Maite Solas es investigadora de la Facultad de Farmacia y Nutrición de la Universidad de Navarra.

Maite Solas es investigadora de la Facultad de Farmacia y Nutrición de la Universidad de Navarra. Cedida

Ciencia

Maite Solas, la científica de los dos millones de euros para estudiar el alzhéimer: "En unos años lo llamaremos síndrome"

"Quizás somos nosotros los que estamos precipitando todas estas patologías con nuestra forma de vida" / "Robo tiempo a mi familia para dedicárselo a la ciencia" / "Una dieta desequilibrada también nos afecta de cuello para arriba" / "Estamos viendo una crisis de vocaciones científicas" / "La inversión en ciencia de España es muy bajita"

Más información: El dilema del alzhéimer: ¿querrías saber si tienes la enfermedad décadas antes de los primeros síntomas?

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Las claves

Maite Solas, investigadora de la Universidad de Navarra, ha recibido una ayuda de dos millones de euros de la ERC Consolidator Grant para estudiar el alzhéimer.

Su proyecto propone un cambio de paradigma, enfocándose en los astrocitos y su papel en el metabolismo cerebral como posibles claves en la aparición y progresión del alzhéimer.

Solas destaca la importancia de entender la enfermedad desde la investigación básica y advierte que los avances requieren tiempo, esfuerzo y no garantizan resultados inmediatos para los pacientes.

La científica considera que el alzhéimer podría clasificarse como un síndrome, dada la diversidad de causas y manifestaciones entre pacientes, y aboga por avanzar hacia una medicina personalizada.

A Maite Solas (Elgoibar, Guipúzcoa 1983) le han 'tocado' dos millones de euros y no porque haya comprado lotería de Navidad, sino porque su proyecto ha sido seleccionado en la última convocatoria de los ERC Consolidator Grants.

Esta ayuda, que concede el Consejo Europeo de Investigación para un periodo de cinco años, busca apoyar trabajos con un alto potencial de avance significativo del conocimiento. En el caso de la investigadora de la Universidad de Navarra no es para menos.

Y es que propone un cambio de paradigma en el estudio del alzhéimer, observando el cerebro desde los astrocitos. Su objetivo es comprobar si estas células tienen un papel clave en la aparición temprana y la progresión de la enfermedad.

Ya ha habido quien se ha interesado por su proyecto creyendo —erróneamente— que su final pasará por el desarrollo de un fármaco. Por el momento deberán confirmar la hipótesis. Aunque de hacerlo, se abriría la puerta a otros tratamientos.

Solas, no obstante, prefiere mostrar cautela con los nuevos avances que pueda haber tras su investigación. Porque si algo tiene claro es que en la ciencia, al contrario que en los sorteos, no se trata de suerte, sino de esfuerzo (y de muchos años).

¿Cómo recibió la noticia de que su proyecto había recibido una ERC Consolidator Grant?

Me llegó un correo en el que me pedían que accediera a la plataforma, donde estaba el resultado. Eran tantos pasos intermedios que no atinaba ni a meter la contraseña del ordenador. Cuando leí "enhorabuena" me costó un poco creérmelo, pero la alegría fue tan grande que me eché a llorar.

Aún hoy pienso a veces que se han equivocado y que han puesto mi nombre por equivocación. Una investigadora que también ha disfrutado de esta beca me dijo "hoy te ha cambiado la vida y todavía no te has dado cuenta".

El Ministerio de Ciencia presume de ser el tercer país de la Unión Europea con más ayudas concedidas de este tipo. ¿Cree que desde España se apoya lo suficiente a sus propios investigadores?

La inversión en ciencia de España es muy bajita. Creo que lo que hay que destacar es que con el poco dinero que tenemos estamos haciendo ciencia muy buena.

O sea, se han seleccionado 26 proyectos españoles pese a que la inversión en Reino Unido (65 proyectos) o en Alemania (58) es muchísimo mayor. Hacemos malabares para estar a la vanguardia haciendo ciencia de alto nivel.

¿Qué le motivó a presentar su proyecto, sabiendo que cada año hay unas 4.000 propuestas?

Lo que me animó fue la motivación que tengo siempre, aunque a veces me lleva por delante. Pensé "aunque no me lo den, ordeno las ideas que tengo en la cabeza".

