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Salud Análisis

Fármacos para tratar la obesidad: cómo y cuándo deben utilizarse

La llegada de medicamentos para esta dolencia se ha recibido con esperanza. No obstante, no es algo nuevo y, además, entraña inconvenientes.

5 agosto, 2022 02:43
Manuel Penín Alvarez Federico Mallo Ferrer

El pasado mes de junio, los medios de comunicación dieron a conocer la existencia de un fármaco capaz de producir una pérdida de más del 20% de peso en pacientes obesos. Llamado tirzepatide, ha despertado el interés público por este tipo de compuestos.

No obstante, el uso de fármacos contra el sobrepeso no es nuevo. Si bien la base de cualquier tratamiento es una dieta baja en calorías combinada con ejercicio físico, también existen, desde hace décadas, moléculas que contribuyen a reducir el exceso de kilos.

Actualmente, hay disponibles en España tres medicamentos que han demostrado su efectividad. Por un lado, orlistat, una molécula de administración oral que reduce la absorción intestinal de la grasa de los alimentos. Puede reducir hasta el 4% del peso de partida.

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Por otro lado, se encuentra la naltrexona. Este antagonista opioide, usado en el tratamiento del alcoholismo y para prevenir recaídas de consumo de opiáceos, se combina con bupropión, antidepresivo que se emplea contra el tabaquismo. La acción conjunta de ambos reduce el apetito y logra pérdidas del 5% del peso corporal como media.

Por último, está la liraglutida. De administración subcutánea diaria, mimetiza el efecto de GLP-1 (Glucagon-Like Peptide-1). Este péptido intestinal, que se sintetiza en respuesta a la presencia de alimentos en el tubo digestivo, estimula la secreción de insulina por el páncreas después de las comidas. En el proceso participa otro péptido, el GIP (Glucose-dependent Insulinotropic-Polipeptide). GLP-1 y GIP también generan sensación de saciedad al actuar sobre una región del cerebro llamada hipotálamo. Los pacientes a los que se les prescribe pierden hasta un 7% de peso.

Próximas llegadas

Además, en los próximos meses cabe esperar la incorporación de otros fármacos de este último grupo, llamados incretinmiméticos-incretinas. Un ejemplo es semaglutide, que se administra semanalmente por vía subcutánea y ha demostrado reducciones de peso de hasta el 14%.

En cuanto a tirzepatide, la molécula que ha llamado recientemente la atención, tiene un efecto dual: actúa al mismo tiempo sobre los receptores cerebrales de las incretinas GLP-1 y GIP, regulando la sensación de apetito. Se espera que esté también disponible en España a medio plazo, así como otras moléculas actualmente en desarrollo.

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No obstante, hay que considerar que los fármacos para tratar la obesidad no son inocuos. Mientras que orlistat puede causar flatulencia e incontinencia fecal, naltrexona/bupropión en ocasiones provoca náuseas, estreñimiento, cefalea e insomnio, y no debe administrarse a personas con ciertos trastornos psiquiátricos.

Las incretinas (liraglutide, semaglutide y tirzepatide) tienen, por su parte, una efectividad variable: en algunas personas producen efectos notables y en otras resultan completamente ineficaces. Además, provocan náuseas y vómitos, y están contraindicadas en personas con enfermedades del páncreas.

¿Cuándo deben usarse?

Aunque pueden ser de gran ayuda, los fármacos siguen siendo un complemento en el tratamiento de la obesidad. La actividad física es especialmente relevante, ya que tanto los medicamentos como la dieta disminuyen también el agua corporal y la masa muscular. Sólo el ejercicio permite preservar el músculo y que las reducciones del peso se produzcan principalmente a expensas de la grasa.

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Hay que enfatizar que el tratamiento de la obesidad se debe realizar bajo supervisión médica. Entre otros factores, tendrá en cuenta el Índice de Masa Corporal (IMC), que se calcula dividiendo el peso de una persona (en kilos) por su talla (en metros) al cuadrado. El uso de fármacos puede ser adecuado cuando el IMC es igual o mayor de 30 kg/2;  o si es superior o igual a 27 kg/m2; y la persona sufre diabetes, hipertensión o hipercolesterolemia.

Por el momento no contamos con fármacos que hayan demostrado pérdidas mayores que el 20% del peso corporal. En los casos en los que es necesario conseguir descensos superiores, la cirugía gastrointestinal es una opción terapéutica. Está indicada cuando el IMC es igual o mayor de 40 kg/m2; o en casos de IMC igual o mayor de 35 kg/m2; si el paciente tiene diabetes, hipertensión o hipercolesterolemia.

Ante la pregunta de si existe un tratamiento para bajar de peso sin cambiar los hábitos de vida, la respuesta es no. Los fármacos y la cirugía pueden ser un buen complemento de la dieta y el ejercicio físico en determinados casos de obesidad, pero por sí solos no solucionan esta patología.

The Conversation

*Manuel Penín Álvarez es especialista en endocrinología y nutrición en el SERGAS Servizo Galego de Saúde.

*Federico Mallo Ferrer es catedrático de Fisiología- Endocrinología, en el Centro de Investigaciones Biomédicas-Universidade de Vigo.

**Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation