Marcos Hourmann fue condenado a 10 años de cárcel por ayudar a morir a una paciente con cáncer terminal.

Marcos Hourmann fue condenado a 10 años de cárcel por ayudar a morir a una paciente con cáncer terminal.

Salud Entrevista

Hourmann, primer médico condenado en España por la eutanasia: "Lo perdí todo menos mi dignidad"

"Fue el mejor acto médico de mi vida" / "Se puede creer en Dios y estar a favor de la eutanasia" / "La eutanasia no debería tener color político" / "La 'cultura de la muerte' es prolongar la agonía de un paciente grave".

18 marzo, 2023 03:07

Cuenta Marcos Ariel Hourmann que él siempre tuvo el umbral de sufrimiento bajo, pero desde que pasó la Covid lo tiene bajísimo. "A Yolanda [su mujer] le tengo dicho: 'Yo no voy a hacer que me limpies el culo'. No, no, yo me voy a ir rápido. No me soportaría a mí mismo". Hourmann, que cumplirá 64 años en octubre, repetirá la palabra "sufrimiento" una quincena de veces a lo largo de esta entrevista. "No es necesario sufrir de más", dice. "El sufrimiento no tiene sentido cuando se hace insoportable", repite.

Este argentino de aspecto bonachón y voz grave es el primer médico condenado en España por practicar la eutanasia. Un día, hace 18 años ya, decidió atender las súplicas de Carmen, una paciente de 82 años con un cáncer terminal, y de su hija. Tras un primer intento de aplacar el dolor, le inyectó una dosis de cloruro potásico y la ayudó a morir. El hospital lo denunció y le cayeron 10 años por homicidio, aunque nunca entró en la cárcel gracias a un pacto con la Fiscalía: se declaró culpable, le redujeron la condena a un año y consiguió no ser inhabilitado como médico. 

El 18 de marzo de 2021, hoy hace dos años exactamente, Hourmann vio cómo España se convertía en el quinto país del mundo en regular la eutanasia. El recuerdo de Carmen aparecía en su mente inevitablemente. Hoy, 18 de marzo de 2023, 18 años después de la muerte de aquella paciente que le cambió la vida y tras más de 180 representaciones de la obra de teatro en la que él mismo narra su descenso a los infiernos -Celebraré mi muerte-, asegura que nadie le debe nada. "Absolutamente nada". Lo suyo fue "un acto de amor".

Se cumplen 18 años desde que decidiese inyectar cloruro potásico en una paciente de 82 años que no quería vivir más. ¿Cómo fue aquel día?

Lo recuerdo como un día más. Fue un día más hasta la segunda llamada de la enfermera, cuando me dijo que Carmen seguía mal, que no mejoraba. Después de una primera petición a la que no hice caso y tras intentar sacarla adelante, el sufrimiento se hizo insoportable, tanto de la paciente, que estaba inconsciente, como de la hija. Y ahí, cuando volví, en ese momento, ante la petición de la hija de que su madre no sufriera más, que no podía verla así, actué de esta manera. 

¿Cómo lo recuerdo en general? Fue un día diferente al final de la guardia. Estaba tranquilo con lo que había hecho. No con una tranquilidad absoluta, pero mi día siguió de forma normal.

¿Qué le ocurría concretamente a Carmen?

Tenía un cáncer de colon en el ángulo transverso esplénico, el ángulo izquierdo alto del abdomen, con un infarto agudo de miocardio extensísimo, con muy poco músculo cardíaco viable, con una hemorragia digestiva baja sangrando profusamente y una diabetes muy descompensada. 

¿Fue un acto impulsivo?

No, no, ni muchísimo menos. Fue el acto de entender que el sufrimiento humano no tiene sentido cuando ya la medicina no llega. Cuando hay una enfermedad incurable. Cuando hay un pedido explícito de acabar con un sufrimiento que hace la vida insoportable. Después de actuar como médico, actué como ser humano. Nunca pensé en las consecuencias. Nunca. Nunca me imaginé que el propio hospital me iba a denunciar. No calculé las consecuencias que tendría este hecho.

Si las hubiese calculado, si en ese momento tan crucial y difícil hubiese pasado por mi mente la posibilidad de que sucedería todo lo que vino después, no lo habría hecho. Sería muy hipócrita decir que lo volvería a hacer después de todo lo que nos pasó a mí y a mi familia. Yo no soy ningún kamikaze. No voy de víctima ni de victimario. Pero obviamente no lo volvería a hacer si hubiera sabido todo lo que nos hemos comido injustamente. Esto no tiene nada que ver con que fue el mejor acto médico que hice en mi vida. Lo volvería a hacer en cuanto a principios y convicción, pero después de todo lo que he pasado me lo tendría que volver a pensar. 

