Un paciente conectado a implantes neurológicos practica el control de un sensor. Neuroscience Stanford.

Un paciente conectado a implantes neurológicos practica el control de un sensor. Neuroscience Stanford.

Salud

Un implante neuronal le devuelve la memoria a pacientes con lesiones del cerebro: "He vuelto a leer"

El proyecto de la universidad de Stanford ha restaurado la capacidad cognitiva de cinco pacientes que sufrieron lesiones neurológicas.

11 diciembre, 2023 02:54

En 2001, la vida de una universitaria californiana, Gina Arata, dio un vuelco trágico. Sufrió un accidente de tráfico que le provocó secuelas neurológicas. "No podía recordar nada", rememora dos décadas después con angustia. "Cojeaba del pie izquierdo, me tropezaba con todo, tenía accidentes todo el rato. Y no tenía filtro, me encolerizaba por cualquier cosa". Tras abandonar los estudios, ni siquiera pudo conservar un trabajo clasificando correos. Entonces, su madre leyó sobre un ensayo con implantes neurológicos en la Universidad de Stanford.

Seleccionada como participante por el laboratorio del profesor Jaimie Henderson, famoso por haber devuelto mediante implantes cerebrales la capacidad a pacientes de ELA de comunicarse, Gina fue intervenida en 2018. El dispositivo estaba programado para sustituir los impulsos eléctricos que habían sido cercenados por el accidente, restableciendo las conexiones necesarias para las funciones cognitivas. Como prueba, le pidieron que enumerara una lista de frutas y verduras, que recitó sin problemas. Cuando desactivaron los implantes, las olvidó de golpe.

Desde entonces, la calidad de vida de la joven y de los cuatro otros participantes ha mejorado enormemente. "Ya no me ponen multas de velocidad", bromea. Ha recuperado un grado considerable de autonomía. "No he vuelto a tropezarme. Puedo recordar cuanto dinero tengo en la cuenta. Había olvidado cómo leer, pero en cuanto me activaron el implante, corrí a comprarme un libro nuevo. Lo leí, me encantó, lo recuerdo. Y ya no tengo tal mal carácter".

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El testimonio acompaña la descripción de la nueva técnica que publica hoy Nature Medicine. "Hay muy pocos recursos en general para tratar a estos pacientes", valora Henderson, profesor de Neurocirugía en Stanford. Sin embargo, el hecho de que estos pacientes que emergieron del coma hayan recuperado considerablemente las funciones cognitivas sugiere que se han preservado ciertos mecanismos cerebrales. Estos serían los implicados en el ciclo de sueño/vigilia, la capacidad para mantener la atención en una conversación o la habilidad para realizar una tarea.  

Todas estas operaciones tienen una región cerebral en común, el tálamo, descrita como una "estación repetidora" que reenvía las señales a lo ancho del córtex, la capa exterior del cerebro que regula las funciones cognitivas más desarrolladas. "Para nuestros pacientes, esas conexiones seguían intactas en gran medida. Pero todo se había desregulado", explica el especialista. "Es como si hubiera habido un apagón y no hubiera suficiente tensión como para reconectar la electricidad".

"El núcleo central lateral del tálamo está optimizado para controlarlo todo de forma general", explica a su vez Nicholas Schiff, profesor de Medicina de la Universidad de Cornell y coautor del trabajo. "Pero es vulnerable a las lesiones mutifocales. Tiende a llevarse peores golpes, porque le vienen de cualquier lado". Sin embargo, los investigadores consideraron que estimular esta región podría reactivar las conexiones perdidas y "encender las luces" de nuevo.

La principal dificultad fue elegir el lugar en el que se insertaría el implante, porque cada cerebro tiene una configuración diferente, y las heridas que habían sufrido los participantes lo complicaban. Primero se creó un modelo virtual de cada uno, que les permitió identificar el lugar y el nivel de estimulación que activarían el núcleo central lateral. "Es importante apuntar bien. Un error de unos pocos milímetros y ya estarías fuera de la zona de efectividad", advierte Henderson.

Una vez implantado, los pacientes activaron sus dispositivos doce horas al día durante los tres primeros meses. Se registraron sus progresos en velocidad de procesamiento mental mediante un test en el que tenían que conectar letras y números mediante líneas. A los 90 días, habían incrementado su velocidad cognitiva un 32% de media, superando de largo el 10% que esperaban los investigadores. En casa, volvieron a realizar actividades que antes les eran imposibles, como leer, ver la televisión, jugar a videojuegos o terminar los deberes.

Asimismo, notaban menos somnolencia diurna y tenían menos necesidad de echarse siestas. El ensayo fue tan efectivo que tuvieron problemas para la segunda fase: la mitad de los participantes tendría que haber apagado su implante, pero dos de ellos se negaron, temiendo perder todo lo recuperado. Los tres restantes accedieron y uno de ellos fue escogido al azar para apagarlo. Transcurridas tres semanas, su velocidad cognitiva había descendido un 34%. 

"Este es un momento pionero", celebra Schiff. "Nuestro objetivo será ahora realizar los pasos sistemáticos que permitan transformar este ensayo en terapia. Los indicios son lo suficientemente fuertes como para que hagamos todos los esfuerzos en nuestra mano", concluye.