Miguel Ángel Revilla es un político que siente auténtica devoción por la comunidad que preside desde hace años y por todo lo que en ella acontece. Y hay una cosa que realmente le pierde: la gastronomía cántabra. Revilla ha hablado cientos de veces en los medios de comunicación de las anchoas de Cantabria, los sobaos pasiegos y, por supuesto, del queso y la leche que dan las vacas frisonas.

Sin embargo, la devoción que siente el político por la gastronomía cántabra, de la que suele hacer gala en las redes sociales, le lleva a veces a enviar mensajes irresponsables a la población. Este fin de semana, Revilla acudió al Concurso de Ordeño de Trasierra, una localidad del municipio de Ruiloba. Allí, Revilla no dudó en acercarse a la vaca, y tras ser ordeñada, beber directamente un buen trago de leche cruda, extraída directamente de la ubre de la vaca. Así lo escribió en Twitter: "De la ubre a la panza".

Pese a lo cómico de la imagen, lo cierto es que beber leche cruda, sin esterilizar o pasteurizar, es una práctica que pone en riesgo nuestra salud. Tal y como explicamos en este artículo de EL ESPAÑOL, la leche cruda es un caldo de cultivo perfecto en el que proliferan diversos tipos de bacterias como la salmonella (causante de la salmonelosis), brucella (que provoca la brucelosis o fiebre de Malta), campylobacter (causante de enfermedades diarreicas), o la Escherichia coli, entre otras.

"Estas bacterias pueden causar graves daños a la salud de cualquier persona que beba leche cruda o ingiera productos elaborados a partir de leche cruda", alerta la FDA, agencia responsable de la regulación de alimentos y medicamentos de Estados Unidos. "Las bacterias pueden ser especialmente peligrosas para las personas con sistemas inmunes debilitados, niños, adultos mayores y mujeres embarazadas. De hecho, los CDC estiman que las enfermedades transmitidas por los alimentos con leche cruda afectan, de manera especial, a niños y adolescentes".

El Centro para la Prevención y Control de Enfermedades de Estados Unidos ya alertó hace algún tiempo de que el consumo de leche cruda había sido el responsable del 96% de las enfermedades causadas por consumo de alimentos lácteos entre 2009 y 2014, 840 veces más que la leche pasteurizada. En nuestro país, la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan) alertó el año pasado de algunos casos de meningitis bacteriana por el consumo de lácteos sin pasteurizar y retiró distintas partidas de quesos elaborados con leche cruda y contaminados.

Desde 1864, año en el que Louis Pasteur hizo la primera pasteurización, la humanidad ha conseguido reducir de forma sustancial las enfermedades derivadas del consumo de leche contaminada: desde la fiebre tifoidea a la difteria. Este proceso térmico que se realiza en la industria para matar bacterias nocivas al calentar la leche a una temperatura determinada ha hecho que podamos consumir leche y quesos de forma segura.

Sin embargo, aún hay quien piensa que la leche en su estado natural es mejor que la pasteurizada, a la que rodean algunos mitos desmentidos una y mil veces. Así lo recoge la FDA: "La pasteurización de la leche no causa intolerancia a la lactosa ni reacciones alérgicas. La leche cruda, por sí misma, no mata a los patógenos peligrosos. La pasteurización no reduce el valor nutricional de la leche. La pasteurización sí mata las bacterias dañinas. La pasteurización sí salva vidas".

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