Un grupo de voluntarios retira lodo de las calles de Paiporta en los días posteriores a la dana.

Un grupo de voluntarios retira lodo de las calles de Paiporta en los días posteriores a la dana. Rodrigo Mínguez

Ciencia

España suspende en prevención un año después de la dana que asoló Valencia: "No hay nada que impida que pase otra vez"

La catástrofe de hace un año pone en evidencia que el litoral mediterráneo es "un territorio mal planificado" con muchas zonas de riesgo ocupadas.

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Las claves

Hace un año, la DANA causó 237 muertes y enormes pérdidas en Valencia.

España sigue sin medidas preventivas eficaces contra desastres similares.

Expertos destacan la falta de planificación urbana adecuada en zonas de riesgo.

La importancia de obras hidrológicas y limpieza de cauces sigue sin ser priorizada.

Hace un año que el cielo se cayó sobre Valencia, Castilla-La Mancha y Andalucía. El 29 de octubre de 2024 ya ha quedado marcado en la memoria colectiva como una de las mayores catástrofes que ha vivido este país.

El temporal se saldó con la pérdida de 237 vidas (229 de ellas solo en la comarca de l'Horta Sud) e innumerables pérdidas materiales y económicas. Un año después, ni estos territorios ni sus ciudadanos son los mismos y la reconstrucción está lejos de terminar.

José Trigueros, presidente de la Asociación de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y la Ingeniería Civil (AICCPIC), cree que aunque hay mucho que aprender, a efectos prácticos España sigue suspendiendo en prevención: "No hay nada que impida que vuelva a pasar".

La DANA vivida hace 365 días dejó clara la importancia de planificar el urbanismo de las poblaciones valorando seriamente la geografía del territorio, defiende Salvador Lara, decano del Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunidad Valenciana (COACV).

Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante (UA) defiende que lo que ocurrió el año pasado deja en evidencia que España tiene en el litoral mediterráneo "un territorio mal planificado" con muchas zonas de riesgo ocupadas.

El arquitecto y el geógrafo se refieren con sus argumentos a las zonas inundables, que en España abarcan 25.000 kilómetros, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, y en las que viven casi tres millones de personas.

Se empezó a construir en estos territorios en la década de los años 60 del siglo XX y no ha habido normativas que las regularan hasta 2015. De hecho, hasta 2007 ni siquiera había cartografía que identificara estas zonas y su riesgo, explica Olcina.

Toda la normativa que puede proteger o impedir la ocupación de zonas inundables es muy reciente y se ha elaborado cuando ya hay una gran ocupación de estos territorios. Por lo tanto, solo se puede intentar proteger lo que ya hay y reducir al mínimo el riesgo.

Sin embargo, no está ocurriendo en la zona afectada de Valencia. En el barranco del Poyo y la presa de Forata, dos de los puntos clave de la riada de 2024, todavía no han terminado las obras de reparación y mejora.

En el primero, incluso, casi ni han empezado. Lara explica que eso se debe a la gran afectación que sufrió. La fuerza del agua ensanchó el cauce, por lo que las obras de encauzamiento que había proyectadas antes de la catástrofe ya no sirven. Han tenido que empezar de cero, con la demora que eso conlleva.

En esta línea, Trigueros, de la AICCPIC, destaca que la DANA del 29 de octubre de 2024 también ha remarcado la importancia de hacer las obras hidrológicas a tiempo, como ese proyecto de encauzamiento.

Estas pueden, incluso, salvar vidas. Otra acción que menciona el ingeniero es la construcción de escolleras en los barrancos para proteger el terreno de la erosión por la fuerza del agua. También la construcción de presas que ayuden a contener inundaciones, como las proyectadas para Sellent, Marquesado y Villamarchante (todos en Valencia) y que todavía no han llegado.

Trigueros pone también el foco en la importancia de mantener limpios los cauces de los barrancos y de combinar estas obras con la restauración hidrológico-forestal. Se trata de plantar árboles para fijar el terreno y evitar su erosión. Además, filtran las primeras lluvias y retrasan la llegada del agua a las poblaciones.

Este tipo de acciones pueden ser el límite entre que ocurra o no una catástrofe, insiste el experto. "No digo que se hubieran salvado las vidas de todos los fallecidos, pero sí muchas de ellas", afirma.

