Las castañas

Las castañas iStock

Nutrición

El desagradable efecto de las castañas crudas en tu organismo: por qué tienes que cocinarlas siempre

Las castañas no deben consumirse recién recolectadas y sin cocinar porque su alto contenido en taninos y almidón dificulta su digestión.

12 octubre, 2021 01:20

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Aunque los días soleados son todavía muy frecuentes, España se encamina poco a poco al invierno. Cuando las temperaturas van bajando en nuestro país van apareciendo en las calles puestos de castañas. Casetas en las que además de venderse estos frutos secos, también se asan. Si bien las castañas son deliciosas, muchos las compramos atraídos por el calor que desprenden los cucuruchos en los que se envuelven estos vegetales recién salidos del fuego.

Pero, ¿es tan importante que estas castañas se encuentren cocinadas para comerlas? Es posible que muchas personas piensen que como muchos frutos secos pueden tomarse al natural las castañas funcionan igual. Según explica la tecnóloga de los alimentos Beatriz Robles en su perfil de Instagram, las castañas son más seguras y más agradables de consumir cuando se han sometido a un cocinado. Eso sí, no sólo pueden asarse, sino que también es posible tostarlas e, incluso, cocerlas.

Esto sucede porque las castañas contienen muchos taninos, "compuestos fenólicos que se encuentran en la parte comestible y, sobre todo, en la cáscara y los tejidos que la rodean, produciendo una sensación de aspereza en la boca que se conoce como astringencia". De hecho, Robles explica que algunas variedades de castañas contienen una alta cantidad de taninos que pueden irritar el estómago y provocar náuseas. Además, estos taninos son especialmente perjudiciales para las personas con problemas de riñón o de hígado.

Taninos y almidones

No hay por qué alarmarse: someter a estas castañas a un tratamiento térmico, como el cocinado, provoca que los taninos se destruyan y, de esta manera, su digestión será mucho más favorable y su sabor, menos amargo. Pero, además, las castañas están formadas por un alto porcentaje de almidones que, cuando no se cocina, también dificulta la digestibilidad. Por tanto, asar las castañas también hace que la parte comestible de las castañas se vuelva más blanda y más fácil de digerir.

De todas formas, Robles explica que las castañas no se recolectan e, inmediatamente, se cocinan. "Si las castañas están recién cosechadas, deben dejarse curar durante unos días a temperatura ambiente o dos semanas en refrigeración para facilitar la transformación de parte del almidón en glucosa y mejorar su sabor". Los almidones son un tipo de hidrato de carbono y, según la Fundación Española de la Nutrición (FEN), componen hasta el 40% de este fruto seco.

La FEN lo resume de esta manera en su página web: "No debemos olvidar que las castañas crudas son ricas en taninos. Por lo que comerlas en este estado puede producir molestias intestinales. En este sentido, se recomienda que las castañas —una vez recogidas— sean almacenadas durante siete o diez días para que en este período disminuyan los contenidos en taninos y el almidón se transforme en azúcares más asimilables. Por otro lado, la cocción o el asado de las castañas favorece la transformación de los hidratos de carbono, convirtiéndolas en un alimento más digerible".

Un bocado saludable

El mismo organismo señala que, a pesar de que las castañas se consideran un fruto seco, sus valores nutricionales son más propios de un cereal. Mientras que los frutos secos están formados por altos porcentajes de proteínas y de grasas, las castañas tienen alrededor de un 3% de ambos macronutrientes. Esto se nota, principalmente, en el valor energético de este alimento: si el resto de los frutos secos pueden llegar a contener unas 600 kilocalorías por cada 100 gramos, las castañas tan sólo tienen 209 kilocalorías en el mismo peso.

Esto también se debe a que cerca de la mitad de la composición de la castaña está formada por agua. De todas formas, las castañas destacan por su contenido en fibra: casi un 7% del total. Beatriz Robles también señala en su publicación que estos frutos secos aportan vitaminas C, B y ácido fólico. Es decir, que se tratan de un bocado muy saludable para la temporada de otoño y de invierno.