Las grasas de origen animal son más perjudiciales que las de origen vegetal.

Las grasas de origen animal son más perjudiciales que las de origen vegetal. Gtres

Nutrición Comer sano

Olvida lo que sabías sobre las grasas: estas son las nuevas recomendaciones alimentarias

Un nuevo estudio corrobora la hipótesis de que no debería preocuparnos tanto el tipo de grasa, sino el alimento de la que proviene.

13 noviembre, 2021 00:40

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La paradoja de la grasa sigue sumando estudios a su alrededor. Recientemente, una revisión analizada en EL ESPAÑOL ya apuntaba a que las grasas saturadas no serían un problema como tal, sino que el alimento en su origen sería lo más importante a tener en cuenta.

Ahora, un nuevo estudio preliminar que se presentará en las Sesiones Científicas de la American Heart Association 2021 ha vuelto a corroborar dicha hipótesis: la grasa vegetal sería un factor protector, mientras que la grasa animal aumentaría el riesgo cardiovascular.

En este caso, los investigadores del Departamento de Nutrición de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Harvard, dirigidos por Fenglei Wang, analizaron datos de 117.136 participantes de dos trabajos a largo plazo, con hasta 27 años de seguimiento conjunto: el Estudio de Salud de Enfermeras (1984-2016) y el Estudio de Seguimiento de Profesionales de la Salud (1986-2016).

Todos los participantes tenían 50 años de media, siendo el 63% mujeres y el 97% de los mismos de raza blanca. En el momento de iniciar ambos estudios, todos se encontraban sanos y libres de enfermedad cardíaca o de cáncer.

Se les siguió cada 4 años, realizándoseles entrevistas y haciéndoles rellenar cuestionarios sobre frecuencia alimentaria, con el objetivo de calcular cantidades de alimentos y tipos, además de poder vislumbrar el tipo de grasas que iban consumiendo.

Los investigadores calcularon el promedio acumulativo de los datos dietéticos a lo largo del tiempo para reflejar la ingesta a largo plazo para determinar el consumo de grasas de todos los participantes. A continuación, los dividieron en 5 grupos o quintiles de menor consumo a mayor consumo.

Se analizó el consumo de diferentes alimentos, como la carne roja, incluyendo dentro de este grupo a la carne de res, cerdo y cordero, además de las carnes rojas procesadas como tocino, salchichas, mortadela, salami y otros embutidos.

Según los datos del estudio:

- Hasta 6.189 de los participantes sufrieron un ictus o accidente cerebrovascular, siendo 2.967 de tipo isquémico (por trombosis cerebral a raíz de un coágulo) y 814 tipo hemorrágico (por sangrado cerebral).

- Los participantes del quintil más alto de consumo de grasas animales, sin tener en cuenta lácteos, tenían hasta un 16% más de riesgo de sufrir un ictus respecto al quintil más bajo de consumo.

- La grasa láctea, derivada de quesos, mantequillas, leche, helado o nata no pareció asociarse con un mayor riesgo de sufrir un ictus.

- Los participantes del quintil más alto de consumo de grasas vegetales, y de más grasas poliinsaturadas, tenían un 12% menos de riesgo de sufrir un ictus, en comparación al quintil más bajo de consumo de estas grasas.

- Finalmente, los participantes que consumían una porción más de carne roja total al día tenían un 8% más de riesgo de sufrir un ictus, mientras que los que consumían una porción más de carne roja procesada tenían un 12% más de riesgo.

Como comenta Wang, estos hallazgos indicarían que el tipo de grasa y, sobre todo, la fuente alimentaria de la cual proceden es más importante que la cantidad total de grasa dietética en cuanto a prevención de enfermedad cardio y cerebrovascular se refiere.

De hecho, este mismo investigador se aventura a sugerir en base a estos hallazgos que la población general debería reducir el consumo tanto de carne roja como de carne roja procesada, aconsejando así mismo reemplazar las mantequillas o grasas de animales por aceites vegetales no tropicales como el de oliva, con el objetivo de reducir el riesgo cardio y cerebrovascular.

Por otro lado, los investigadores sugieren que analizar de forma específica los subtipos de grasa, separando tanto las grasas animales como vegetales. Analizar incluso las grasas saturadas por fuentes alimentarias (animales lácteas o no lácteas) sería útil para comprender mejor la relación entre grasas y riesgo cerebrovascular.

En especial destacan el caso de las carnes procesadas, enriquecidas con sal y grasa saturada, con un escaso o nulo contenido de grasa vegetal. El nuevo estudio demostraría que sustituir grasa animal por grasa vegetal reduciría la mortalidad.

Para finalizar, los autores son conscientes de las limitaciones del actual estudio: se trata de una investigación de tipo observacional, por lo que no puede esclarecerse una causa-efecto como tal.

Además, el consumo dietético fue autoinformado por los participantes, algo que puede dar lugar a sesgos o inexactitudes memorísticas. Aún así, se ha intentado reducir el riesgo de error al evaluar la dieta cada cuatro años.