La barra de un bar repleta de bebidas alcohólicas.

La barra de un bar repleta de bebidas alcohólicas.

Salud Sustancias peligrosas

La gran mentira del garrafón: ni es el tipo de alcohol ni es el precio

1 noviembre, 2018 01:19

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Si nos acercamos al supermercado y vamos a la sección de bebidas alcohólicas, comprobaremos que los precios son de lo más variopinto. Podemos encontrar ron o whisky desde seis hasta cerca de 100 euros. Aunque toda la vida hemos relacionado los precios con la calidad del alcohol, esto no tiene nada que ver. De hecho, quién no ha escuchado durante un duro día de resaca la famosa frase "eso es lo que pasa por beber alcohol barato". Alcohol de garrafón, deluxe, con frutos, sin frutos, envejecido o joven. Da igual. El etanol (más conocido como alcohol etílico) es el mismo en todas las botellas. La resaca depende del grado de alcohol de nuestra bebida y de la cantidad de él que consumamos.

"El alcohol es el alcohol. Todos tienen el mismo efecto nocivo para nuestro cuerpo. Lo que pagamos no es que sea de mejor o peor calidad, porque alcohol solo hay uno. No obstante, existen procesos de envejecimiento o maduración que hacen más sofisticada la bebida y elevan su precio", explica Francisco David Rodríguez García, profesor de la Facultad de Química de la Universidad de Salamanca y autor del libro Alcohol y Cerebro. Según cuenta, lo que importa a la hora de la ingesta de alcohol no es la calidad -porque no hay diferencia entre los distintos tipos- sino la cantidad. "No es lo mismo beber una cerveza que cinco", explica. Sin embargo, Rodríguez se muestra contundente: "Sea mucho o poco el alcohol que entre en nuestro organismo, tiene el mismo efecto nocivo para la salud. No hay que olvidar que se trata de una droga".  

"Cada cuerpo es diferente, puede que una persona beba dos copas de Beefeater y esté como nueva y otra que con una de la misma ginebra ya esté destrozada". La explicación de este fenómeno es sencilla: cada cuerpo es diferente y, por lo tanto, existen múltiples reacciones hacia una misma bebida. "No porque la botella de licor te haya costado 1.000 euros te va a sentar mejor. Eso depende de cómo tolere tu cuerpo la composición de ese licor". El investigador explica que existen distintos tipos de licores, como el de café o el de hierbas, y que dentro de ellos las distintas marcas se elaboran con ingredientes diferentes. Son estas sustancias las que influyen en cómo nos sienta la bebida y no la supuesta calidad del alcohol. 

La resaca no depende del precio

Da igual que bebamos alcohol de garrafón o de cientos o miles de euros, la resaca no depende del precio de la botella, sino "principalmente de la ingesta de alcohol en grandes cantidades y en un período corto de tiempo", insiste Rodríguez. Según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca del 30% de los hombres y del 10% de las mujeres consumen alcohol en exceso por lo menos una vez a la semana. Pero las cifras son aún más alarmantes entre los jóvenes. El 80% de ellos consumen bebidas alcohólicas regularmente.  

Un hígado de una persona sana es capaz de metabolizar unos 10 mililitros de alcohol puro por hora. Dependiendo de la cantidad de alcohol que se ha introducido en el organismo, se estima que nuestro cuerpo tarda aproximadamente 10 horas en recuperar su estado normal. Una vez que llega a nuestro estómago, el 20% es absorbido por las paredes del estómago, y el 80% restante, pasa al intestino delgado, y de ahí a la sangre. La sangre redirige este alcohol hacia el hígado, donde es asimilado gracias a unas enzimas.  

La resaca surge habitualmente cuando el alcohol en sangre casi ha desaparecido. Se debe principalmente a tres motivos: intoxicación, disminución de la glucosa sanguínea (hipoglicemia) y deshidratación. "Solo hay una forma de evitarla: no beber alcohol. Si lo hacemos debemos tener en cuenta que corremos el riesgo de sufrirla". No obstante, según el autor de Alcohol y Cerebro, "es recomendable descansar, hidratarse mucho y hacer comidas ligeras, ya que el estómago está en una situación de cierta irritación". Según el experto, la resaca se podría definir como "un síndrome de abstinencia". Nuestro cuerpo se ha habituado a su consumo y pide más. "Es por ello que los alcohólicos sienten malestar cuando les falta este líquido en la sangre".

"La mezcla de bebidas alcohólicas no empeora la resaca", apunta Rodríguez. Comemos una manzana y nos sienta bien. Pero decidimos que tenemos más hambre y que queremos algo más. Nos comemos un plátano, una hamburguesa y una tosta de aguacate. Es entonces cuando a ciertas personas les entra el malestar y las ganas de devolver. Esto es lo mismo que provoca el choque de bebidas con diferentes componentes. "Hay gente a la que un vino tinto le sienta bien, pero si se bebe después uno blanco se empieza a encontrar mal. Sin embargo, hay otras que si beben en una misma noche una copa de ambos, no se sienten mal". Todo es relativo.

El auténtico garrafón

Actualmente existen dos tipos de bebidas alcohólicas legales: fermentadas y destiladas. Pero existe un tercer tipo de alcohol que sí podría definirse como garrafón, aunque su fabricación y venta es ilegal. Éste está compuesto por una sustancia que tiene un efecto aún más nocivo para la salud conocida como metanol. Es un compuesto químico también llamado alcohol de madera, más fácil de obtener que el etanol. A temperatura ambiente, se presenta como un líquido ligero, inflamable y tóxico que se emplea como anticongelante, disolvente y combustible. En nuestro país esta sustancia está prohibida debido a su elevada toxicidad.

Sólo es posible encontrar el metanol en bebidas ilegales, más conocidas como "garrafón". Todos los efectos se endurecen debido a esta sustancia, por lo que "es importante que las bebidas tengan un correcto etiquetado", explica el químico. Actualmente el Laboratorio de Salud Pública del Ayuntamiento de Madrid, solo ha detectado adulteración en un 1% de las muestras analizadas en bares, un porcentaje muy inferior al que localizaba el laboratorio hace años. Por lo tanto, si cree que el alcohol le sienta mal, no le eche la culpa al precio o a la marca. Lo mejor que puede hacer es cumplir lo que seguro se promete durante cada resaca: no volver a beber alcohol.

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