Valentín Fuster, cardiólogo y presidente del CNIC.

Valentín Fuster, cardiólogo y presidente del CNIC. Efe

Ciencia

Valentín Fuster (82), cardiólogo: "Nadie alcanza la felicidad sin las 4 'tés': tiempo, talento, tutoría y transmitir positividad"

Aunque la presión externa exige cambios constantes, Fuster insiste en que la madurez personal reside en la estabilidad de una base interna innegociable.

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Las claves

El cardiólogo Valentín Fuster destaca la importancia de las Cuatro 'T' (tiempo, talento, tutoría y transmitir positividad) como base para alcanzar la felicidad y el bienestar personal.

Fuster recomienda dedicar tiempo diario a la reflexión consciente para ordenar prioridades y evitar el estrés, apoyándose en prácticas como el mindfulness.

Identificar y desarrollar el talento personal, así como contar con la guía de un mentor, son fundamentales para la madurez y la autoeficacia, según Fuster.

Transmitir positividad no solo beneficia a los demás, sino que refuerza el propio equilibrio emocional y contribuye a una vida más sana y significativa.

En un entorno global marcado por la exigencia constante de adaptación, el cardiólogo Valentín Fuster, director del CNIC y del Mount Sinai, insiste en la necesidad de contar con una base interior sólida.

"Si uno no tiene claras cuatro ideas, se mueve como una bandereta", afirma. Para evitar esa inestabilidad, propone las Cuatro ‘T’, claves personales que preparan al individuo antes de interactuar con el mundo exterior.

Estas ‘T’ representan, según Fuster, el núcleo de la madurez personal. Solo cuando la base está bien construida puede proyectarse después una conducta equilibrada hacia el entorno.

Invertir en la esfera interna actúa como una forma de prevención frente a la neurosis y la pérdida de rumbo vital, y se convierte en la antesala imprescindible del bienestar colectivo y de una vida emocionalmente estable.

Primera ‘T’: Tiempo para reflexionar. La primera clave es el tiempo para reflexionar, un ejercicio diario de introspección consciente. Fuster lo aplica en su propia rutina: "15 minutos al día, pienso en lo que es prioritario".

Esta pausa deliberada permite ordenar el caos cotidiano, diferenciar lo urgente de lo importante y evitar que la conducta quede dominada por la reacción inmediata y la presión externa constante.

Esta necesidad de reflexión conecta con la Psicología Positiva, que respalda científicamente este enfoque. Según un artículo publicado en Papeles del Psicólogo, esta corriente pone el foco en el desarrollo del bienestar.

Prácticas como la Atención Plena o mindfulness favorecen la concentración, reducen la dispersión mental y ayudan a identificar prioridades, alejándose del automatismo y del estrés crónico.

Segunda ‘T’: Identificar el talento. La segunda ‘T’ se centra en identificar y desarrollar el talento personal. Para Fuster, vivir "con una conducta que no sea neurótica" exige dedicarse a aquello que uno sabe hacer mejor.

"No hay nada más importante", subraya. Conocerse bien y orientar la vida profesional hacia la propia vocación es, para él, la inversión más sólida en bienestar y equilibrio personal.

Este planteamiento coincide con el estudio de las fortalezas personales en psicología positiva. Autores como Peterson y Seligman las describen como rasgos positivos educables.

La investigación demuestra que su identificación y desarrollo actúan como protección frente a trastornos emocionales y constituyen uno de los caminos más directos hacia la satisfacción vital y la realización personal sostenida en el tiempo.

Tercera ‘T’: Transmitir positividad. La capacidad de transmitir positividad constituye la tercera ‘T’ de la madurez personal. Fuster insiste en que no se trata solo de beneficiar a los demás, sino de reforzar el propio equilibrio emocional.

Proyectar una actitud constructiva genera un efecto de retroalimentación: mejora el clima relacional y, al mismo tiempo, fortalece el optimismo interno y la estabilidad psicológica del individuo.

Desde la psicología positiva, la esperanza y el sentido del humor se consideran fortalezas de trascendencia. Su desarrollo aporta significado a la vida cotidiana y ayuda a afrontar el estrés con mayor resiliencia.

Transmitir positividad no implica negar las dificultades, sino interpretarlas desde una perspectiva más flexible y constructiva, favoreciendo tanto el bienestar personal como la convivencia social.

Cuarta ‘T’: La necesidad de tutoría. La última clave de esta base personal es la tutoría. Fuster recuerda que de joven quería ser tenista, hasta que el médico Farreras Valentí se acercó y le dijo con seguridad: "Tú serás un gran médico".

Escuchar a una figura de referencia con criterio y autoridad puede ser decisivo para “lanzarse al océano” de una vocación con convicción.

La relevancia de la tutoría está avalada por la educación emocional. El mentor actúa como modelo y referente, promoviendo la autonomía y la autoeficacia.

Esta guía intencional crea un clima de seguridad psicológica que reduce el miedo al error, facilita el aprendizaje y favorece el desarrollo de competencias personales clave para el bienestar y la toma de decisiones responsables.

La proyección del bienestar personal

Una vez consolidadas las Cuatro ‘T’, el individuo puede enfrentarse al mundo con coherencia interna. Esta base fortalece la autoestima, que Fuster considera "absolutamente crítica".

El resultado es una conducta externa más estable, guiada por el propósito y la coherencia personal, que permite sentirse útil y aportar valor a la sociedad desde una posición emocionalmente equilibrada.

Esta madurez interna se refleja en la acción cotidiana. La persona mantiene la misma identidad "por la mañana, tarde y noche" y comprende que "la gente más feliz es la que da, no la que recibe".

Así, el trabajo previo sobre las ‘T’ se traduce en una interacción social basada en la aceptación, el altruismo y una actitud positiva sostenida.

En último término, la propuesta de Fuster conecta la cardiología preventiva con la psicología positiva. Su objetivo es construir una vida con significado, el meaningque Martin Seligman identifica como pilar del modelo PERMA.

La inversión consciente en las ‘T’ se convierte así en la estrategia personal que permite alcanzar un bienestar profundo y, según el cardiólogo, una vida más sana.