Suena contundente eso de "fue el mejor acto médico que hice en mi vida".

Por supuesto. Yo he hecho muchas cosas bonitas como médico: operar un bypass coronario, salvar vidas de gente en la calle… Todo eso es maravilloso. Pero el acto en sí mismo de entrega de mi propia vida, de hacer algo ante la petición explícita de un paciente, de calmar un sufrimiento humano de esta manera, obviamente fue un acto médico humano de los mejores que hice. Sin ninguna duda. Con la paradoja del enorme costo personal que ha tenido en mi vida.

Marcos Ariel Hourmann, médico y defensor del derecho a morir dignamente.

Marcos Ariel Hourmann, médico y defensor del derecho a morir dignamente.

¿Cómo reaccionaron sus compañeros del Hospital de Mora d’Ebre? 

Yo se lo comenté a la jefa de Urgencias al día siguiente, esperé a los internistas para comentarles el caso porque estaban reunidos, y no pasó nada hasta dos meses después, cuando el hospital, de repente, decidió denunciar. 

Ahí empieza su calvario.

Sí, a los dos meses de saber que había pasado esto, el hospital me pide que no vaya a mi trabajo y a partir de ahí, un viernes por la noche me denuncian en la comisaría de Gandesa.

Le pidieron 10 años de prisión por homicidio imprudente.

Recuerdo ese día y fue… ¡Uff! Tuve una crisis hipertensiva con un dolor torácico que se me estaba infartando. Fue el único día que no fui a trabajar como médico. Pero porque no podía. Esto sucede en 2007. Cuando tú vives una situación así, no te la crees. ¿Cómo puede ser que alguien me tilde de asesino? Es muy duro. Lo que yo hice fue ilegal. Yo asumo eso. Pero de ahí a tratarte como un asesino… Fue una bomba para mí. Se me cayó el teléfono de las manos. Yolanda [su mujer] me miró a la cara al recibir la llamada de mi abogado y pensó que era una pésima noticia. Mi cara creo que se transformó en dolor, tristeza, impotencia, rabia… Fue horroroso.

Ha dicho alguna vez que fue un "acto de amor" que acabó convirtiéndose en una "pesadilla".

A partir de la denuncia del hospital se inició un proceso judicial que siguió la Fiscalía. Yo estaba trabajando en otros dos sitios. Hubo una situación personal de revelación de información en un proceso bajo secreto sumario, así que decidí no seguir aquí e irme a trabajar a Reino Unido.

Allí comienza una nueva vida hasta que aparece su cara en 'The Sun' con el titular "Dr. Kill".

Exacto. En 2010, alguien me denuncia de forma anónima y sale la portada del diario 'The Sun'. Habíamos alcanzado un acuerdo en marzo de 2009, llevaba cuatro años y medio trabajando en Reino Unido. Y de repente… 

¿Y quién contó eso a 'The Sun'?

Ojalá lo supiera. No lo sé. Nunca lo sabré salvo que gane un millón de euros en el Euromillón y pueda ir a 'The Sun' y pagarle. Tengo mis sospechas pero no tengo ninguna prueba para culpar a nadie. Es una denuncia anónima. Alguien vendió mi historia por 10.000 libras. 

¿Qué sintió al ver esa portada?

Fue tremendo. Muy triste. Mi familia y yo nos estábamos recuperando económica y profesionalmente. Yo había estado superbien, tranquilo, me sentía reconocido, y de repente, cuando llega la noticia a 'The Sun' pierdo los tres trabajos que tenía. Con 50 años, me toca empezar de nuevo. Decía: "¿Pero cómo puede ser? ¿Cómo puede ser esto otra vez? ¿Qué pasa aquí?". Sí, hay gente que hace cosas feas. 

¿De dónde viene esa sentimiento a favor de la eutanasia?

Yo no soy un activista de la eutanasia. Yo soy un activista de la vida. La vida es hermosa y bella, pero no es necesario sufrir de más. Los seres humanos sufrimos demasiado durante el transcurso de la vida. Todos tenemos problemas. Todo el mundo sufre. Todo el mundo pierde a alguien que ama. Todo el mundo se puede divorciar. Hay momentos de sufrimiento que son inherentes a la vida, que son incontrolables. Pero cuando el sufrimiento es absolutamente innecesario, porque así lo crees, porque tú crees que hay que pararlo; porque tienes una enfermedad incurable, terminal, grave, degenerativa, y ese sufrimiento se transforma en insoportable, tú tienes la potestad y la libertad de decidir hasta cuándo, cómo, con quién y dónde vas a soportarlo. Y es fantástico poder tener esa potestad. 

