Tú y yo, y también el editor Beneditk Taschen, que lo ha seriado en formato libro, sabemos que la sección 36 horas en… (pongamos Kuala Lumpur) del New York Times es el último formato de éxito sindicable en el mundo editorial globalizado. Una sección muy útil para viajeros que no quieren estudiar antes de partir.

Desde esta columna dominical bautizada en homenaje al equipo de baloncesto de Harlem propongo Expatriates 48 Hours Guide (48 horas de la mano de un expatriado) e invito a la dirección del periódico a darle vida, porque hay pocas personas de las que uno se pueda fiar más cuando aterriza en una ciudad que un expatriado ávido de disfrute local.

Se consolide la idea o quede en la ciberespacio, hoy dedico la sección a la guía que un expatriado que ya lleva tres años viviendo en Mexico D.F. y trabajando como director de arte me hace comprobar punto por punto que funciona.

1.- Hazte Fakir. La mejor escuela, si el Bikram Yoga te da sudores, son los semáforos del D.F. Los muchachos ponen un trapo en el suelo con botellas rotas y a pecho descubierto se lanzan en los 60 segundos que dura la luz colorada a restregarse como si no hubiera mañana. A ti te corresponde sufragar los nuevos vidrios con un donativo y un 10% más que es la propina socialmente aceptada en la ciudad.

2.- Contramar. Abierto desde hace 17 años, te recomiendo las mesas de la terraza donde bajo los toldos rayados pasaras revista a la fauna fresa (pija) local bajo el soniquete de un organillo de cilindro alemán. El gorrilla que se turna para girar la manivela y pasar la gorra jura que los 45 organillos (fabricados por Wagner y Levien) que aún quedan en el D.F. los trajo Hitler, pero suena raro porque según a la mesa que vaya también cuenta que así celebraba Zapata sus triunfos por las calles. La contraseña wifi del sitio es su mejor plato, tostadadeatún (en minusculas). Su chef Andrés Barragán no defrauda.

3.- El mercado de Jamaica de Flores. ¿Que te apetecen el domingo unos huevos de huajolote? No hay mejor lugar. Prepara casi un euro por huevo, pero eso no es nada si piensas que algunas de las mujeres que te los vendan han paseado sus trenzas aztecas desde más de cien kilómetros esa mañana. Si te parece poco, un mar de flores que en España nunca olerás pueden adornar por 40 pesos (2 euros) tu salón esa mañana. Para los más atrevidos unos txapulines tostados con chile. Ya te imaginas, saltamontes crujientes y picantosos. ¿Que por qué se llama Jamaica? La respuesta, en la Lonely Planet.

4.- Rejuvenece bailando el danzón. Frente al mercado de artesanía de La Ciudadela, los pinchadiscos no tienen menos de 70 años y les gusta tanto poner música como usar el micro para comentar las mejores jugadas. Le meten tanto reverb a sus palabras, que entre el eco y la nostalgia te sentirás Benjamín Button. No hay carné de baile. Las abuelas te sacan a bailar con un movimiento de cadera que parece un homenaje al Popocatepetl, el volcán local. Irresistible, aunque te consideres un zapatones.

5.- Pan y Circo. Las copas en la puerta no están permitidas, pero el servicio de seguridad es tan amable que no te importa apoyarlas en la barra. Dentro puedes encontrarte bluseando a los Stormy Monday que Jaled, un palestino nacido en el barrio de Hortaleza, me cuenta sin fe ni acento local que telonearon a los Stones. Lo que sí es cierto es que los Stones tocaron esta semana en la ciudad, por las redes circula la foto de mi adorado Charlie Watts, en la puerta de la casa de Frida Khalo en Coyoacan. 118.000 almas. Algunos de los cuales recalan en el Pan y Circo para reponer fuerzas.

6.- Lánzate a buscar gangas en La Lagunilla, junto al barrio de Tepito (cuna de los mejores boxeadores mundiales en peso pluma). Entre la irresistible oferta dominical encontrarás de todo, desde vinilos de cumbia mexicana a menos de 6 euros hasta sillas Acapulco que comprarás pero nunca sabrás cómo llevarte a Europa. Compres lo que compres, estate seguro de que practicarás el complejo deporte de salir con la cartera de casa e intentar regresar sin que tu billetera se haya mudado a casa ajena.

7.- Ve al teatro. Pero no a cualquier teatro. Al Teatro Lúcido, en la colonia de Santa María de la Ribera que ya The New York Times anunció que sería el próximo Williamsburg local. Entre el público, los más chingones (cool) del barrio. A pesar de ser una colonia ruda (peligrosilla) la puerta del teatro siempre está abierta y Moira, que lo dirige, ofrece su hospitalidad más profunda. No es para menos, porque vive arriba. ¿Quieres exponer en el D.F? Busca a Moira.

8.-Un garbeo por Colima, la calle moderna de la ciudad. Olvida los tacos, los aztecas y las maravillas del Museo Antropológico, los mexicanos son muy pero que muy modernos. Date un paseo y pensarás que Brooklyn no lo es todo.

9.- Museo Anahuacalli de Diego Rivera, uno de los lugares más curiosos de la ciudad, con sus colección de objetos prehispánicos. El más divertido el Xoloitzcuintle, el pequeño perro mexicano de Frida y Diego. A los niños por eso en el D.F. les llaman “Escincles”, solo Khalo y Ribera sabe cómo se escribirá.

10.- Zamparse unos tacos al pastor, un roll a lo kebab con piña incluida. Y si te atreves, y tienes el estómago a prueba de diarrea, tacos de lengua, tacos de seso, tacos de ojo (la expresión también se refiere al vistazo que el varón le echa a la mujer del prójimo)… Atrévete, que aquí se come todo, se comen al expatriado que me ayudó a escribir todo esto por los pies, y de postre al que esto escribe.