Vista aérea del lago artificial Corta Guadiana.

Vista aérea del lago artificial Corta Guadiana. Google maps

Medio ambiente Explotación minera

El fin del 'lago asesino' de Huelva sólo costará 21.000 euros

Hay precedentes de nubes tóxicas que acabaron con la vida de de miles de personas tras salir todo el gas de golpe.

4 septiembre, 2017 12:02

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Con una bomba de relojería que puede explotar en cualquier momento y que está situada a escasos cuatro kilómetros de sus casas. Así viven los habitantes de Puebla de Guzmán, un pequeño pueblo onubense, situado a 50 minutos de Huelva. En el lago Corta Guadiana, de origen artificial y ubicado en el municipio desde 1893, hay acumulados 80.000 metros cúbicos de dióxido de carbono. Este depósito tóxico, que ha surgido por el contacto entre el agua ácida de color rojizo y el suelo de origen carbónico de la zona, puede convertirse en un grave peligro para la población.

La buena noticia es que no vivirán así mucho más tiempo. En sólo cinco meses se comenzará a construir la solución a este problema, una enorme tubería de grandes dimensiones que servirá para dar salida a la bolsa de dióxido de carbono. Este proyecto, que será realizado por parte de ingenieros del IGME, costará sólo 21.366,25 euros.

El depósito está actualmente controlado y estable en el fondo, pero en caso de un movimiento violento, como un pequeño terremoto o un corrimiento de tierra, puede salir al exterior de golpe creando una nube tóxica que asfixie a todo ser vivo que encuentre a su paso.

Hay precedentes de episodios de este tipo. El 21 de agosto de 1986 un lago de características similares que se encuentra al noroeste de Camerún liberó todo el CO2 que había en su interior. Esta erupción límnica del Nyos acabó con la vida de 1.800 personas y de 6.000 cabezas de ganado.

El suceso fue recogido por el político australiano John Withington en su libro Historia mundial de los desastres. Withington consiguió testimonios demoledores de algunos de los pocos supervivientes que dejó la catástrofe. "Un hombre dijo haber oído algo similar a una explosión, que le hizo salir al exterior, y allí vio a todas sus vacas desplomadas en el suelo. Cuando volvió a entrar en casa, encontró muertas a su mujer y a su hija.", afirma en su publicación.

La gran nube de gas que salió del agua tenía un color blanquecino y albergaba en su interior un kilómetro cúbico de dióxido de carbono. Arrasó tres aldeas cercanas, dejando en una de ellas solamente cuatro supervivientes de 1.300 habitantes.

La acumulación de agua de Camerún guarda algunas similitudes con Corta Guadiana, pero sus dimensiones son mucho mayores. Además, mientras que el lago africano es de origen natural, la laguna de Puebla de Guzmán se formó para albergar una mina y realizar extracciones de materiales.

Gracias a un estudio co-publicado en febrero de 2016 por Javier Sánchez España, un investigador del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), se descubrió el riesgo que suponía la existencia de este humedal en esas condiciones.

Junto con otros compañeros, Sánchez realizó pruebas junto con otros científicos para saber la cantidad exacta de CO2 que había en el interior del agua. Gracias a esta publicación, la Junta de Andalucía decidió tomar medidas para evitar un desastre similar al ocurrido en Camerún.

Solución pagada por los andaluces

En un plazo de cinco meses se instalará la tubería y, gracias a esta infraestructura, el gas saldrá poco a poco de forma controlada y se mezclará con el aire de la atmósfera sin provocar daños a los habitantes ni a los animales que se encuentran en la zona.

La explotación ha cambiado de manos en varias ocasiones. En 1983 comenzó a utilizarla la compañía británica The Bedel Metal & Chemical, años después, en 1912, dejó de ser explotada por ellos en favor de la francesa Saint Gobain. Posteriormente, en 1951, pasó a ser utilizada por Minas de Herrerías Sociedad Anónima, que en los años 80 abandonaron la zona.

Finalmente tendrá que ser la Junta de Andalucía la que se haga cargo de esta inversión necesaria, que en caso de no realizarse, podría hacer que falleciesen muchas personas y dejar a los heridos con "terribles picores en los ojos y la nariz; como si se hubieran intoxicado con el gas de la cocina", según los sucesos de Camerún que recoge el libro de John Withington.