¿De dónde viene todo esto? De mi formación personal como individuo y como persona. Esto no es de un día para otro. La vida es realmente bella a pesar de toda la mierda que uno pueda tener. Y si al final de la vida tú puedes parar ese dolor y preparar el final que quieres, con la gente que quieres, es una gran oportunidad para la gente que se lo plantea y que quiere morir con el menor sufrimiento posible. Cuando el sufrimiento después de equis años o equis días es insoportable y dices: "Hasta aquí llego yo". No es la única vía, no es la única forma, pero si algunos deciden que el sufrimiento tiene un "stop", por qué no usarlo. 

Se cumplen dos años desde que el Congreso de los Diputados aprobase la ley de la eutanasia. ¿Qué valoración hace de su aplicación desde que entrase en vigor?

Creo que bastante positiva. Los últimos datos hablan de 190 eutanasias realizadas en toda España, con un mayor porcentaje en el País Vasco y en Cataluña. Está funcionando bien. Algunos pacientes se quejan de que el proceso es lento, pero yo creo que es correcto y que la ley está funcionando de una forma bastante seria, sin errores y positivamente. 

Marcos Hourmann durante la representación de la obra 'Celebraré mi muerte'.

Marcos Hourmann durante la representación de la obra 'Celebraré mi muerte'.

¿Usted podría aplicarla ahora?

Sí. Yo nunca paré de trabajar como médico porque nunca fui inhabilitado. Ése era el acuerdo al que llegamos con la Fiscalía. Yo he estado trabajando continuamente como médico.

¿Y la aplicaría?

Si las condiciones se dan y se cumplen los requisitos de la ley, si estoy en una situación hospitalaria óptima y me lo piden, obviamente que la aplicaría. Pero no se me ha vuelto a presentar una situación así. De hecho, cuando lo hice fue la primera vez que me pidieron morir.

¿Se puede creer en Dios y estar a favor de la eutanasia? 

Sí. Por supuesto. Que yo crea en Dios no significa que en un momento determinado de mi vida no pida morir como yo quiera y cuando quiera. Eso depende del ser humano. De la misma manera que el que cree en Dios y quiere morir bajo los designios de Dios. A esas personas nadie puede imponerles lo contrario. Si consideras que la eutanasia no va en contra de tus creencias religiosas, de tu fe y de tus sentimientos, y puedes optar a ello, cualquier ser humano podría hacerlo. Y al revés: aquella persona que es una ferviente defensora de la eutanasia y llega su momento y dice que no, que prefiere llegar a las últimas consecuencias de tipo terapéutico, por supuesto que nadie le va a decir que no puede. El problema era antes, cuando había personas que sufrían mucho y tenían que esperar a decisiones médicas, judiciales, políticas para poder acabar con ese sufrimiento.

En nuestro país parece que estar a favor o en contra es una cosa de izquierdas o de derechas. 

Yo creo que la eutanasia no debe tener ideología política. Esto no debe ser algo de izquierdas o de derechas. Es una decisión del ser humano más allá de sus ideas políticas. Los políticos defienden una postura en base, seguramente, a sus convicciones políticas. Pero los políticos, algunas veces, no tienen nada que ver con la ciudadanía. Hay gente que los vota, de izquierdas y de derechas, que opina lo contrario. Que yo sea de Vox no debería condicioname a la hora de pedir la eutanasia si así lo quiero. Sin embargo, puede suceder. Esto es un problema partidista que no tiene nada que ver con el derecho. El derecho a la eutanasia es universal para todos los españoles y no tiene ningún color político para mí.

Precisamente Vox se ha referido muchas veces a la eutanasia como la "cultura de la muerte".

La eutanasia no es la "cultura de la muerte". Yo no lo veo así. Otros pueden decir que la cultura de la muerte es mantener a un paciente grave prolongando su agonía. Yo respeto absolutamente lo que puedan decir unos y otros, pero estoy convencido de que la eutanasia no es la "cultura de la muerte", sobre todo porque se practica bajo una realidad científica. 

Los casos en los que se permite la eutanasia están regulados por una ley que es garantista. La ley cumple con los requisitos fundamentales: tener un documento de voluntad anticipada, una capacidad mental intacta y sufrir una enfermedad incurable donde la ciencia ya no llega… Después de eso, ¿qué queda? ¿Qué queda cuando ya no hay quimioterapia, cuando ya no hay cirugía, cuando ya no hay nada y sí una petición de "yo no quiero seguir en este estado"? Eso es algo absolutamente maravilloso en cuanto a la libertad. Aquí nadie mata a nadie. Aquí hay una voluntad de decir "basta" ante una enfermedad grave.

