Aunque la recomendación general es la de comer menos carne por motivos de salud -la ética y la sostenibilidad son otros factores a tener en cuenta-, hay una serie de productos cárnicos que quedarían 'indultados'. Así, si las carnes procesadas -salchichas, embutidos o bacon envasado- son especialmente negativas de cara al riesgo de cáncer, y las carnes rojas no deberían exceder las dos raciones a la semana para no aumentar los problemas cardiovasculares, las 'carnes magras' o 'blancas' pueden ser de consumo habitual

Su denominación responde a dos aspectos. Por un lado carece del fuerte color de la carne muscular de vacuno o cerdo, rica en hemoglobina y por tanto en hierro; pero al proceder de animales magros, como el pollo, el pavo, la liebre o el conejo, no concentra las grasas saturadas vinculadas al aumento del colesterol y los problemas arteriales. El pollo, popular por su precio económico, es una fuente de proteína animal baja en calorías y fácil de digerir que debería predominar sobre el consumo de carne roja.

"En España se come menos pollo del que podríamos tomar", valoraba Antonio Villarino, presidente de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación. Sin embargo, debido a nuestro ritmo de vida, no siempre disponemos de cortes frescos de pollo en la nevera, que deben cocinarse al momento debido a su rápido deterioro a temperatura ambiente. Recurrir a productos procesados, por otra parte, implica consumir aditivos insanos que anulan los beneficios. Una conserva saludable, como el Pollo al Natural de Hacendado, es una buena alternativa.

La idea de consumir carne en conserva puede extrañar a muchos: productos como el magro de cerdo suelen estar elaborados, efectivamente, con los peores ingredientes nutricionalmente hablados. Sin embargo, un alimento de lata no tiene por qué ser insano de por sí. El conservante que se emplee será determinante, ya que si se trata de aceites -especialmente si no son de oliva- y escabeches, por no hablar de aditivos, la materia prima acarreará grasas y compuestos superfluos. Sin embargo, la pechuga de pollo en lata de Mercadona se conserva en agua mineral y sal del Himalaya, tres únicos ingredientes que dan lugar a un procesado saludable.

El producto, que elabora la conservera gallega Frinsa del Noroeste, célebre proveedora de marca blanca, se vende en pack de dos latas de 53 gramos (peso escurrido) cada una. 100 gramos de producto aportarían únicamente 133 kcal de los cuales 30 serían proteína por únicamente 1,5 de grasa. Es por tanto un alimento muy interesante para alcanzar el aporte proteico recomendado para cada día sin cometer excesos en la ingesta de energía.

Como señala el portal de información independiente Open Food Facts, la única pega es el contenido en sodio, dado que la sal es su principal conservante. Esos 100 gramos también aportarían gramo y medio cuando la OMS recomienda no tomar más de cinco al día, por lo que será fundamental no añadir más cuando usemos este pollo para cocinar. La otra recomendación es, evidentemente, la de no dejar pasar más de 48 horas entre la apertura de la lata y su consumo.

Y aunque nos siga pareciendo extraño sacar nuestra pechuga de pollo de una lata, es un producto socorrido del que echar mano para recetas rápidas en las que se trocea la carne. Nuestros compañeros de Cocinillas nos proponen hornearlo al pesto para obtener una fantástica salsa para la pasta, usarlos para hacer nuggets caseros y preferibles a los ultraprocesados, o añadirlos a guisos y sopas para conseguir variar nuestra dieta con ingredientes saludables incluso cuando no tenemos tiempo de recurrir a los alimentos frescos.

Noticias relacionadas