Álvaro Guerra en la cima del Mont Blanc junto a la foto de su padre

Álvaro Guerra en la cima del Mont Blanc junto a la foto de su padre Cedida a EL ESPAÑOL- Noticias de Castilla y León

Valladolid

"Solo piensas en sobrevivir, te lleva al límite": el reto cumplido de Álvaro de subir al Mont Blanc y dedicárselo a su padre

Un viaje en el que ha vivido momentos emocionantes al cruzarse con turistas que les aplaudían y animaban, y una cima que define como "intimidante, que parece de otro planeta".

Más información: Álvaro y su reto "más bestia" subiendo el Mont Blanc junto a su padre: "Mi conexión con la montaña es por él"

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"Si puedes soñarlo, puedes hacerlo". Esta es la frase con la que todo el mundo debería iniciar cada día. A veces son muchas las circunstancias que impiden amanecer con esta mentalidad positiva, pero conocer historias como la de Álvaro Guerra terminan demostrando que los sueños se cumplen.

Cuando comienza el año se hace un listado de propósitos. Algunos más fáciles de cumplir que otros, pero todos están escritos en el cuaderno con la intención de poder tacharlos con el paso de los meses.

El vallisoletano ha logrado poner un tick en uno de ellos. Quizá en la que ha convertido ya en la mayor aventura de subida: subir al Mont Blanc.

Una de las impresionantes vistas que han tenido en este desafío

Una de las impresionantes vistas que han tenido en este desafío Cedida a EL ESPAÑOL- Noticias de Castilla y León

Hace meses contaba en declaraciones a EL ESPAÑOL- Noticias de Castilla y León cómo estaba siendo el proceso físico y psicológico para el que definía como el "reto más bestia" de su vida. Y hoy, con una sonrisa, puede decir que lo ha logrado.

Fue por Reyes cuando Álvaro le regaló a su padre un vale para subir juntos por la gran conexión que ambos comparten por la montaña y porque él ya lo había hecho años atrás. Sin embargo, no todo sale siempre como uno quiere. Se han estado preparando duramente, pero hace unos meses, su padre Luisma notó que algo no iba bien.

Sufrió una lesión llamada estenosis de canal, lo que le ha impedido, a medias, hacer este reto con él. Y es a medias porque aunque no físicamente, sí que le ha acompañado en cada paso. En todos los lugares encontraba una señal y su foto ha llegado a la cima, dedicándole este desafío.

"A él siempre le ha perseguido el número 34. Dice que cuando aparece le transmite confianza. Cuando llegué a uno de los refugios y vi la cama que me dieron estaba este número. Ahí sentí que todo iba a salir bien", asegura.

Un camino que no ha sido sencillo y donde los inconvenientes han estado presentes porque a solo semanas de iniciar la expedición, el guía les dijo que no podía acompañarlos por un problema personal. Momentos de tensión en los que tanto Álvaro como Marina Dorado, la vallisoletana que le acompañaba, intentaron buscar una solución.

Hasta que encontraron al guía español Isidro González, que apareció como un rayo de luz en mitad de la tormenta. Este imprevisto les hizo adelantar la ruta una semana antes, pero, sin ninguna duda, lo hicieron porque sabían que tenían que alcanzar la cima del pico más alto de los Alpes.

Álvaro junto a Marina Dorado, su compañera de aventura, e Isidoro González, el guía

Álvaro junto a Marina Dorado, su compañera de aventura, e Isidoro González, el guía Cedida a EL ESPAÑOL- Noticias de Castilla y León

La ruta se ha dividido en varios días. El primero estuvo dedicado a una fase de aclimatación porque a partir de los 3.000 metros "todo cambia, hay nuevas reglas para respirar, dormir, para la musculura". Estuvieron en el refugio Albert 1er a unos 2.700 metros y al día siguiente subieron al pico Petite Fourche a 520m.

"Empezamos a sentir cosas especiales. Estaba en la cama y me notaba el corazón muy acelerado. El cuerpo está alerta todo el rato y es una sensación muy rara", afirma.

Guerra recuerda que al pasar la barrera de los 3.000 metros, y pese a llevar un año entrenando para este momento, "tenía una sensación constante de ahogarme, te sientes ridículo porque en los entrenamientos hacías cosas más intensas y podías, aquí no".

