Los animales marinos son uno de los principales afectados por la crisis del plástico que inunda los océanos. En lo últimos años, se han hecho virales historias de tortugas fallecidas después de ingerir cientos de trozos de este material o desgarradoras imágenes de animales atravesados por pajitas. Ahora, un grupo de investigadores ha descubierto que cuando un trozo de plástico pasa unas semanas en agua oceánica, las tortugas empiezan a confundir su olor con comida. 

Según la investigación de la Universidad de Carolina del Norte publicada este lunes en la revista Current Biology, cuando los plásticos pasan un tiempo flotando en el mar se les adhieren algas y otros microorganismos y a las tortugas les huele como si fuera comestible.

"Este hallazgo es importante porque es la primera demostración de que el olor de los plásticos oceánicos hace que los animales se los coman", señalan los científicos del estudio. 

Hallan 104 trozos de plásticos en el estómago de una tortuga que poco después murió en Florida. Gumbo Limbo Nature Center

Este es uno de los motivos que explica por qué es cada vez hay más tortugas bobas con los sistemas digestivos bloqueados o que aparecen varadas en las playa a causa de una indigestión de plástico.

Con la idea de entender por qué estos animales acaban tragándose este material, el equipo de investigación comparó en un experimento de laboratorio cómo reaccionan las tortugas a cuatro olores diferentes: el olor a comida de tortuga (peces y marisco), el aroma de un plástico que pasó semanas sumergido en agua marina, un litro de agua desmineralizada y plástico de una botella limpia. 

Los resultados muestran que las tortugas ignoraron los olores del plástico limpio y del agua desionizada. En cambio, sí respondieron al olor de un cóctel de marisco y al del plástico empapado en agua marina. ¿Cómo lo comprobaron? Porque los animales empezaron a comportarse como si estuvieran buscando alimentos. Esto se traduce en que las tortugas multiplicaron las veces que sacaban la nariz del agua y aumentaron su actividad, dos patrones que indican el rastreo de comida. 

Los animales no ingirieron plásticos durante los experimentos y fueron liberados al océano tras el estudio.

Que el plástico no llegue al mar

"Las tortugas jóvenes se alimentan en la superficie y los plásticos que flotan en el mar les afectan", explica Kayla M. Goforth, una bióloga que ha trabajado en el estudio. "Las tortugas más viejas se alimentan más abajo, a veces en el fondo del océano. Pero independientemente de dónde se distribuyan los plásticos, las tortugas son propensas a comérselos", añade. 

"En zonas del océano Pacífico hay grandes áreas cubiertas con escombros plásticos flotantes", apunta Kenneth J. Lohmann, profesor de Biología en la Universidad de Carolina del Norte. "Una preocupación que plantea este estudio es que las densas concentraciones de plásticos pueden hacer que las tortugas, u otras especies de mamíferos marinos, peces y pájaros, piensen que el área es una fuente abundante de alimento", añade. 

Una vez que estos plásticos están en el océano, no hay una forma efectiva de eliminarlos o evitar que huelan a comida. "Lo mejor que podemos hacer es evitar que el plástico ingrese al océano", señala Lohmann.

Algunos pasos prácticos para conseguirlo: guardar la basura en la mochila cuando se pasa un día en la playa o en barco y luego desecharla correctamente, reciclar, usar bolsas para la compra reutilizables, evitar comprar agua embotellada o exigir a los productores que abandonen los envases de un solo uso.

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