Y el feedback que iba a recibir era de investigadores de renombre. Puede que fuera destructivo pero era importante saber si les parecía que tenía sentido o no. La crítica siempre es un proceso muy profundo de aprendizaje.

¿El momento eureka lo tuvo fuera del laboratorio?

Para mí, ese momento eureka de se te cae la manzana a la cabeza y descubres la gravedad no es tan así. Es un proceso que se va forjando muy despacio. Creo que de ahí ha venido el éxito.

Aunque por el camino he tenido muchísimos fracasos; en algunos, de hecho, fallaba que eran ideas locas. La ciencia, por mucho que nos pese, no es inmediata.

Solas propone un cambio de paradigma en el estudio del alzhéimer.

Solas propone un cambio de paradigma en el estudio del alzhéimer. Cedida

¿Siente una mayor presión por esa inmediatez al investigar acerca del alzhéimer?

El miedo que nos da muchas veces es que nuestras investigaciones se malinterpreten, generando falsas expectativas. En mi caso, lo que hago es investigación muy básica.

Esto significa que para que algo que encontramos en el laboratorio acabe siendo una realidad en pacientes necesitamos muchos años. A veces nos descorazona porque sentimos que estamos muy lejos de esas personas. Sobre todo en los días donde todo va mal piensas "se me están yendo".

El otro día, a raíz de la beca ERC Consolidator Grant, me llamó una mujer al despacho. Me dijo que le había encantado la idea que pretendía explorar y me preguntó si creía que a su marido con alzhéimer le iba a llegar el fármaco.

¿Qué le respondió?

Le dije que mi investigación todavía estaba dirigida a intentar comprender la patología porque ni siquiera nosotros entendemos muy bien qué pasa en el cerebro de una persona con alzhéimer.

¿Por qué aún no se ha logrado comprender del todo?

Se han perseguido líneas de investigación, pero no hemos logrado que lleguen al 100% de los pacientes. Una de las más conocidas en los últimos años es la del péptido beta-amiloide.

Se han desarrollado vacunas para eliminar las placas de esta proteína en el cerebro. Y aunque han traído bastante esperanza, son eficaces únicamente para un pequeño porcentaje de los pacientes.

¿Se debería avanzar entonces hacia una medicina de precisión, como está sucediendo con las enfermedades oncológicas?

Pienso que sí. Cada vez lo estamos asumiendo más, tanto los investigadores como los pacientes. En unos años no la llamaremos enfermedad sino síndrome.

Porque es un conjunto de muchas modificaciones que difieren entre pacientes. Es probable que en el futuro tengamos que tratar a cada uno con una batería de fármacos distinta.

No estamos ante una única patología que cursa de la misma forma en todos los casos. Es cierto que tienen en común la acumulación de beta-amiloide y tau, pero las causas que han conducido a esto puede que también varíen.

¿Por qué su proyecto propone un cambio de paradigma?

Planteamos que esta enfermedad, sobre todo en estadios iniciales, puede ser metabólica; es decir, que el centro de toda la patología puede ser un cambio de la energía cerebral.

Las células que más controlan esa energía cerebral no son las propias neuronas, sino los astrocitos, que es otra población celular esencial para el funcionamiento del cerebro y que tal vez es lo que puede estar fallando en el soporte metabólico.

Si todo sale como esperan, ¿qué podría cambiar para un paciente (aunque no fuera inmediato)?

Lo que planteamos en nuestro proyecto es abrir la puerta a otros tratamientos que quizás no excluyan, por ejemplo, las vacunas pero sí que funcionen de forma sinérgica.

En la investigación intentamos entender si verdaderamente el astrocito tiene un papel esencial. El siguiente paso será vehiculizar un fármaco dirigido a tocar sólo esta población celular. Pero hacerlo es difícil.

Es cierto que cada vez hay más tecnología de nanopartículas que conducen mejor los fármacos hasta el sistema nervioso central. También tenemos la terapia génica.

¿Por qué sigue habiendo personas que tienen alzhéimer pero no desarrollan síntomas?

Esto se ha visto desde hace muchos años. Estudiar estos casos es muy interesante porque podemos encontrar en ellos mecanismos de resiliencia que les hacen sobrevivir bien pese a la acumulación anómala de beta-amiloide y tau.

Es una gran cuestión y también una de las críticas que se hace a la defensa del que el péptido beta-amiloide lo es todo. Pues no, hay personas que tienen y, sin embargo, no desarrollan sintomatología.