El médico no es el "gestor de la muerte" como dijo el presidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos. No, hombre, no. Quien gestiona la muerte es la vida misma que te tocó vivir con un cáncer de páncreas o con un infarto agudo de miocardio. Es la vida misma. ¿Quién decide que hoy nos encontremos en un estado de salud espléndido y mañana nos detecten un cáncer de páncreas? ¿Quién decide eso? ¿Lo decide el médico? ¿Decide el médico que ese cáncer de páncreas te mate en cosa de un año vomitando y amarillo? No. El médico es el que gestiona, respetando la voluntad del paciente, que alguien pueda tener un final controlado, algo que me parece muy importante. 

Hace unas semanas se publicó que el 1,3% de los sanitarios españoles (unos 9.300 médicos) se niega a practicar la eutanasia. ¿Entiende la objeción de conciencia de tus compañeros?

Totalmente. Faltaría más. ¿Pero sabes por qué? Por el mismo sentido de la libertad que tengo para aquellos que deciden que quieren morir. De la misma manera, con esa amplitud de mente entiendo que haya médicos que están en contra del ejercicio de la eutanasia. Ahora, las instituciones hospitalarias sí están obligadas a tener profesionales que ejerzan este derecho. Es un derecho que debe garantizarse. Aquellos médicos que no lo hacen por convicciones personales, ningún problema. Yo los respeto. Pero la institución está obligada a ofrecer ese servicio y esa prestación.

¿Mantiene el contacto con la familia de la mujer a la que ayudó a morir? 

No. El día del juicio y de la presentación de pruebas sí estuvo la hija de Carmen con su nieta. Se mostraron muy contentas de que hubiera un acuerdo. Siempre se preguntaron qué estaba pasando. De hecho, hubo un comentario del hermano de la hija de Carmen, que vino al final del proceso, en el que dijo que yo sólo hice lo que me habían pedido.

Lo cierto es que representé la obra de teatro en Tarragona y en Reus y no sé si vinieron a verla. ¿Por qué? Hubo tanto respeto humano por ambas partes, tanto fue el entendimiento entre nosotros, que siempre se han mantenido de forma discreta. Yo siempre he respetado esa discreción. Nos hemos respetado tanto que ninguno de los dos hemos intentado contactarnos. Siempre me lo planteo, pero ese respeto es el que me frena. 

Se lo preguntaba porque su acto marcó un precedente, y no sé si siente que alguien le debe algo, sobre todo después de lo mal que lo pasaron usted y su familia. 

No, no, no. Uff, de verdad que no. A mí no se me debe nada. Yo lo he pasado muy mal. Mi mujer, mi hijo menor y mis hijas, lo hemos pasado muy mal, pero yo no voy de víctima ni de victimario. A mí no se me debe absolutamente nada. Lo perdí todo menos el amor de Yolanda, de mis hijos y mi propia dignidad, que no sé si vale mucho ya, pero no se me debe absolutamente nada.

Y después de todo esto, ¿le tiene miedo a la muerte?

[Se ríe] Yo nunca estuve enfermo. Voy a cumplir 64 en octubre. A los 60 años pasé la Covid de forma grave. Muy chungo. Fue muy complicado. Estuve 25 días ingresado, me operaron porque tenía líquido en la cavidad pericárdica… En fin, lo pasé fatal. No sabía lo que era estar enfermo. Tras esto, fui consciente de lo frágil y lo vulnerable que soy. 

Yo vivo la vida muy intensamente cada día. Así fue toda mi vida. La vida tiene cosas muy buenas y cosas malas. Pero me di cuenta de una realidad: cada día es maravilloso. Hay que vivir intensamente. Ahora no es que tenga miedo, es cautela. Si estaba currando 60 horas por semana, ahora sé que tengo que bajar. Ese episodio me hizo tomarme la vida de una forma más tranquila, de una forma más serena.

También te digo una cosa: si el umbral de sufrimiento antes era bajo, ahora es bajísimo. Si a mí me diagnostican una enfermedad incurable…Siempre digo que a mí se me verá morir en perfecto estado de salud aparente. A Yolanda le tengo dicho: "Yo no te voy a hacer que me limpies el culo". No, no. Yo me voy a ir rápido. Esto de sufrir… No me soportaría a mí mismo. Pero eso va en la personalidad de cada uno. Hay gente que puede amar la vida igual. Pero si yo pasase por una enfermedad irreversible, con mucho sufrimiento, ya no amaría la vida. La vida sería un sufrimiento continuo para mí. Yo no quiero depender de nadie y mucho menos que me cuiden desgastándose cada día. Aunque lo hagan con el mejor amor del mundo. No quiero. No quiero ser una carga. Superaría mi capacidad personal, no estaría preparado para eso.