Juan Carlos García, coordinador del Grupo de Asesoramiento de Desastres y Emergencias (GADE) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), expone la importancia de labores de limpieza como las que menciona Trigueros.

Todos los elementos que arrastró el agua (barro, árboles de leñosos y elementos antrópicos, como vehículos) condicionaron la intensidad de los daños registrados, tanto en pérdida de vidas como en daños materiales.

Los coches supusieron un gran problema, llegaron a destruirse hasta 120.000 vehículos, que acabaron formando diques que desviaban el agua y la hacían acumularse en sitios "más comprometidos", cuenta Lara, del COACV.

Planificación urbana

El arquitecto ha participado en la evaluación de los daños que sufrieron las infraestructuras de los territorios arrasados por el agua y explica que los mayores daños estructurales se produjeron en sótanos, garajes y viviendas bajas.

A partir del nivel de la acera y, sobre todo, a partir del metro de profundidad, las edificaciones sufrieron "daños estructurales importantes". Lara cree que esto es un ejemplo de lo que explica: "Tenemos que replantearnos el tema de los aparcamientos subterráneos en algunas zonas o, al menos, en aquellas en las que puede llegar el agua".

Lara sostiene que en zonas inundables, como la comarca de l’Horta Sud, no se deberían hacer garajes bajo el suelo y, en caso de hacerse, dotarlos con algún sistema que les permita eliminar el agua de alguna manera, aunque "es algo muy difícil".

Otra medida urbanística que propone es dar continuidad a las edificaciones para que el agua pueda pasar de unas poblaciones a otras, evitando su acumulación. Esto es construir una suerte de canales, conectados por puentes que permitan que el agua, en caso de inundación, pueda correr por abajo sin problemas, agrega.

La solución puede parecer fácil: dar altura para salvar las edificaciones del agua, pero "no se puede elevar todo", dice el arquitecto. Además, las viviendas deben seguir haciéndose a cota cero (a la altura de la acera) por cuestiones de accesibilidad.

Lara destaca una entre todas estas lecciones y propuestas de las que habla: la importancia de que las poblaciones de l’Horta Sud se coordinen y funcionen como un área metropolitana, al menos en lo que a planificación urbanística se refiere.

En lugar de eso, cada municipio tiende a la "atomización" y están afrontando esa reconstrucción por su cuenta, algo que cree que es un gran error.

Volvería a pasar lo mismo

La catástrofe del 29 de octubre dejó muchas lecciones, pero Lara y Trigueros, de AICCPIC lamentan que no se están aplicando. "Estamos reparando, pero no mejorando. Si ahora lloviera igual, pasaría exactamente lo mismo", se queja el segundo.

La conclusión se puede extrapolar al resto de España, aunque otros territorios no necesiten reparaciones, tampoco se están aplicando mejoras para reducir el riesgo de catástrofe en las zonas inundables, dice Olcina, de la UA. "La DANA de Valencia se puede producir en Murcia con la misma intensidad y seguimos en paños menores", agrega Trigueros.

Lara expone que se debe planificar la edificación y organización de las ciudades teniendo en cuenta los registros máximos esperables y un 20%, pero eso no elimina por completo el riesgo.

La provincia de Valencia "está preparada para mucha agua", pero, aun así, era muy difícil estar listo para lo que se registró. En solo 24 horas cayeron hasta 771 litros por metro cuadrado, 185 de ellos en solo una hora. "Ninguna ciudad está preparada para esa cantidad de agua".

Los cuatro expertos están de acuerdo en reconocer algo positivo que sí que ha calado y es la concienciación de la gente respecto a la importancia de hacer caso a las alertas. Eso sí, muchos continúan habitando las zonas de alto riesgo de inundación, matiza García, del CSIC.

Aquí habría que replantear lo oportuno o no de reconstruir las viviendas, ya que las personas seguirían habitando un lugar peligroso ante otra posible inundación. Lara reconoce que es una cuestión difícil de abordar, pero necesaria para proteger las vidas de los ciudadanos.

Tanto él como Trigueros se quejan de que los responsables de la toma de decisiones en estos asuntos están alejados de la parte técnica. De nada sirven sus conocimientos, dicen, si no se les escucha a la hora de decidir las medidas a aplicar.