A Emilio Mármol no le molesta tanto el frío de Estcolmo como la falta de luz. De hecho, cuando regresa a Málaga apenas puede soportar ya el calor pegajoso de su tierra y ese verano casi permanente interrumpido por un "invierno cálido" consecuencia del cambio climático. También es cierto que las muestras de ARN con las que trabaja, las primeras pertenecientes a un animal extinto que han sido secuenciadas, tienen que ser tratadas a temperaturas muy bajas. El frío le persigue pero a él no le importa.

"El ARN se puede degradar en minutos", explica a EL ESPAÑOL. "Pero si lo sometemos a frío, desecación, ciertos componentes químicos... Se puede conservar durante mucho tiempo". Su equipo ha sido el primero en obtener un perfil de ARN de un animal extinto: un tilacino o lobo de Tasmania (no confundir con el diablo de Tasmania) que fue disecado hace más de cien años y que se encuentra en el Museo Sueco de Historia Natural de Estocolmo.

Este animal con forma de perro de lomo a rayas —se le llama también tigre de Tasmania— está más emparentado, en realidad, con los canguros o los koalas que con los lobos. Es un marsupial que vivió en Australia hasta inicios del siglo XX: el último de su especie murió en 1936 en un zoológico del país. Los australianos celebran, cada 7 de septiembre, el Día Nacional de las Especies Amenazadas en conmemoración del animal.

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Hace ya más de 20 años que el gobierno australiano empezó a pensar en devolver este marsupial icónico a la vida. Era finales de los años 90, la clonación de la oveja Dolly había causado un revuelo en la comunidad científica y parecía que el sueño de Parque Jurásico estaba cerca. Todos veían en el ADN un potencial casi milagroso.

El Australian Museum de Sidney anunció un proyecto de clonación del lobo de Tasmania. En 2002 se extrajo ADN de ejemplares preservados en museos con la esperanza de utilizarlo en una especie estrechamente emparentada.

En esos momentos, algo parecido se estaba realizando en España con otra especie recientemente extinta: el bucardo, una cabra pirenaica. Una muestra de piel del último ejemplar con vida se había conservado congelada: se extrajo el ADN y se implantó en un óvulo de cabra doméstica, que gestó el embrión hasta su nacimiento.

Más allá del ADN

La esperanza se desvaneció en seguida: la cría murió a los pocos minutos de nacer. Ese fracaso sería un jarro de agua fría que frenaría el resto de iniciativas, tilacino incluido. Hoy sabemos que el ADN utilizado no era el adecuado: todas las células tienen la misma secuencia genética pero eso no quiere decir que lo utilicen de la misma manera: algunas expresan unos genes determinados y otras no. El ADN de las células de la piel de un bucardo adulto no era idóneo para crear un nuevo animal.

El ARN ofrece las respuestas que el ADN por sí solo no puede dar. "El ADN es igual para todas las células", explica Mármol desde Estocolmo. "El ARN no: el conjunto de las moléculas presentes en la célula es diferente en cada tejido".

El científico malagueño pone como ejemplo un libro de recetas: el ADN sería ese libro, mientras que el ARN serían las recetas que cada persona elige para hacer en su casa. De ahí que en biología se esté pasando de hablar de genoma (el ADN puro) a transcriptoma (el que se expresa, a través del ARN, en un conjunto de proteínas que darán sus características a las células, tejidos y órganos implicados).

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Mármol llegó a Suecia a finales de agosto de 2020 con el objetivo de encontrar ese ARN oculto y esquivo en el lobo de Tasmania. Unos meses antes, Love Dalén, uno de los mayores expertos mundiales en paleogenética, le había escrito un correo electrónico, animando a Mármol a que se integrara en su equipo. Era la época del confinamiento, el malagueño estaba ultimando su tesis y había incertidumbre por todas partes. Entre varias ofertas de Canadá, Estados Unidos y Barcelona, optó por mudarse a las frías tierras escandinavas.

No es de extrañar el interés por Mármol de primeros espadas de la ciencia. Había recibido el Premio Extraordinario de Fin de Carrera del Grado de Veterinaria de la Universidad de Córdoba y, poco después, obtendría el premio a la mejor tesis en Ciencia Animal de su año en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde se doctoró.

