Autorretrato de Forges.

Autorretrato de Forges.

OBITUARIO

Forges, el autorretrato de España

A través de sus chistes, fue capaz de retratar España en directo, día a día, a la vez que los españoles vivían su vida.

22 febrero, 2018 13:30

Solo los grandes artistas son capaces de inventarse un mundo como escenario de su obra. Forges lo hizo inspirándose en la realidad que le rodeaba y, muchas veces, contagiando esa misma realidad con sus invenciones. Ese mundo, con personajes únicos y con idioma propio, se convirtió en el espejo de España. A través de sus chistes, fue capaz de retratar España en directo, día a día, a la vez que los españoles vivían su vida. Así, consiguió realizar un monumental fresco del país, de la vida cotidiana y la política, sin el que no sería comprensible la historia de España del último medio siglo.

Muere Forges, el dibujante que hizo de la actualidad un chiste serio

Hasta tal punto su arte se funde con la realidad, que resulta difícil discernir qué parte de la obra de Forges está inspirada en su entorno, y qué parte de su obra ha impregnado el entorno. Tuvo la habilidad de convertir los cuarenta años de dictadura en los forrenta, a España en país y al español en Blas o Mariano. Hasta de las situaciones más trágicas sacaba punta. Por eso resulta natural imaginarse hoy a Antonio inventando un chiste sobre su propia muerte: A bordo de una nube, con aureola y alas, como a él le gustaba dibujar a los muertos.

Era un chistoso, sí, pero un chistoso muy serio. Inventó todo un vocabulario que daría para un diccionario entero. A él se le atribuye la invención de palabras tan incorporadas a nuestra vida como bocata o tocata, ya incluidas en el diccionario de la Real Academia. Y que, siguiendo la estela, adoptáramos términos como sociata, segurata o drogata. A él debemos también conceptos como el muslamen, gurtélidos, esforciar, sactamente, acojonéibol y tantos otros, que usamos de modo natural.

La fauna celtíbera

Pero si fue creativo en la invención de un lenguaje propio extraído del que se hablaba en la calle, lo fue más aún si cabe al crear retratos, auténticos estereotipos, de los españoles a lo largo de la historia reciente, un exhaustivo catálogo de la fauna celtíbera: Blas y Concha (la gordísima señora que hoy sería políticamente incorrecta) serán ese matrimonio agotado que malvive en la rutina; los esforzados compañeros de oficina Romerales y Mariano (nada que ver con Rajoy); el facha ya se encarnarás siempre en el tipo de gafas oscuras y bigotillo creado por él; lo mismo podríamos decir de las viejas del pueblo Cosma y Blasa; del funcionario larriano; de los Blasillos; el yuppy con foulard; el pijo con loden; el náufrago filósofo; el concejal con banda conmemorativa; el progre con bufanda; el forracho que se confiesa en la barra; el futbolero amante del sillonball … En fin, nosotros mismos. Tan identificados estamos con cómo nos representaba que es difícil encontrar una oficina en España que no esté adornada por un chiste suyo.

Contaba Forges que cuando le transmitió a su padre que quería ser dibujante, este le dio la aprobación con una sola condición: que sus dibujos fueran únicos, que se pudiera saber que eran suyos a un kilómetro de distancia. Forges consiguió con creces ser inconfundible y hoy se le distingue a la legua, porque su mundo es único e inimitable.

Madrileño de nacimiento y militante, incorporó a su acervo cultural la herencia de su madre catalana y su padre gallego. De hecho, su seudónimo Forges es la traducción catalana de su apellido Fraguas. Aunque siempre tuvo en mente el humor gráfico, realizó estudios de Ingeniería de Telecomunicación y de Ciencias sociales. Comenzó con solo 14 años a trabajar como técnico en TVE. En 1964, publicó su primera viñeta en el diario Pueblo. Colaboró con Diez Minutos y el diario Informaciones, donde Jesús de la Serna fue el primer director en encargarle lo que entonces se llamaba el chiste editorial. No consiguió vivir de las viñetas hasta 1973, año en que ya pudo abandono su trabajo en TVE, donde había hecho grandes amigos como Jesús Hermida.

El fin de los forrenta años

Es la llegada de la transición democrática la que da el empujón definitivo al joven artista. De ideología progresista, identificado casi siempre con el PSOE, se implicó en las publicaciones que florecieron bajo el ligero respiro que supuso el llamado espíritu del 12 de febrero: Primero en Hermano Lobo, El Jueves y Por Favor; más tarde, Interviu, ya muerto el dictador.

