El yogur siempre ha sido un alimento muy versátil, habitualmente tomado como postre en comidas y cenas, pero también formando parte de platos más elaborados en recetas de la gastronomía de múltiples países. En España tenemos a nuestra disposición múltiples variedades de estos lácteos, y consumirlas es significativamente fácil y económico.

Sin embargo, no todos los yogures son iguales. No solo debemos fijarnos en su exótica apariencia, y mucho menos en su precio. Como siempre digo: hay que saber elegir. Y la realidad es que algunos etiquetados y métodos de márketing de los supermercados no lo ponen demasiado fácil. Por ello, hoy analizaremos cuál sería la peor de las peores opciones a la hora de comprar un yogur en el supermercado.

El peor yogur: destiérralo de la dieta

Como ya sabemos, el papel de los lácteos en España es esencial. Nuestro país tiene la suerte de poseer leche y derivados de proximidad de gran calidad. Pero, como hemos adelantado, la industria alimentaria se las ingenia para vendernos algunos "lácteos" que dudosamente deberían ser denominados como tal. La fórmula original que se consume desde hace milenios se ha ido pervirtiendo, y se han vuelto ricos en azúcares y otros aditivos que deberíamos mantener lejos de nuestra dieta

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Así lo confirmó un estudio llevado a cabo el pasado año 2018 por parte del equipo de Bernadette Moore de la Escuela de Ciencias de la Alimentación y Nutrición de la Universidad de Leeds en Reino Unido. Analizaron 921 yogures diferentes de los supermercados de su país, llegando a una llamativa aunque poco sorprendente conclusión: más del 90% contenían una cantidad de azúcar superior a la recomendada.

Además, esos yogures estaban catalogados como "desnatados", "con frutas" o "bajos en grasa". Curiosamente los yogures "naturales" o "griegos" sí cumplían con los niveles de azúcar aconsejados por la OMS (5 gramos o menos por ración). También debemos tener en cuenta otro engaño: los yogures "desnatados" o "bajos en grasa" pueden ocultar bajo este eslogan, una vez más, un exceso de azúcar o bien un exceso de edulcorantes artificiales.

El primer caso ya lo hemos comentado. En cuanto a los edulcorantes no deberíamos abusar de ellos, dado que se han relacionado con alteraciones del microbioma intestinal. Su sabor dulce se ha relacionado con un aumento del consumo calórico a lo largo del día. Sí, serán yogures menos calóricos, pero pueden ser un autoengaño poco saciante para el resto del día.

Por su parte, están los yogures de sabores, con trozos de fruta, mermelada o miel. De nuevo, se trata de engaños para mejorar el sabor, pero que nos hacen un flaco favor. Los sabores no vienen por los pequeños trozos de fruta añadidos, sino, de nuevo, por los excesos de azúcares, mermeladas y endulzantes asociados. Además, los yogures de sabores contienen aditivos para mejorar su textura, aroma y sabor. Son, por tanto, un ultraprocesado de libro.

Finalmente, existen yogures que llegan a poseer el triple de calorías respecto a un yogur natural. Un yogur natural estándar suele contener unas 55-60 kcal, mientras que un yogur griego llega a poseer unas 120 kcal de media. Sin embargo, el yogur griego sabor stracciatella llega a tener hasta 160 kcal por cada 100 gramos a causa de la nata y su elevado contenido de azúcar. De hecho, hasta el 15% del yogur griego de straciatella sería azúcar.

Así pues, este último caso sería el peor de los peores yogures que deberíamos consumir. El yogur griego sabor straciatella posee todas las banderas rojas a evitar en un yogur:

- Exceso de azúcar.

- Exceso de calorías innecesarias.

- Exceso de nata, para poder catalogarse como "griego", pero sin ser sano como el yogur griego natural.

- Trocitos de stracciatella, para hacerlo más llamativo, pero menos sano.

- Saborizantes y, por tanto, aditivos alimentarios para mejorar su sabor y textura.