"No me considero un estudiante excepcional: también tengo cincos y seises, aunque es verdad que tengo más nueves", comenta con modestia. "He salido de fiesta como todos, pero en las épocas que había que ponerse a estudiar no dudaba en hacerlo".

La receta del lobo de Tasmania

En Barcelona había realizado también un máster en Bioinformática y Bioestadística. Esta formación y las técnicas que utilizó para la investigación de su tesis (cómo la alimentación de los cerdos influye en su metabolismo a nivel genético) lo hacían el candidato idóneo para Dalén.

La tarea no fue fácil. "Las cantidades que encontramos son pequeñas, marginales, en el límite de la detección de los instrumentos que estamos usando". Pero el trabajo dio su resultado: su estudio, publicado recientemente en la revista Genome Research, describe por primera vez el ARN de un animal extinto, las 'recetas' que cocinaban sus células poco antes de morir.

El pionero trabajo de Mármol ha despertado interés en multitud de sitios, incluido Colossal Biosciences, la compañía que anunció hace dos años que antes de finales de esta década traería al mundo a un mamut redivivo.

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"Ha habido ciertos contactos, hemos compartido datos y hablado un poco de los diferentes mecanismos y método que hemos aplicado". Aunque considera interesante la propuesta de la empresa (que también ha anunciado la desextinción del lobo de Tasmania y el dodo), de momento la ve como "una posibilidad más teórica que práctica, actualmente".

Entre otras cosas, porque más de que desextinguir un animal, se trataría de recrearlo. Con todo, lo que ve más difícil es que este animal recreado sea algo más que un individuo para exhibirlo al estilo King Kong, puesto que para reintroducir un animal en el planeta hace falta recuperar su ecosistema y, además, el ambiente de virus y bacterias en que se movía.

Precisamente a este campo se dirigen los próximos proyectos de Mármol. Su próxima línea de investigación se dirige a obtener ARN de microorganismos que acompañaron a los animales extintos, ese que muchos investigadores ven como 'contaminación' de la muestra. "Nos servirá para entender mejor cómo algunos virus alcanzan un potencial pandémico".

La incertidumbre del pionero

También buscará obtener ARN de mamuts, lo que supondría un salto cualitativo en su pionero campo de trabajo: si el lobo de Tasmania se extinguió hace menos de 100 años, el pariente lejano del elefante lo hizo hace 10.000 (aunque quedó una pequeña población residual en una isla entre Alaska y Siberia hasta hace 4.000 años). Sus restos conservados en frío le permiten albergar esperanza en que la misión tendrá éxito. "Dentro de no mucho podremos publicar estos resultados".

Ser pionero en un campo de investigación le produce una sensación "ambivalente": ilusión por todo lo que queda por explorar, pero temor de que quienes ponen el dinero prefieran moverse en terrenos más seguros.

Si desde hace décadas se estudia el ADN antiguo y hay miles de artículos sobre ello, los trabajos sobre el ARN se pueden contar con los dedos de las dos manos. Sin embargo, el ARN es la molécula de moda: el último Premio Nobel de Medicina ha reconocido el trabajo pionero de Katalin Karikó y Drew Weissman con las vacunas basadas, precisamente, en ARN.

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El propio Mármol reconoce que su estudio sobre el lobo de Tasmania ha atraído la atención de investigadores asentados "y con más bagaje que están empezando a ver si con ciertos métodos pueden obtener información sobre ARN antiguo".

El camino que le queda por recorrer está lleno de incertidumbre. Se encuentra en uno de los epicentros de la investigación sobre paleogenómica (la ciencia que busca analizar el ADN de seres vivos que murieron hace tiempo para conocer el pasado), sus investigaciones están atrayendo miradas y sus próximos proyectos abrirán un camino que hasta ahora nadie había tomado. "A veces te sientes un poco solo, sin un colectivo al que recurrir ni financiación a la que acceder".

Ni esto ni las escasas horas de luz que le esperan este invierno van a modificar su intención de seguir investigando el ARN antiguo en uno de los mejores lugares para hacerlo. "Son las cinco y cuarto y ya no hay sol. En invierno anochece a las tres. Pero me he acostumbrado".