Coincidiendo con el triunfo socialista en 1982, volvió a la prensa diaria en Diario 16, dirigido por Pedro J Ramírez, quien para Forges ya siempre sería ‘El baranda’, incluso cuando ya no trabajaba con él. Solidario y comprometido, cuando en 1989 es cesado el director, dejó en blanco su viñeta, al igual que harían sus prohijados y ya colegas Gallego&Rey. Ese mismo año, formó parte del equipo fundador del diario El Mundo. Se implicó a fondo en la creación del periódico y de la sección de Infografía e Ilustración, encabezada por Mario Tascón y Ricardo Martínez.

Forges era un enamorado de las redacciones. Se movía como pez en el agua, de mesa en mesa, de despacho en despacho, levantando motines o participando en la línea editorial. Era difícil verle trabajar, sentado en la mesa de dibujo, probablemente porque eso era lo de menos. Lo importante era mirar, observar, hablar, bromear hasta la extenuación que es cuando surge la idea brillante. Su creatividad resultaba desbordante. No sólo pensaba en su viñeta del día. Continuamente ofrecía ideas sorprendentes, innovadoras, rupturistas: que si un suplemento verde –siempre tuvo una gran conciencia ecológica-, que si publicar viñetas en portada, que si adornar la cabecera con flores…

El padre de una generación de dibujantes

Nunca dejó de ser niño. Cuando estaba en el periódico no daba la sensación de estar trabajando. Parecía que siempre estaba jugando, tramando travesuras, como el niño que era, como el personaje de sí mismo que fue. Cuando uno hablaba con Forges, tenía la increíble sensación de estar formando parte de una de sus viñetas.

Es conocido bien el Forges solidario, al frente de todas las causas: contra la Guerra, por los damnificados del terremoto de Haití, por la igualdad de la mujer... Siempre fue un activista; para un jefe, era una pesadilla porque continuamente estaba encendiendo la redacción. Menos conocida fuera de los periódicos es su implicación en el descubrimiento de nuevos talentos. Siempre estaba con los más jóvenes, enseñando, interesándose por sus penurias. Baste un ejemplo. Le escribió a El Mundo un joven peluquero de Bilbao, de apenas 18 años, que hacía dibujos muy singulares. Inmediatamente captó su talento. Le pagó el viaje a Madrid, le buscó alojamiento y lo incorporó a El Mundo. Gorka Sampedro pasó en una semana de cortar el pelo a ser viñetista de un periódico nacional gracias a Forges. No fue el único. Las redacciones están llenas hoy de hijos artísticos de Forges.

Incómodo por la línea del periódico, muy crítica con Felipe González –a quien Forges siempre admiró-, en el verano de 1995 aceptó una oferta imbatible de El País, periódico en el que estaría publicando hasta el mismo día de su muerte.

Y Blas se afeitó el bigote

Fue un amante de las nuevas tecnologías, de Internet y de las redes sociales. En una entrevista en el propio El País llegó a asegurar: “Yo no me siento emigrado a una nueva cultura, yo soy parte de esa nueva cultura. A mí la tecnología no me da miedo y creo que es una de las ventajas que tenemos en la búsqueda de la libertad”. Supo adaptarse a los tiempos él mismo y adaptar a sus criaturas. Los personajes del búnker se actualizaron, las viejas del pueblo comenzaron a combinar el rosario con el wifi, Concha adelgazó y dejó de ser foca a la vez que Blas se afeitaba el bigote.

La obra de Forges, aunque nacida en periódicos y revistas, trascendió la prensa para convertirse en todo un canon cultural. Dirigió dos películas: País S.A. (1975) y El vengador Gusticiero y su pastelera madre (1977). Creó y participó en programas para televisión, entre ellos el reciente y muy exitoso Viaje al fondo de la tele, en el que comentaba las imágenes a través del grafismo. Publicó en 1992 la novela Doce de Babilonia. En radio, participaba habitualmente en No es un día cualquiera de RNE y había colaborado con Luis del Olmo, Gemma Nierga y Javier Sardá, entre otros. Y, sobre todo, fue el autor de una amplísima obra gráfica recogida en decenas de volúmenes, entre los que cabe destacar Los más de la Historia de Aquí (2015), Historia Forgesporánea (1984) o Los forrenta años (1976).

La lista de distinciones es interminable: la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo en 2007, el Premio Nacional de Periodismo, el Premio Latinoamericano de Humor Gráfico Quevedos en 2014 y el doctorado honoris causa en las universidades Miguel Hernández de Elche y Alcalá de Henares figuran entre las más relevantes.

Su desaparición deja un enorme vacío en varias generaciones de españoles a las que nadie como él supo retratar. Amaba a sus personajes porque eran él mismo –son muchas las viñetas en las que se dibuja-, porque eran todos nosotros, con nuestras miserias y nuestras virtudes. Muchísimas veces cutres, pueblerinos y paletos -como la propia España-, pero siempre capaces de reírnos de nosotros mismos.

Antonio Fraguas, Forges, nació el 17 de enero de 1942 en Madrid, ciudad en la que murió el 22 de febrero a los 76 años.

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