Las botellas de agua embotellada son como una plaga, están en todas partes. En las máquinas expendedoras de la oficina, en los restaurantes, sobre la mesa de los tertulianos de programas de televisión e incluso en los nuevos taxis, ya que algunas empresas de VTC se las facilitan a sus clientes. Tampoco es raro encontrar marcas que apoyan causas sociales como reclamo, por ejemplo, la lucha contra el cáncer. Por no hablar del amplio despliegue de marcas y variedades que se venden en los supermercados. Hay algunas que hasta cambian el clásico color azul por el rosa para ser más atractivas para la venta. Tanto es así que, a pesar de que el agua es de muy buena calidad en España, es el cuarto país de la UE que más produce este líquido envasado, según datos de la Federación Europea de Botellas de Agua, con más de 6.000 millones de litros en 2018, por detrás de Italia, Francia, Alemania. Un desastre medioambiental por la cantidad de residuos plásticos que genera esta moda. 

Aunque se trata de un bien bastante barato si se bebe del grifo, cada español consume una media de 134 litros de agua embotellada al año. Es la bebida no alcohólica que más se compra en el país y la demanda va en aumento. Muchas veces sin una necesidad acuciante. Pongamos un ejemplo. Llega la hora de elegir el menú del día y el camarero pregunta por las bebidas. Si la opción elegida es agua, muchos se decantan por una botella en lugar de pedir una jarra, como si la segunda opción denotara racanería. Otras veces es el hostelero el que se niega a servirla.

Gestos como este alimentan un lucrativo negocio que en España factura cerca de mil millones de euros al año, según la Asociación Nacional de Empresas de Aguas de Bebida Envasadas (Aneabe). Es el cuarto país de la UE que más produce el llamado "oro líquido". Desde esta organización, que agrupa a cerca de 60 empresas dedicadas al envase de agua mineral o de manantial, incluidas las más conocidas y con mayores cuotas de mercado, explican que el consumidor busca cada vez más "bienestar" y "cuidar su salud" con "productos naturales y saludables". Pero, ¿es que el agua del grifo no lo es?

Julio Barea, geólogo especializado en hidrogeología y portavoz de Greenpeace, apunta que el 99% del agua de abastecimiento en España es potable y está sometida a controles sanitarios. Aunque en algunas zonas tiene sabor, este experto explica que en ningún caso supone un hándicap y que se puede beber con tranquilidad. Un truco para que sea más insípida -y se note así menos el sabor fuerte del agua del grifo de algunas zonas- es meterla a enfriar en la nevera.

Coincide con este es el punto de vista José Miguel Mulet, profesor de Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia. "El agua embotellada no es mejor que la del grifo. Para nada. Para la salud el agua del grifo es perfectamente aceptable y buena. Beber agua embotellada no tiene ningún efecto para la salud. Si te vas a un país exótico, es mejor beberla embotellada porque el agua del grifo no tiene las condiciones sanitarias adecuadas. Pero en un país occidental beber agua de botella no tiene demasiado sentido", según explicó este experto a EL ESPAÑOL.

No es mejor que la del grifo

Este nuevo hábito de la sociedad moderna además sale bastante caro. Tanto para el bolsillo como al planeta. "No hay producto que venga de la tierra que se venda con tanta variabilidad de precio. Ni los diamantes, ni el oro. Pero el agua, que es algo que todo el mundo necesita y de lo que se aprovechan las marcas, se puede comprar por precios desorbitados", explica Barea. Se refiere a una empresa que envasa agua procedente de unas populares islas, localizadas en el océano Pacífico, que ha encontrado su hueco entre ricos y celebrities como sinónimo de lujo.

En España, este agua extraída a más de 17.000 kilómetros de distancia (con la huella de carbono que esto implica), se puede comprar a 4,95 euros el litro frente a los cerca de 0,50 euros que cuesta un litro y medio de una marca convencional. Pero, según coinciden los expertos, como el resto de marcas que se lucran del "oro azul", lo único que tiene de especial es el marketing. Y eso lo acaba pagando el cliente. Según datos oficiales, mil litros de agua del grifo de casa cuestan 1,95 euros. Una diferencia considerable con la que se vende embotellada. El litro de agua que cogemos de la cocina nos sale a 0,00195 euros. Mientras que una botella estándar, nos cuesta de media 0,59 euros. Unas 300 veces más caro. 

"Es un producto totalmente absurdo", valora Charles Fishman, periodista y autor de La gran sed: la vida secreta y el turbulento futuro del agua. Su popularización, según este experto, se debe a que el consumidor, más que comprar agua, está adquiriendo practicidad. Pero aunque se esté concienciado y dispuesto a decir no a los botellines de agua para generar menos residuos, los recursos públicos disponibles a veces no lo ponen fácil. Por ejemplo, en la ciudad de Madrid, que suma más de tres millones de habitantes, solo hay 1.735 fuentes de agua para beber en la calle. O lo que es lo mismo, un surtidor por cada 1.882 ciudadanos. Pero, de estos, la gran mayoría se encuentran en zonas verdes, no en la vía pública. O sea, que es difícil encontrarse con uno de estos dispositivos para rellenar el botellín si no se está de paseo en un parque. 

Falsas soluciones

Así, en medio de un entorno que no promueve el acceso público gratuito al agua, coge fuerza este lucrativo negocio. Sus tentáculos, además de tocar las carteras, también sacuden el medio ambiente. El plástico de los miles de millones de botellas que se fabrican al año tarda 500 años en descomponerse y supone una grave amenaza para los mares y océanos. Se estima que en España cada día se venden 51 millones de bebidas envasadas, pero solo se reciclan 20 millones.

Aunque las empresas se escudan en sus etiquetas en el hecho de que sus materiales con "100% reciclables", los ecologistas denuncian que esto no es suficiente porque en España se recicla muy poco. Según el informe Maldito Plástico: reciclar no es suficiente de Greenpeace, solo se recuperan el 25,4% de los envases de plástico —entre ellos las botellas —. Mientras, que Ecoembes, gestor de bolsa amarilla, sitúa esta cifra en el 77%.

El rechazo creciente de la ciudadanía a los plásticos de un solo uso ha llevado a las empresas a buscar alternativas. Algunas marcas han cambiado la botella de material plástico tradicional por un envase de cartón. Pero los ambientalistas señalan que todo esto son "falsas soluciones". Desde Greenpeace denuncian que estas alternativas "solo trasladan el problema" a otros ecosistemas como los bosques. También subrayan que los envases que presumen de ser biodegradables, raramente se descomponen.

La verdadera alternativa a los envases de plástico no es reciclar, ya que esta práctica registra niveles bajos, sino "reutilizar y recargar". Así, la mejor opción para los defensores del medio ambiente es elegir siempre el agua del grifo y usar una botella rellenable, preferiblemente de acero inoxidable.

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