El espectacular barco británico Queen Elizabeth.

El espectacular barco británico Queen Elizabeth. Sector Marítimo Flick

Salud

El extraño caso de ansiedad causado por la inhalación de un disolvente

Un estudio publicado por la revista 'BMJ Case Reports' relata cómo un paciente acabó desarrollando este trastorno debido a su exposición al tricloroetileno.

7 enero, 2018 00:59

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Un cuadro de ansiedad típico puede deberse a multitud de causas, la mayoría de ellas no orgánicas sino por una alteración del ánimo. Sin embargo, existen algunas enfermedades que sí afectan a determinados órganos y que pueden confundir sus síntomas con un cuadro típico de crisis ansiosa, como por ejemplo el hipertiroidismo (donde se produce estado de nerviosismo, taquicardias y aceleración del metabolismo en general), o cualquier tipo de taquicardia o aceleración del pulso cardíaco. Incluso en algunas enfermedades pulmonares, cuando el oxígeno no llega correctamente a la sangre, el organismo responde con síntomas que podrían llegar a confundirse con una crisis de ansiedad.

Algo similar le ocurrió a un hombre de Reino Unido. El paciente, que trabajaba desde hacía cinco años como ingeniero naval, empezó a sufrir un cuadro de ansiedad atípico, resistente al tratamiento. Según el informe del caso, publicado recientemente en la revista BMJ Case Reports, dicha ansiedad no se debía al estrés provocado por su trabajo, sino por la exposición repetida a una sustancia tóxica: el tricloroetileno o TCE.

Resultó este paciente, junto a sus compañeros de tripulación, solía usar este compuesto de forma regular y tanto él como sus compañeros sentían ansiedad e incluso mareos algunos días días. Según se detalla en el estudio, los leves mareos y la sensación de aceleración no duraron mucho, pero fue la primera pista para que el paciente pensase que esa sustancia no era segura. Además, la exposición al tricloroetileno empeoró con el tiempo, ya que los barcos no se ventilaban correctamente y la marina no proporcionó ningún equipo de protección para impedir que la tripulación respirase los gases que producía el mismo.

En un principio, este británico de 24 años acudió al hospital tras una semana abusando del alcohol, pero no porque estuviese preocupado por su exposición al tricloroetileno. A su llegada, se sentía ansioso y tembloroso y aseguraba sentir un intenso dolor de cabeza, visión borrosa y hormigueo en el lado derecho de su cara.

Cuando los médicos que le atendieron hablaron con él, consiguieron desentrañar que el paciente se había graduado recientemente, y que no tenía antecedentes de consumo habitual de alcohol. No hubo preguntas detalladas sobre su trabajo en la marina, por lo que la exposición al tricloroetileno no se mencionó en ese momento.

Así pues, el paciente fue derivado a Psiquiatría y le fue diagnosticado un trastorno de ansiedad secundario. Sin embargo, en los meses posteriores, sus crisis de ansiedad se hicieron más frecuentes hasta volverse continuas.

Ansiedad secundaria a una intoxicación

Debido a esta persistencia del cuadro clínico, el psiquiatra que lo atendió decidió enviarlo a Toxicología con el objetivo de descartar una exposición a otras sustancias tóxicas, y a Neuropsiquiatría, para llevar a cabo una evaluación más completa. Las pruebas realizadas por estos dos servicios llegaron a la conclusión de que los síntomas del paciente estaban relacionados con un factor desconocido hasta el momento: la exposición repetida al tricloroetileno.

La exposición regular a este tóxico, según el informe del caso, puede afectar a todos los sistemas y órganos del cuerpo humano. Una vez se inhalan los gases desprendidos por la sustancia y ésta llega a la sangre, puede irritar y provocar daños directos en el sistema nervioso. Concretamente, al afectar e irritar los nervios, puede provocar dolor, entumecimiento y ardor. Asimismo, puede reducir la producción de neurotransmisores como la serotonina y dar lugar a síntomas de depresión, según los autores del caso.

Por desgracia para este hombre, los médicos identificaron el tóxico demasiado tarde para evitar su absorción en sangre, por lo que desarrolló un cuadro de ansiedad y depresión severa. El daño ya estaba hecho, y no se podía mejorar.

Ahora, 20 años más tarde, este paciente se ha vuelto adicto al alcohol -ingiriendo entre dos y tres botellas de vino al día-, y es tratado con una amplia variedad de medicamentos sedantes con el objetivo de controlar sus síntomas de ansiedad.