A menudo se habla de "detectar el alzhéimer antes de que dé la cara". ¿Tiene sentido saber si tienes la enfermedad décadas antes de los primeros síntomas cuando no hay un tratamiento curativo?

Sí que es cierto que, aunque no hay un tratamiento curativo, cuanto antes se comience, mejor. Lo que sucede es que detectar de forma precoz la patología es difícil.

Hasta un 5% de los pacientes tienen lo que se conoce como alzhéimer familiar. Son muy pocos pero en estos casos sí que se puede saber si lo van a tener. Lo que sucede es que si se conoce con 20 años, no puedes saber si la patología empezará en 10, 20 o 30 años.

Por eso son claves los biomarcadores tempranos, para que nos indiquen que comienza a haber daño cerebral y poder instaurar los tratamientos que hay cuanto antes.

¿Qué recomendación le daría a quienes no tienen este alzhéimer hereditario para que reduzcan al máximo el riesgo de tenerlo?

Que tenga en cuenta que una dieta desequilibrada no sólo nos afecta de cuello para abajo, sino que también nos afecta muchísimo de cuello para arriba. Cuando seguimos una dieta altísima en grasas pensamos solo en nuestro aspecto físico, pero quizás no caemos en que también impacta en nuestra salud cerebral.

Otro de los grandes factores de riesgo es el estrés. Pero, ¿qué vamos a hacer con nuestra forma de vida si nos hemos acostumbrado a vivir corriendo, comer como podamos y sobrevivir? Quizás somos nosotros mismos los que estamos precipitando todas estas patologías con la forma de vida que llevamos.

¿Ha tenido que sacrificar algo para poder hacer carrera como investigadora a pocos kilómetros del lugar en el que nació?

El mayor sacrificio es el tiempo que dedicas a los demás. Porque el que te dedicas a ti desaparece al completo, aunque eso me importa menos.

Quizás me arrepentiré, pero lo que más he sacrificado ha sido tiempo con mi familia. Se lo robo para dedicárselo a la ciencia, aunque intento blindarme fines de semana con mis hijos.

Por otro lado, también lo vivo todo de forma muy abierta. Mi familia es parte de esto, mis hijos ven lo que es el valor del esfuerzo.

Cuando conseguí la beca me prepararon una celebración en casa y me dijeron "eso que tanto te ha costado lo has logrado". Creo que todo en la vida son horas y horas. Si queremos conseguir algo sin esfuerzo, no vamos a conseguir nada.

¿Tiene la sensación de que está en crisis la cultura del esfuerzo?

Totalmente. Lo veo cada vez más en la universidad. Antes venían por el interés de saber pero ahora ya es un poco por aprobar, que pase cuanto antes mejor y si es con menos esfuerzo, también mejor.

Da muchísima pena que haya bajado tanto la cultura del esfuerzo, y también la de la frustración. En la ciencia es fundamental levantarse después de cada fracaso.

Por eso cuando los estudiantes de doctorado me preguntan qué hace falta, yo siempre les digo "motivación, ilusión y un poco de resiliencia ante el fracaso".

Doy clases en un máster y los alumnos me dicen que se nota que me gusta muchísimo la investigación. Yo les respondo que sí, que para mí es mi vida. El último día, como dudan entre dedicarse a ella o dar el salto a una empresa, me pidieron consejo.

¿Qué les dijo?

Me preguntaron si tenía buen sueldo y conciliaba bien, a lo que respondí que no a las dos. Les comenté también que si tuviera un trabajo en el que debo rellenar el mismo informe que ayer se me caería el alma a los pies.

Yo me levanto todas las mañanas, y eso que dormir es lo que más me gusta en el mundo, para descubrir la verdad. Para mí, es la mejor definición de lo que es la ciencia. Pero parece que la sociedad ha cambiado en este sentido.

Algunos estamos anclados en buscar parte de nuestra felicidad en el trabajo, porque pasamos muchas horas en él, mientras que los doctorandos nos dicen que ellos buscan la felicidad fuera, ya sea en el gimnasio o tomándose unas cañas con sus amigos.

Por eso estamos viendo una crisis de vocaciones científicas. La investigación es un mundo muy sacrificado, que requiere muchas horas y no está bien pagado. No sé si es eso lo que ahora mismo busca la sociedad.