Leo Zamarreño, el niño que transforma los desafíos de la AME en una lección de vida
Leo Zamarreño, el niño que transforma los desafíos de una atrofia muscular en una lección de vida
Con solo 11 años, este pequeño salmantino utiliza la tecnología más avanzada para aprender, comunicarse y demostrar que los límites solo existen en la mente.
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En el aula de quinto de primaria del CEIP Pablo Picasso hay un silencio especial cuando Leo Zamarreño empieza a trabajar. No es el silencio de la desconexión, sino el de la admiración.
Leo, un niño de 11 años con atrofia muscular espinal tipo 1 (AME), no utiliza lápices ni habla con voz natural para responder a las preguntas de su profesora; para todo ello utiliza un Sistema Aumentativo y Alternativo de la Comunicación (SAAC)
Su mirada, amplificada por la tecnología más avanzada, construye puentes donde otros solo ven muros. En su silla de ruedas, con un lector ocular PCeye5 y el software Grid 3, Leo participa con su voz sintetizada en la clase como cualquier otro alumno, siguiendo el mismo ritmo que sus compañeros, pero con una presencia que deja huella en todos los que le rodean.
No necesita adaptaciones curriculares. Sus libros, en formato PDF, y las plataformas digitales que utiliza le permiten navegar por el temario escolar sin limitaciones. Cada clic que hace con la mirada abre un nuevo capítulo en una historia que desafía las percepciones convencionales de lo que significa convivir con una discapacidad.
Leo, además de estudiar, juega, crea, comunica y, sobre todo, inspira. Su familia, que rehúsa términos como “inclusión” para abrazar la idea de pertenencia y convivencia, ha convertido su vida en un testimonio vivo de cómo los desafíos no son más que oportunidades en espera de ser exploradas.
Desde muy pequeño, aprendió a comunicarse utilizando sistemas aumentativos que le ayudaron a pasar de los símbolos a la lectoescritura.
Hoy, con una precisión casi mágica, su lector ocular le permite escribir, participar en juegos, tocar instrumentos musicales y expresar ideas con una claridad que desafía las limitaciones impuestas por su condición.
Estrategias que rompen moldes
El ajedrez, para Leo, es más que un juego. Es una metáfora de su vida: cada movimiento exige estrategia, paciencia y creatividad. Ha participado en torneos presenciales y online, demostrando que la habilidad para pensar varios pasos adelante no depende de la movilidad física.
Su familia está trabajando en la creación de una categoría especial para usuarios de sistemas aumentativos de comunicación en competiciones oficiales, abriendo el camino para que otros sigan sus pasos.
Pero Leo no se queda en ser un estratega. Es también un artista cuya sensibilidad ha quedado plasmada en cuatro premios provinciales de pintura otorgados por la Diputación de Salamanca.
Uno de sus dibujos, lleno de color y vida, fue elegido como felicitación institucional navideña, mostrando que su talento no se detiene ante ninguna barrera. La expresión artística de Leo es un recordatorio de que, con las herramientas adecuadas, el potencial humano no tiene límites.
La música es una de las grandes pasiones de Leo, y gracias a la tecnología ha encontrado una manera única de aprender y disfrutarla. En lugar de un instrumento físico, utiliza el Eyeharp, un innovador software diseñado para que personas con discapacidad puedan tocar música con la mirada.
Con esta herramienta, Leo recibe clases como cualquier otro niño de su edad, explorando melodías y ritmos con la misma ilusión y dedicación.
Su evolución queda reflejada en su canal de YouTube y en plataformas especializadas en comunicación aumentativa, como Qinera, Alfasaac y Eyeharp, entre otros, donde comparte sus avances y demuestra que la música, el arte en general y la participación no entienden de barreras.
La convivencia como motor de cambio
La familia de Leo tiene un enfoque único sobre la discapacidad. Prefieren hablar de desafíos en lugar de problemas, y de convivencia en lugar de inclusión. Para ellos, Leo no necesita ser “incluído” porque ya pertenece.
La historia de Leo es la de un niño que supera obstáculos, sí; pero también es la de un pequeño innovador que utiliza la alta tecnología para transformar su realidad y la de quienes lo rodean.
En sus ojos hay más que un niño de 11 años, existe un faro de esperanza que ilumina el camino hacia una sociedad más empática e inclusiva.
Leo Zamarreño nos recuerda que los límites son, muchas veces, una construcción de nuestras propias percepciones. Y con cada mirada, nos enseña que no hay barreras infranqueables cuando la voluntad y la tecnología trabajan juntas para crear un mundo donde cada cual pertenece desde el primer instante.