Un profesional penitenciario, cuya identidad no está relacionada con esta información, en la prisión de Topas.

Un profesional penitenciario, cuya identidad no está relacionada con esta información, en la prisión de Topas.

Salamanca

“Nos jugamos la vida cada día y nadie parece verlo”: los funcionarios de Topas alertan de la falta de seguridad

La cárcel de Topas sufre más violencia entre reclusos y hacia funcionarios, que exigen refuerzos y alertan del abandono institucional.

Más información: Un preso recién llegado de Algeciras rompe la cara a un funcionario en Topas: "Es muy peligroso"

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La seguridad en el centro penitenciario de Topas atraviesa un momento crítico.

Así lo denuncia un veterano funcionario con más de 40 años de experiencia, que alerta del incremento sostenido de agresiones tanto entre internos como contra el personal, especialmente contra funcionarias.

Aunque los episodios más graves se han logrado contener, los casos documentados de violencia física y verbal van en aumento y generan una creciente sensación de desprotección entre los trabajadores.

“La situación es preocupante. Estamos teniendo muchísimos más problemas de seguridad que hace unos años. Hay más agresiones, más conflictos, y los internos cada vez se atreven más porque sienten que no hay consecuencias reales”, afirma para EL ESPAÑOL de Castilla y León.

Dos funcionarios para 160 presos: el riesgo permanente

El déficit de medios materiales y humanos es uno de los principales factores de riesgo. "En un módulo hay 150 o 160 personas, y trabajamos solo dos funcionarios durante el día. Si no hay una normativa estricta, la situación se vuelve muy peligrosa", advierte.

No es una hipótesis: los trabajadores deben enfrentarse a episodios de tensión diarios, muchos de ellos con una carga de agresividad elevada.

La desproporción numérica entre internos y empleados pone en jaque cualquier estrategia de prevención. A menudo, el funcionario debe resolver solo, sin apoyo inmediato, enfrentamientos entre reclusos, altercados, autolesiones o conductas violentas, lo que expone a los trabajadores a un estrés constante.

Reconocimiento como autoridad y medios defensivos: una demanda histórica

Los funcionarios llevan años reclamando que se les reconozca legalmente como agentes de la autoridad, lo que endurecería las penas para quienes les agredan. "Si un preso siente que le va a salir gratis agredir, lo hará. Y así no se puede trabajar", subraya.

Actualmente, las agresiones a estos profesionales se juzgan como delitos menores, a menudo sin consecuencias penales reales. La falta de herramientas defensivas eficaces es otra gran preocupación.

"No tenemos ni pistolas táser, ni espráis defensivos. Lo único que tenemos son nuestras manos. Si un interno viene con un pincho casero, lo único que puedes hacer es correr o rezar", denuncia con crudeza.

Agresiones verbales y físicas: una constante silenciosa

A diario se producen insultos, amenazas y agresiones físicas: puñetazos, patadas, intentos de asfixia, incluso con técnicas como el ‘mataleón’.

Algunas funcionarias jóvenes, incluso en prácticas, han sido atacadas. "Una vez intentaron cortarle la cara a un compañero con una cuchilla. En otra ocasión, le pegaron una patada en el abdomen.

Y eso sin contar los insultos constantes, que algunos mandos llegan a justificar diciendo que ‘van en el sueldo’", lamenta, recordando con indignación unas palabras de la exdirectora general Mercedes Gallizo.

Pese a la gravedad de estos hechos, muchas veces no se denuncian por miedo a represalias o por falta de confianza en que haya consecuencias. El resultado: un clima de impunidad que favorece la repetición de estas conductas.

Una olla a presión sin válvula de escape

El perfil de los internos también ha cambiado. "Ahora tenemos personas mucho más violentas, inadaptadas, psicópatas incluso, que reaccionan con agresividad ante cualquier límite", explica.

En este contexto, la arquitectura del centro ayuda a contener los conflictos dentro de los módulos, pero no evita los estallidos de violencia. "Es una olla a presión. Y sin medios, sin respaldo institucional y sin seguridad jurídica, estamos vendidos", resume.

También señala el cambio de códigos entre los propios internos. "Antes había un respeto hacia ciertos límites o normas internas. Ahora eso se ha perdido. Todo se impone por la fuerza o el miedo".

Formación escasa frente a situaciones extremas

Aunque existen cursos de formación, los trabajadores consideran que son insuficientes. "Te enseñan empatía, resolución de conflictos… pero en una situación real, todo depende de tu sangre fría y de los años de experiencia. Lo que te salva la vida no son los cursos, es el aplomo", señala.

Reclaman una preparación más específica en defensa personal, detección de riesgos y gestión de crisis. También denuncian que a menudo los cursos se ofertan de manera limitada o con contenidos poco aplicables a la realidad diaria.

Falta de interlocución y bloqueo político

Pese a mantener grupos de trabajo con Instituciones Penitenciarias, los sindicatos denuncian que "no se avanza en nada".

La ley para convertir al funcionario de prisiones en agente de la autoridad sigue bloqueada por los principales partidos. "Parece que creen que venimos aquí a torturar, cuando somos los que evitamos que haya violencia y mantenemos la paz", dice.

La percepción entre los trabajadores es de abandono. Sin el respaldo normativo, sin el reconocimiento institucional y sin inversión en seguridad, temen que la situación desemboque en una tragedia.

El peor desenlace, cada vez más cerca

El riesgo es real, insisten. "Si esto no cambia, acabará pasando algo muy grave. Ya mataron a una cocinera en una prisión de Cataluña. Y aquí puede repetirse. Nos jugamos la vida cada día", concluye.

Es un grito de alerta desde dentro del sistema penitenciario. Un aviso de que, sin medidas concretas y urgentes, lo que hoy son agresiones podría transformarse mañana en una tragedia evitable.