José Sacristán.

José Sacristán. David G. Folgueiras.

Corazón

José Sacristán, 88 años, sobre la longevidad: "Duermo 10 horas seguidas, no voy al gimnasio y tomo ajos de mi pueblo"

El veterano actor y director de cine relata algunos de sus trucos para mantenerse joven a su edad.

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José Sacristán tiene 88 años, pero camina por los platós con la energía de alguien mucho más joven.

Su secreto mezcla humor, disciplina antigua y una lucidez emocional poco común.

No presume de elixires milagrosos: habla de ajos, de dormir mucho y de no perder de vista al "crío" que fue.

En pleno prime time, cuando le preguntan cómo se mantiene tan bien, Sacristán sonríe y responde con una fórmula tan inesperada como eficaz para generar curiosidad: "El secreto son los ajos de mi pueblo".

"Los ajos de Chinchón son mano de santo", remata, entre la broma y una verdad de fondo: una vida sencilla, sin sofisticaciones, sin postureo wellness.

No sigue dietas de moda ni se machaca en el gimnasio. "Me cuido, pero sin dietas ni gimnasios. No he pisado uno en toda mi vida, salvo en algún rodaje", confesaba en una entrevista.

Y añade una rutina casi ascética: "Desayuno muy poco, un yogur de frutas y un vaso de agua. Nada más".

Hay un gesto radical que el actor señala como uno de los grandes cambios de su vida: dejar de fumar, un hábito que hoy define sin rodeos como una "estupidez" y una "sandez mental".

A partir de ahí, todo se ordena alrededor de algo tan básico como infravalorado: el descanso.

En El Hormiguero contó que duerme "bien por las noches", llegando en alguna ocasión a las 10 horas seguidas, solo levantándose para ir al baño, un lujo de sueño reparador que muchos envidiarían.

Tampoco presume de hazañas deportivas: "Nunca he practicado deporte pero me he cuidado y no he cometido excesos. El mayor alucinógeno que he ingerido ha sido el orujo", bromea, con ese humor áspero tan suyo.

Su verdadera gimnasia es seguir trabajando: a los 88 años continúa en teatro, defendiendo que mientras la "madre naturaleza no vaya jodiendo demasiado", él seguirá en pie.

El otro gran pilar de su juventud es mental. Sacristán habla de una "cordialidad" entre lo que soñó ser y lo que finalmente ha sido: "Esa cordialidad produce un confort que te permite andar por la vida con cierto margen de movimiento y ya son 88 años de margen".

Su receta contra el envejecimiento interior es clara: "Lo mejor que te puede pasar cuando ya llevas unos años es trabajar con jóvenes, estar con jóvenes, compartir con jóvenes".

Detesta la soberbia de quien cree que ya no tiene nada que aprender. "Esto de la vida es un aprendizaje permanente. Pobre de él que piense que ya lo sabe todo", sentencia.

Cómo se cuida Sacristán

Y deja una frase perfecta para titulares y redes: "Lo formidable de todo esto es no perder nunca de vista al crío que fuiste".

Su aparente fortaleza tiene un reverso delicado. Sacristán ha contado que padece labilidad emocional: "Me diagnosticaron una cosa que se llama labilidad emocional... traducido al vulgar quiere decir que tengo un alma de portera que no me la merezco".

"Cualquier alteración de las emociones me provoca problemas capilares, oftalmológicos, dermatológicos... Yo me he llegado a desmayar viendo una película", explica.

Por eso vigila lo que consume, sobre todo la violencia en pantalla: "Tengo que tener un particular cuidado con la violencia, porque tengo cierta incapacidad física para tolerarla".

En esa fragilidad asumida hay también una clave de juventud: la capacidad de seguir sintiendo, de emocionarse, de no blindarse contra el mundo.