias, Nada cuenta en primera persona y en veinticinco breves capítulos la peripecia de Andrea, una muchacha huérfana que con gran ilusión se traslada a Barcelona para estudiar Filosofía y Letras, alojándose en la decadente y lóbrega casa de su abuela en la calle Aribau. Allí, sus sueños chocarán con el violento y desquiciado ambiente familiar: una abuela ida de la cabeza; una tía (Angustias) autoritaria y beata integrista que, sin embargo, se entiende con un hombre casado; un tío (Román), mujeriego seductor y virtuoso del piano, que vive segregado cociéndose en sus amarguras y en sus conflictivas rarezas; otro tío (Juan), pintor reconcomido por la falta de éxito, que maltrata y golpea de continuo a su esposa (Gloria), una mujer atractiva y esencialmente buena que simula vender los cuadros de su marido y que, en realidad, trae dinero a casa jugando en garitos del barrio chino y una vieja criada (Antonia), siempre antipática y hostil.

"¿Tienes miedo?", le espeta Gloria a la joven nada más llegar. Para aliviarse de este ambiente infernal, en el que no ha sido bien recibida por todos, Andrea dispone de su vida en la facultad, de las salidas por la ciudad con sus amigos universitarios -que le decepcionan por su ligereza- y, sobre todo, de la amistad y comunicación íntima que entabla con Ena, una amistad que sufrirá, sin embargo, una crisis por ciertas revelaciones y que, una vez superada, le pondrá en vías de intentar una vida diferente en Madrid. Ena es un trasunto de la polaca Linka Babecka, a quien Laforet conoció en Barcelona y a quien, junto a su marido (de Linka), dedica el libro.

Una de las primeras portadas de 'Nada'.

Una de las primeras portadas de 'Nada'.

Nada, la novela de esa jovencísima, bella y desconocida debutante, de aspecto tímido y espiritual, fue aclamada -salvo por algunos reticentes- de inmediato y, edición tras edición -tres, en al año de su aparición-, tuvo una difusión masiva, que nunca se ha interrumpido.

El juicio ya establecido por los historiadores sitúa a Nada, junto a La familia de Pascual Duarte (Camilo José Cela, 1942), como el mascarón de proa de la ruptura con el realismo y el naturalismo de origen decimonónico y como puerta abierta a los novelistas realistas españoles de los años 50, que desarrollarían una narrativa más ideologizada y con intención directa de denuncia sociopolítica.

Junto al frescor, la inmediatez y la oralidad (trabajada) de ese nuevo realismo renovador, que además hace un retrato sin contemplaciones del país y de la sociedad, Nada, según los historiadores, compartió con la mencionada novela de Cela la etiqueta de "tremendista". El "tremendismo" -concepto que no gustó a sus supuestos cultivadores- alude a un modo especialmente crudo y descarnado, tanto en el lenguaje como en los contenidos, de enfocar la realidad.

Fotografía de Carmen Laforet.

Fotografía de Carmen Laforet.

Seducciones, adulterios, un suicidio, constante violencia física y verbal, ambientes sórdidos, mundo interior corrupto, miseria y turbiedad moral, penuria económica, desazón espiritual, odio, mala idea… Nada, en círculos concéntricos, muestra un negro universo individual, familiar y social deudor expreso del conflicto guerracivilista. El título de la novela -de resonancias sartrianas- y el desasosiego, la desubicación y el pesimismo que la experiencia y el punto de vista de la joven Andrea propiciaron que Nada -un relato, también, sobre la pérdida de la inocencia y el tránsito a la madurez- recibiera, muy en consonancia con la época, el calificativo de existencialista.

Sombra y retiro

Carmen Laforet tardó siete años en volver a editar otra novela (La isla y los demonios), publicó después tres novelas largas más, así como novelas cortas y libros de cuentos y otros. Pero en la memoria o, si se prefiere, en el imaginario colectivo Laforet, como ha sucedido con otros escritores, ha quedado como la autora de una única novela, Nada, sin duda porque su enorme impacto dejó en penumbra el valor de otras obras.

Además, como es ya sabido y ha sido profusamente estudiado -léase el libro Una mujer en fuga, de Anna Caballé e Israel Rolón-, Laforet pasó muy pronto a una zona personal de sombra y retiro, debido a su rechazo de las consecuencias del éxito, a su incomodidad respecto a la sociedad literaria y al conjunto del escenario social franquista, todo ello avivado o interrelacionado con sucesivas y concordantes crisis personales y de identidad -también como esposa y madre-, que le llevaron a una conversión al catolicismo de la que da cumplida noticia en una de sus novelas, La mujer nueva (1955).

Esta novela está dedicada –"con agradecimiento, con mi gran cariño, como madrina mía de confirmación"- a la tenista, periodista y escritora Lilí Álvarez, una de las mujeres con las que mantuvo -como con Elena Fortún- una estrecha amistad íntima y epistolar, lo que ha provocado indagaciones sobre la naturaleza de su sexualidad. Destino anuncia la inminente publicación de El libro de Carmen Laforet. Vista por sí misma, en el que el escritor Agustín Cerezales Laforet evoca a su madre.

