San Bartolo en Aldeadávila: cuando la Ribera late al ritmo de la fiesta
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Esta noche tendrá lugar el tradicional desfile de carrozas, posiblemente el acto que mayor número de visitantes logra atraer de toda la comarca de Arribes.
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En Aldeadávila de la Ribera, corazón de Las Arribes salmantinas, cada 24 de agosto amanece distinto. El aire fresco de la mañana arrastra el repicar de campanas que anuncia la solemnidad del día grande: San Bartolo, patrón del pueblo y motivo de una celebración que mezcla fe, memoria y alegría desbordada.
El santo en las calles
La misa mayor llena la iglesia hasta los últimos rincones. No cabe un alma más en el templo ni en las escaleras de la entrada, donde muchos esperan pacientes el momento de la procesión. Cuando al fin aparece el santo, vestido con flores, acompañado de mangas y estandartes, y custodiado por quienes cargan sus andas, un murmullo emocionado recorre la plaza.
San Bartolo sale al encuentro de sus vecinos entre vítores, cánticos y toques de charanga, donde no podía faltar el Himno Nacional de España. Las calles estrechas de piedra se transforman en un pasillo de fe, donde mayores y pequeños levantan la vista para recibir la bendición silenciosa de la imagen.
Hay quienes, con lágrimas contenidas, susurran promesas o agradecimientos. Y no faltan los que, tras años fuera, regresan solo por vivir ese instante: “Volvemos por San Bartolo, aquí está nuestra raíz”, confiesa un aldeano emigrado a Madrid que cada agosto vuelve a su plaza.
Una vez el santo en el templo, el Ayuntamiento, que preside Florentino García, invita a un multitudinario convite en la calle Cilla, bien abastecido y que sirve de convivio entre los vecinos.
Del fervor a la fiesta
La solemnidad del mediodía da paso a la alegría popular de la tarde. El pueblo cambia de rostro: por todos los rincones se lucen pañuelos de peñas, los bares rebosan de tertulia, y las peñas y juegos tradicionales devuelven a las calles el bullicio. La Ribera suena distinta en San Bartolo: es la mezcla de tamboriles, risas y pasodobles que se escapan de una charanga.
Y cuando llega la noche, la plaza se convierte en escenario de verbena, en esta ocasión en el nuevo espacio habilitado para el evento. Bajo las luces y estrellas, generaciones enteras bailan sin distinción. Abuelos que marcan el paso de un vals, jóvenes que brincan al compás de la orquesta, familias que se reencuentran tras meses de distancia. La fiesta es convivencia pura: nadie se siente forastero en Aldeadávila esos días.
Una tradición que resiste
San Bartolo no es solo una cita en el calendario; es la esencia misma del pueblo hecha celebración. La devoción al patrón une a quienes se quedaron, a quienes emigraron y a quienes, simplemente, sienten que la Ribera, que no Arribes, les pertenece. Es una fiesta que resiste al tiempo porque se nutre de memoria y de emoción compartida.
Cuando la madrugada se alarga y la música se va apagando poco a poco, queda la certeza de que, un año más, San Bartolo ha cumplido con su misión: reunir a todos en torno a la fe, la tradición y la alegría de vivir en comunidad.