Durante los últimos años, múltiples patrones dietéticos han intentado erigirse como la "opción más saludable" para el consumidor. Una característica que tienden a compartir es el hecho de que se basan principalmente en productos de origen vegetal, generalmente más beneficiosos y sostenibles según los preceptos de las conocidas como 'dietas basadas en plantas', y en la reducción de los alimentos de origen animal.

La introducción de alimentos veganos suele ser una de las opciones, como parte de una dieta considerada como saludable ya que evita los perjuicios asociados a las carnes, como las grasas saturadas. Sin embargo, un nuevo estudio ha revelado claras discrepancias entre la apariencia y la realidad: para el veganismo, es igual de importante distinguir alimentos frescos de procesados.

Según este trabajo llevado a cabo por los investigadores del Centro de Salud Pública de la Universidad de Viena, y cuyos resultados se han publicado recientemente en la revista Nutrients, muchas personas que optan por un estilo de vida vegano tienen mejores marcadores de salud. Por ejemplo, realizan más ejercicio que la media. Sin embargo, otros pueden estar realizando un consumo generalizado de alimentos cargados de aditivos insanos aunque estén basados en plantas.

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"Ser vegano no es per se sinónimo de 'saludable'", explican Maria Wakolbinger y Sandra Haider, que han liderado el estudio junto a sus colegas de la Universidad de Viena. Realizaron una encuesta online a 516 personas con una edad promedio de 28 años que habían sido veganas durante al menos tres meses. Los investigadores llegaron a distinguir dos tipos de patrones dietéticos veganos: uno "consciente de la salud" y otro más pendiente de la "comodidad" para el estilo de vida vegano.

Así pues, los veganos con una calidad de dieta basada en la comodidad (53% de los encuestados) se caracterizaban por un mayor consumo de alternativas procesadas al pescado y a la carne, snacks salados veganos, salsas, bollería, comidas preparadas, zumos de frutas y diversos tipos de granos refinados.

Wakolbinger recuerda que los efectos negativos de los alimentos ultraprocesados han sido claramente probados en numerosos estudios. Y se sabe que el riesgo de mortalidad aumenta hasta un 29% para las personas que consumen alimentos precocinados de forma común, un hábito perjudicial que lleva asociado a su vez hasta un 51% más de riesgo de sobrepeso u obesidad.

Por su parte, los veganos con una calidad de dieta basada en la consciencia de la salud (47% de los encuestados), se caracterizaban por un mayor consumo de vegetales, frutas, proteínas alternativas a los lácteos, patatas, productos integrales, aceites y grasas vegetales, y alimentos cocinados a menudo con ingredientes frescos.

Por otro lado, los investigadores también destacan la heterogeneidad respecto a los niveles de actividad física de los voluntarios encuestados. Aunque existía un nivel de actividad más elevado con respecto a la media, el grupo consciente de la salud era significativamente más activo que el que se alimentaba a base de ultraprocesados.

En Austria, lugar de origen del estudio, el 2% de la población se declara vegana. Ahí existe un término conocido como "vegetarianismo pudín", que se refiere a las variantes de la dieta vegetariana desfavorables para la salud. En ellas se consume una gran cantidad de dulces, por ejemplo, en lugar de carne. En este caso, el patrón dietético de conveniencia que señalan los investigadores podría catalogarse como "veganismo pudding".

Como conclusión, Wakolbinger y Haider advierten de la necesidad de concienciación respecto al consumo de alternativas a la carne y el pescado con un elevado procesamiento y gran cantidad de aditivos, así como de sustitutos lácteos ultraprocesados dentro de este tipo de dietas veganas, cuya facturación anual ronda los 1.700 millones de euros solo en Europa.