Evitar la sal se ha convertido en uno de los mantras más usados de los médicos para cuidar el corazón de sus pacientes. Ante el mínimo indicio de presión arterial alta se conmina a decirle adiós a este elemento fundamental para darle sabor a los alimentos. Sin embargo, un nuevo estudio concluye que su restringir su consumo no impacta positivamente en los pacientes con insuficiencia cardíaca.

La OMS recomienda no superar los 5 gramos de sal diarios. Uno de los dos elementos que la forma, el sodio, aunque es un nutriente esencial, cuando se consume en exceso contribuye a la retención de agua, aumentando el trabajo del corazón. La hipertensión eleva hasta un 200% el riesgo de insuficiencia cardiaca.

El estudio, publicado en The Lancet, evaluaba los efectos de reducir el consumo de sal hasta 100 milimoles o 1,5 gramos diarios, por debajo de lo que se conoce como un consumo moderado, en personas con insuficiencia.

Participaron 806 pacientes, a los que dividieron en dos grupos: 409 seguirían la atención médica habitual, y 397 serían sometidos a una dieta restrictiva con el sodio. Tras un año de intervención, el consumo se redujo en este último grupo de 2.286 miligramos a 1.658, algo por encima del objetivo pero bastante por debajo de lo que se entiende por consumo moderado. En el caso de aquellos que recibían la atención médica estándar, también se redujo ligeramente: pasó de 2.119 a 2.073.

Sin embargo, a pesar de esta significativa reducción, el grupo 'sin sal' no obtuvo unos mejores resultados que el del tratamiento habitual: hubo 22 muertes por cualquier causa, 40 ingresos y 17 visitas a urgencias. En el otro grupo hubo 17 muertes, 51 ingresos y 15 visitas a urgencias.

Sin evidencia para eliminar la sal de la dieta

En total, el 15% de los pacientes con la sal restringida y el 17% del grupo de comparación alcanzaron los criterios primarios de evaluación del estudio. Los autores concluyen que, en pacientes ambulatorios con insuficiencia cardiaca, la restricción de la sal no reduce el número de eventos clínicos.

Y es que, a pesar de ser una medida tan popular, no está nada claro su efecto beneficioso en las personas. Una revisión anterior del European Heart Journal explicaba que, si bien hay suficiente evidencia para recomendar que su consumo no supere los 4,6 gramos diarios, no hay estudios de calidad que apoyen reducirlo por debajo de los 2,3 gramos, lo que sería entre una y dos cucharaditas de sal. A pesar de ello, las guías de prevención cardiovascular lo recomiendan.

También recalcaba la complejidad de medir eficazmente la ingesta de sodio. La forma más empleada se basaba en una muestra de orina en ayunas. Además, también ponía problemas para conseguir una reducción eficaz y sostenible del consumo de sal.

Con todo, los autores del estudio publicado en The Lancet, procedentes de 26 centros médicos y seis países distintos (Canadá, Australia, Chile, Colombia, México y Nueva Zelanda), apuntan que la reducción estricta de la ingesta de sal tuvo sus efectos positivos en algunos síntomas como la hinchazón, la fatiga y la tos. Por tanto, la calidad de vida de estas personas mejoró.

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