El invierno de 1971 quedó para siempre marcado en la memoria de Valladolid por su excesivo frío. Unas bajas temperaturas que llegaron a ofrecer una imagen insólita: el río Pisuerga congelado. En una Valladolid helada por una intensa ola de frío, el termómetro alcanzó aquel 3 de enero una temperatura récord de -18,8ºC, según el observatorio de Villanubla.

El Archivo Municipal del Ayuntamiento de Valladolid aún conserva una de las imágenes más curiosas de aquella época, con el Pisuerga transformado en una vasta extensión de hielo y que ha compartido en su blog de Cultura y Turismo. 

Sin embargo, no fue la primera vez que el imponente Pisuerga se rendía al frío. En 1658, también en enero, cuentan las crónicas que fue posible caminar de una orilla a otra sin necesidad de puentes.

Y en 1729, el Pisuerga permaneció congelado durante días, según narra Matías Sangrador en su 'Historia de la muy noble y leal ciudad de Valladolid'. Hubo incluso quienes herraron sus caballos con clavos a punta de diamante y pasearon por el río, cruzando bajo el puente hasta el Monasterio de los Santos Mártires. El hielo no solo ofreció una curiosa vía de paso, sino también escenario para juegos de barra, danzas y grandes reuniones.

La Fuente de la Fama y la fuente del Museo Casa de Cervantes, congeladas durante las heladas de los años 80 Ayuntamiento de Valladolid

Las últimas tres décadas del siglo XIX también dejaron su huella helada en Valladolid. Inviernos gélidos encadenados, con mínimas que alcanzaban incluso menos de -12ºC. Pero la crónica más destacada data del 21 de enero de 1885, cuando el frío extremo llevó al Pisuerga a congelarse de manera sorprendente: "Es tan intenso el frío que se siente en Valladolid, que se ha helado el Pisuerga de tal modo que la gente lo atraviesa a pie y sin cuidado alguno, pues el hielo es de gran espesor", informaba El Noticiero Bilbaíno por entonces.

Aunque las décadas posteriores no replicaron la intensidad de aquel invierno de 1971, los años 80 también dejaron su impronta helada en Valladolid. Si bien las temperaturas no alcanzaron los extremos de la mítica ola de frío, la ciudad vallisoletana fue testigo de inviernos con registros que bajaban de los 10ºC.