Portada de 'El libro de Carmen Laforet. Vista por sí misma', de su hijo Agustín Cerezales Laforet.

Portada de 'El libro de Carmen Laforet. Vista por sí misma', de su hijo Agustín Cerezales Laforet. Editorial Destino

Figuras superlativas de la literatura española en el exilio como Juan Ramón Jiménez, Ramón J. Sender -ambos por carta- y Francisco Ayala dedicaron tempranos elogios a Carmen Laforet y a Nada. Azorín lo hizo desde el interior. Pero no todo fueron alabanzas. El catedrático Santos Sanz Villanueva, en su imprescindible estudio La novela española durante el franquismo (Gredos) -en el que se ocupa ampliamente de Laforet-, recuerda un desafortunado y significativo artículo de Jorge Semprún ("Nada". La literatura nihilista del capitalismo decadente), en el que, entre otras cosas, decía: "A la clase obrera, al campesinado, a las fuerzas populares, ya en lucha contra el franquismo, no sirven obras como NADA". Semprún y los intelectuales del PCE propiciaban por entonces una novela realista y de denuncia política directa que, sólo en parte, se materializaría después, acosada por la censura, en las obras de algunos escritores de la citada Generación de los 50: Armando López-Salinas (La mina), Jesús López Pacheco (Central eléctrica), Antonio Ferres (La piqueta) …

Dos películas

Tal vez fuera el éxito de la novela, amén de su calidad, lo que llevó a Edgar Neville a producir y dirigir una adaptación cinematográfica de Nada en 1947. O tal vez fuera, a la vez, el entusiasmo y el ojo clínico de su pareja, la muy cultivada actriz y escritora Conchita Montes, que se ocupó -según los títulos de crédito- de la "ambientación cinematográfica y diálogos". Conchita Montes, aunque tenía 32 años, también interpretó a la joven estudiante Andrea.

Cartel de 'Nada', la película de Edgar Neville de 1947.

Cartel de 'Nada', la película de Edgar Neville de 1947. Filmaffinity

Nada, la película, por conservar y, en algún sentido, potenciar con lo explícito de las imágenes, la crudeza y oscuridad de la novela, ha quedado como una película atípica y aislada en la filmografía de Neville, cineasta, novelista y dramaturgo reputado principalmente por su humor y por su personal toque para la comedia (La vida en un hilo, El baile…) y, en todo caso, por un neorrealismo mucho más suave (El último caballo) que el bronco y dramático realismo de su versión de Nada.

La censura dejó pasar la novela, pero Neville, por si acaso, tomó -o le sugirieron que tomara- algunas cautelas. La visión de la familia era tan antagónica a la entonces propiciada por el nacionalcatolicismo que Neville, por ejemplo, evitó mostrar el sangriento suicidio de Román con una navaja de afeitar y lo convirtió en una caída fortuita por el hueco de la escalera en una persecución.

La película de Neville -con música de sardanas del compositor Juli Garreta- no es redonda, ni mucho menos, pero contiene, entre otras virtudes, excelentes interpretaciones y, sobre todo, crea una atmósfera expresionista, opresiva y agobiante en el sobrecargado y desordenado piso de la calle Aribau, siempre aplastado por los techos que la cámara muestra, que mostrar los techos, caramba, no fue una exclusiva de Orson Welles.

Fotograma de la película 'Nada' (1947), con Fosco Guiachetti y Conchita Montes.

Fotograma de la película 'Nada' (1947), con Fosco Guiachetti y Conchita Montes.

La crítica oficial fue hostil a una película tan áspera y desesperanzada, y el público -seguramente asfixiado por las miserias propias de la durísima posguerra- no quiso ir a verla. Fue un fracaso. De todas maneras, la distribuidora Cifesa, que financiaba en parte la película, decidió cortar más de treinta minutos del montaje de Neville, por lo que no es posible valorar la película en su exacta medida.

Lo que pocos recuerdan es que, en 1955, y debido a la difusión internacional de la novela, Leopoldo Torre Nilsson, uno de los grandes maestros del cine hispanoamericano de todos los tiempos (Boquitas pintadas), hizo en Argentina Graciela, una muy libre adaptación de Nada.

En la noche del 6 de enero de 1945, Carmen Laforet ganó con Nada el primer Nadal y las cinco mil pesetas de dotación del premio, durante una cena celebrada en el Café Suizo de Barcelona, tras imponerse por tres votos a dos a José María Álvarez Blázquez. El gran derrotado de la noche, entre los veintiséis escritores presentados, fue nada menos que César González Ruano, que se creía ganador y tuvo muy mal perder.

Cartel de 'Graciela', la película de Leopoldo Torre Nilsson de 1956.

Cartel de 'Graciela', la película de Leopoldo Torre Nilsson de 1956.

Nada revolucionó las letras españolas y Carmen Laforet, sin duda, abrió paso a una generación de mujeres escritoras. En los quince años siguientes, Elena Quiroga, Dolores Medio, Lluïsa Forrellad, Carmen Martín Gaite y Ana María Matute ganaron también el Premio Nadal.

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