Al día siguiente siguieron con el proceso de aclimatación. Fueron a Aiguille du midi a 3.842 metros y fue aquí donde vivieron uno de los momentos más especiales de esta aventura. Siempre había escuchado a su padre hablar de que este lugar tenía algo mágico y entendió el porqué.

Subiendo se fueron cruzando con turistas porque allí se encuentra uno de los miradores más altos de Europa y es, precisamente, donde empiezan muchas rutas, entre ellas la del Mont Blanc. Él había oído que cuando los alpinistas subían y se cruzaban con turistas, sobre todo japoneses, estos les aplaudían, pero pensaba que era una historia del pasado.

Su sorpresa fue que esta tradición se ha mantenido con el paso de los años. "Me emocioné muchísimo. Nos aplaudían y pedían fotos y sentíamos que hacíamos algo que estaba siendo muy especial. Fue emocionante".

Ese día bajaron por su arista e hicieron la travesía glaciar por Vallée Blanche hasta Italia haciendo otro pico de 3.500 metros. Ahí empezó a sentir de verdad que estaba adentrándose en este increíble reto al ver a "todo el mundo preparado con cuerdas y cascos".

En ese momento, comenzó el ascenso. Todo parecía estar de su lado porque los guías se reunieron a escuchar el parte meteorológico y "no pudo ser mejor". Partieron desde Les Houches hasta el refugio Tete Rousse a 3.100 metros.

Álvaro junto a su padre en una montaña cuando él era pequeño

Álvaro junto a su padre en una montaña cuando él era pequeño

El segundo día, se despertaron a las cuatro de la mañana del refugio para atravesar una zona llamada la bolera, que no tiene ese nombre por casualidad. "Ahí tú eres el bolo porque caen piedras y, por eso, se debe atravesar de noche para que estén compactas y evitar que te puedan llevar", explica.

De hecho, recuerda que ellos pudieron cruzar sin problema pero que a los cinco minutos escucharon gritos porque había personas a las que "les estaban cayendo piedras, aunque tuvimos suerte y no llegaron a pillar a nadie".

Una vez cruzado este tramo, llegaron al refugio de Goûter a 3.800 metros para "hacer una parada, abrigarte" y empezar a subir a otra zona llamada el Dome de Goûter a 4.300 metros.

"Fue muy intimidante porque es realmente inmenso, como si estuvieras en otro planeta. No tiene nada que ver con las montañas que podamos tener aquí en España", asegura.

En este sitio, el viento era de unos 30 o 40 kilómetros por hora y tuvieron que abrigarse aún más. Se pusieron dos calcetines, dos guantes y todo lo que llevaban para poder llegar a la cima. Tuvieron que atravesar la aristas des bosses a 4.500 metros hasta poder decir que estaban en lo más alto de Mont Blanc.

"Me chocó muchísimo. No lo disfrutas porque estás pensando en sobrevivir, llegas extasiado y no puedes estar mucho tiempo porque si te paras te quedas frío. Había gente que llegaba muy mal, sangrando por la nariz y con la boca blanca, congelada", explica.

Tras haber alcanzado la cima y disfrutar de un paisaje único y excepcional, empezaron a bajar hasta el refugio de Goûter a 3.800 metros y al día siguiente bajaron ya hasta el valle. Guerra reconoce que ha sido "más bestia" de lo que podía llegar a imaginar, sobre todo algunos tramos como el de la bolera.

"Hay tramos con unas grietas de profundidad incalculables y pasas a un metro de ellas. Tienes que estar tensando la cuerda y asegurarte bien. Te lleva al límite", subraya.

Ha regresado hace escasos días y aún no ha asimilado esta experiencia. En el momento de llegar a Mont Blanc estaba más pendiente de "llegar seguro y volver que en disfrutarlo". Eso sí, sonríe porque ha logrado el "sueño que tenía de niño".

Durante esta experiencia tenía pensado grabar un documental para contar paso a paso cómo ha sido todo. Lo cierto es que llevaba de peso unos 17 kilos más entre cámaras, dron y baterías, lo cual es una "barbaridad". Por este motivo, decidió adaptarse y grabar algunas escenas sin preocuparse por cómo quedarían los planos ya que "hay circunstancias que no dependen de uno".

Guerra afirma que la montaña es algo más que deporte, es algo espiritual. El lugar donde "ordenar tus prioridades y tu vida".