Responsables y voluntarios del Ropero de Puente Ladrillo junto a uno de sus contenedores de ropa

Responsables y voluntarios del Ropero de Puente Ladrillo junto a uno de sus contenedores de ropa Ropero de Puente Ladrillo Cedida

Salamanca

Cierra el Ropero de Puente Ladrillo: “Ha sido una forma preciosa de apoyar a Salamanca”

Desde su local en Jesús Arambarri, este proyecto vecinal ha enviado toneladas de ayuda a miles de familias salmantinas y del extranjero.

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Durante más de dos décadas, el Ropero de Puente Ladrillo ha sido un lugar discreto pero imprescindible.

Entre cajas de ropa, estanterías con libros y bolsas de juguetes, este espacio del barrio salmantino se convirtió en una trinchera de dignidad para quienes atravesaban momentos difíciles.

Hoy, tras más de veinte años de actividad ininterrumpida, sus responsables han anunciado su cierre definitivo.

Lo que nació a principios de los 2000 como una iniciativa vecinal para dar respuesta a las necesidades más básicas como el empleo, vivienda, ropa o material escolar, acabó convirtiéndose en uno de los proyectos solidarios más longevos de Salamanca.

En su local de Jesús Arambarri se han recogido, clasificado y entregado miles de kilos de donaciones.

Muchas de ellas, destinadas también al otro lado del océano: hasta 15 contenedores han viajado a lugares como Paraguay, Marruecos o Tanzania cargados de libros, sábanas, máquinas de coser, material escolar y alimentos.

El impacto del Ropero va más allá de las cifras. Lo supieron quienes cruzaron su puerta buscando ayuda, pero también quienes la ofrecieron sin esperar nada a cambio.

Chuchi, Virgi y Lorena en el Ropero de Puente Ladrillo

Chuchi, Virgi y Lorena en el Ropero de Puente Ladrillo Cedida

Asociaciones, colegios, parroquias, colectivos vecinales, grupos juveniles y decenas de personas voluntarias han hecho posible que este engranaje solidario funcionara sin descanso.

Muchas de esas personas, mujeres mayores en su mayoría, han sostenido el proyecto con manos firmes y corazones abiertos.

Una de ellas es Chuchi Razquin, uno de las responsables del Ropero, que ha compartido con EL ESPAÑOL de Castilla y León su sentir tras la despedida:

“Los proyectos empiezan en un momento, pero también hay que saber cuándo terminarlos. Y nosotros lo hacemos muy agradecidos. La ciudad de Salamanca se ha volcado siempre con nosotros. Ha sido increíble ver cómo, cuando se crea un espacio acogedor, la gente responde con una generosidad inmensa”, afirma.

Chuchi resume el balance de estos años con una mezcla de orgullo y agradecimiento.

“Estamos encantados con lo que hemos hecho. Ha sido una buena forma de apoyar a la ciudad y a las personas que más lo necesitaban”.

El Ropero de Puente Ladrillo cierra sus puertas, pero deja tras de sí una historia de humanidad y entrega que seguirá viva en la memoria de quienes lo hicieron posible y de quienes fueron acompañados a través de él cuando más lo necesitaban.

No siempre se requiere de un gran presupuesto para cambiar realidades. A veces, basta con una bolsa de ropa limpia, una sonrisa al recibirla, y la voluntad firme de no dejar a nadie atrás.