Los fármacos para adelgazar se han convertido este año en una auténtica revolución, que culmina con el reconocimiento de la revista Science a los análogos de GLP-1 como el mayor avance científico de 2023. "Como los primeros medicamentos inyectables han tenido tan buenos resultados, cada compañía se ha puesto a desarrollar el suyo", afirma Cristóbal Morales, endocrino de los hospitales Virgen Macarena y Vithas de Sevilla.

La última en recibir el visto bueno de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos fue la farmacéutica Lilly, en noviembre de este año, con la tirzepatida. Esta fármaco, que se comercializa bajo el nombre de Mounjaro, obtuvo una bajada de peso de hasta 15,7 kilos.

Ahora, un nuevo ensayo en fase IV ha corroborado los beneficios que le llevaron hasta su aprobación, con una reducción del peso del 20,6% a las 36 semanas de uso. Estos resultados son mejores que los del popular fármaco Ozempic, que logra reducir hasta un 15% el peso corporal. Como apunta Morales en declaraciones a EL ESPAÑOL, se trata de una nueva generación de fármacos contra la obesidad: "Lo novedoso es la pérdida de peso tan eficaz, nunca antes vista a largo plazo".

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La Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA) del Reino Unido también ha aprobado recientemente el uso de tirzepatida para la pérdida de peso. En nuestro país, sólo la liraglutida y el orlistat están indicados para tratar la obesidad. "Esperamos que [la tirzepatida] llegue a España en 2024", vaticina el endocrino sevillano. La farmacéutica Lilly anunció el pasado mes que la Agencia Europea de Medicamentos (EMA, por sus siglas en inglés) había recomendado la autorización de tirzepatida para el control del peso en adultos con obesidad.

Recuperar el peso perdido

La tirzepatida regula los niveles de insulina y actúa sobre las áreas del cerebro que controlan el hambre y el apetito. De ahí los resultados tan esperanzados que ofrece el citado trabajo, en el que participaron un total de 670 personas. El problema reside en que también revelan los posibles efectos de abandonar el tratamiento.

Así, si quienes continuaron tomando tirzepatida más allá de las 36 semanas perdieron, de media, un 5,5% de su peso corporal. En cambio, aquellos a los que se les sustituyó el tratamiento por placebo recuperaron el 14% del peso perdido. Morales reconoce que no es un porcentaje que le sorprenda para nada: "La obesidad es una enfermedad crónica. Y al igual que la diabetes, cuando se retira un medicamento, hay una pérdida de control".

También subraya que de poco sirve el fármaco si no se acompaña de un estilo de vida saludable y la predisposición del paciente: "No es una solución mágica. Tampoco son fármacos para perder peso, sino para ganar en salud". Pone el ejemplo de la cirugía bariátrica, con la que existe el riesgo de recuperar el peso perdido y, además, "no operan a todo el mundo".

Descarta, eso sí, que este tipo de actitudes sean las que se encuentran en las consultas: "Lo más común es que el paciente acuda con un compromiso de cambio. De hecho, quien no lo tenga, no debería ser candidato a este fármaco". Además, Morales recuerda que se trata de un ensayo clínico, y suele tener un diseño muy cerrado para demostrar la eficacia del fármaco ante las autoridades competentes. "Una vez en la 'vida real', cada paciente es un mundo y los tratamientos son personalizados".

Por eso, como advirtió Alfonso Soto, del Complejo Hospitalario Universitario A Coruña - Endocrinología y Nutrición, a este periódico, para algunos, el tratamiento de la tirzepatida se podría retirar con el tiempo, mientras que para otros será "de por vida".

El mejor 'fármaco'

Morales incide en que los medicamentos no son la solución para hacer frente a la epidemia de obesidad que asola al mundo y, en especial, a España. Según el reciente estudio del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), un 55,8% de la población española mayor de edad presenta exceso de peso, un porcentaje que se sitúa en un 18,7% si nos referimos en exclusiva a la obesidad.

"La mejor opción es la prevención y también hay que dar un paso importante en el diagnóstico de precisión", señala el endocrino. Otro de los puntos a criticar por Morales es el estigma que existe alrededor de esta enfermedad crónica: "Por ejemplo, una persona puede ir a una farmacia a pedir un medicamento para la tensión y no se siente mal. Esto sí pasa con los fármacos para la obesidad", denuncia.

También cree que la revolución que han tenido este tipo de medicamentos en las redes sociales debe ir acompañado de una regulación para evitar que se confunda como una cuestión estética, y no de salud: "La persona con obesidad tiene una enfermedad con mayúsculas y presenta muchas complicaciones".

En este sentido, un estudio publicado en la revista JAMA el pasado año halló un vínculo entre el exceso de grasa corporar en la mediana edad y la calidad de vida a largo plazo. En comparación con los que tenían un IMC normal, los que poseían sobrepeso y obesidad de clase I y II presentaron una mayor carga de morbilidad acumulada. Este último grupo también tuvo una menor esperanza de vida, con una edad media de fallecimiento alrededor de los 80 años.