
Lourdes Gabriel, directora del Hotel abba Fonseca
Lourdes, directora de hotel en Fonseca: “Nos aseguramos de que los turistas sepan cómo llegar a la Plaza Mayor”
Días de lleno total, turistas que improvisan y una calma que nunca llega al otro lado del mostrador.
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Lourdes Gabriel no lleva capirote, pero vive la Semana Santa como pocos. No sale en procesión ni acompaña ningún paso, pero podría dar indicaciones con los ojos cerrados de por dónde entra la Soledad o a qué hora empieza el Vía Crucis.
Lleva años al frente del Hotel abba Fonseca y sabe que estos días no se miden en horas, sino en reservas, reclamaciones y mucha paciencia.
Aquí los milagros no los hace la Virgen: los hace Lourdes cada vez que alguien se presenta sin reserva. “Todavía hay quien viene sin avisar, tan tranquilo, como si fuera enero”, dice.
Y lo dice con una media sonrisa, como quien ya ha visto demasiado. Gente con la maleta en la mano, confiada, preguntando si hay algo libre. Pero no lo hay. Ni en su hotel ni en media ciudad. Y cuando se les dice que no, se enfadan. Como si la culpa fuera del recepcionista.
Las habitaciones vuelan semanas antes. Familias enteras, muchas de ellas fijas desde hace años, con la tradición de pasar aquí al menos dos noches en estas fechas.
“Algunos dejan hecha la reserva de un año para otro”, cuenta. A partir del viernes, el perfil es el de siempre: padres, hijos, abuelos, mochilas, cámara en mano, y un horario marcado por las procesiones y las comidas.
El otro vía crucis: encontrar mesa
“¿Dónde se come bien aquí?” Y eso también es un problema: las comidas. “La mayoría de restaurantes son pequeños, y todos quieren ir a los mismos. A los de siempre, los de alrededor de la Plaza. Y claro, cuesta encontrar sitio”.
En recepción acaban siendo guías de emergencia, dando recomendaciones, explicando rutas, indicando qué ver, por dónde ir. “Nos aseguramos de que, al menos, salgan sabiendo cómo llegar a la Plaza Mayor”.
Entre turistas devotos, grupos de peregrinos que vienen de Fátima rumbo a Lourdes y parejas que hacen turismo sin saber muy bien por qué, se va llenando la ciudad. Y en medio del jaleo, está ella. Viéndolo todo pasar desde el otro lado del mostrador.
El plan de Lourdes: huir
A pesar de todo, a Lourdes le gusta la Semana Santa. O le gustaba, al menos hasta este año. “Me voy fuera”, confiesa, como quien dice que escapa del apocalipsis. Pero se nota que le tira.
Porque cuando empieza a hablar de la salida de la Soledad por la Clerecía, de las fotos que tiene en el móvil o del Domingo de Resurrección en la Plaza Mayor, se le ilumina la cara. “No hace falta ser creyente para que te emocione. Es ver la ciudad de otra manera. Más viva. Más intensa”.
Porque aquí, la Semana Santa se vive en las aceras, en los balcones y también en las recepciones de hotel, donde cada año se despiden hasta del último cliente con la misma frase: “Hasta el año que viene, si reservas a tiempo”.