Base área Virgen del Camino de León en la actualidad. El aeródromo fue utilizado por la Legión Cóndor durante la Guerra Civil.

Base área Virgen del Camino de León en la actualidad. El aeródromo fue utilizado por la Legión Cóndor durante la Guerra Civil. Peio García / ICAL

León

La Legión Cóndor en León

De los 13 saboteadores que nunca perdieron la fe y fueron condenados

3 abril, 2022 07:00

El 6 de septiembre de 1939, justo cinco días después de que Hitler decidiera invadir el territorio polaco, y a más de dos mil kilómetros de distancia de tal histórico evento, los ciudadanos Vicente y Rafael, Sócrates y Cayetano, Emilio y Manuel, Juan, José y Eladio, más dos Pedros y dos Antonios eran fusilados en el aeródromo leonés de La Virgen del Camino.

El estallido de la Guerra Civil en España fue una gran oportunidad que se abría ante el Führer para obtener un doble rédito: por un lado, haría bueno el proverbio de las “rejas vueltas”, es decir, si él prestaba tropas al sublevado, más tarde él recibiría la misma ayuda. Y así fue, la Legión Cóndor a cambio de La División Azul.

Y aquí surge el segundo provecho para el líder germano, ya que, poseyendo una de las más avanzadas tecnologías de Europa, podría aprovechar la guerra doméstica española como centro de I+D para testar y afinar su armamento aéreo durante unos años, antes de emplearlo en la batalla mundial que tendría pensado iniciar él más tarde.

Y así fue como fueron llegando los soldados y pilotos alemanes de la Luftwaffe a España y se repartieron por varias bases militares provistas de aeródromos, una de ellas ésta de León, donde precisamente montaron su Cuartel General.

Panorámica de la base aérea en tiempos pasados. Foto: Ministerio de Defensa. Ejército del Aire.

Panorámica de la base aérea en tiempos pasados. Foto: Ministerio de Defensa. Ejército del Aire.

Pero León no era una ciudad en la que se rindiera pleitesía a tamaños aviadores teutones, y, además, entre los cientos de reclutados para trabajar en el aeródromo, se habían metido muchos republicanos, por lo que los ingredientes ya estaban preparados. Solo faltaba organizarse. Y aquí es donde entran en juego algunos obreros del ferrocarril que, en su condición de militarizados, trabajaban también en el aeródromo arreglando piezas de los aviones extranjeros.

La idea se fue fraguando a principios del 38 por cuatro de ellos, en una tasca (¡dónde sino en España!), una ocurrencia simple, pero muy arriesgada: sabotear los aviones enemigos en los que trabajaban diariamente con sus propias manos.

Sabotear bombarderos

El Frente Norte había sido ganado por el ejército sublevado que ya dominaba toda la cornisa Cantábrica, sus hornos, sus metalúrgicas y, por tanto, la posibilidad de surtirse de armas. Para muchos, eso era más de media guerra ganada a favor de las huestes de Franco, pero estos cuatro operarios no cejaron en su empeño y, henchidos de fe suponemos, a lo largo del año fueron poco a poco captando más adeptos a su idea de sabotear bombarderos. Tanto costó dar el paso, por la gravedad de las consecuencias si los pillaban, que se les echó encima el año 1939.

Una vez decididos a hacerlo, a principios de año, los trabajadores idearon un sinnúmero de artes y engañifas para sabotear las aeronaves en los hangares y talleres, sirvan de ejemplo, tapones en los tanques de carburante, filtros de bombas deliberadamente mal montados o trenes de aterrizaje bloqueados.

En algunas otras bases de la Legión Cóndor repartidas por España también existieron actos de sabotaje, como en Cantabria, Tarragona o Sevilla, pero por ser hechos aislados y camuflados en cierto modo con el azar, no llamaron la atención del Tribunal Militar y no fueron investigados, sino asumidos como accidentes.

Lo que diferencia el caso de La Virgen del Camino de los otros, es que hubo agallas y predisposición suficientes para montar todo un complot perfectamente organizado, con cabecillas instigadores, manos ejecutoras, silenciosos coordinadores y algún que otro funcionario chivato. Sin excluir a las mujeres, que en su mayoría tenían como dedicación los textiles de las máquinas, teniendo así acceso a los fuselajes de los aviones.

De esta forma, la trama del aeródromo de La Virgen estuvo implicada en los siguientes meses en varios incidentes, provocados todos por la manipulación de piezas de modelos diversos como el Heinkel 111, el Heinkel 45, o incluso algún Dornier 17, también llamado “bacalao” por lo plano que era. Incluso dentro del depósito de aceite de un Junkers 52, en el que solía viajar nada menos que el jefe del Estado Mayor de la Legión Cóndor, se encontraron trapos empapados con azúcar… De hecho, fue este grave intento de sabotaje el que hizo poner en marcha las investigaciones.

El Tribunal Militar creyó consumadamente demostrados media docena de menoscabos contra los aviones alemanes, que produjeron diez fallecidos en total y varios heridos. Aunque probablemente hubiera doce o catorce agresiones más de las que se pudieron finalmente probar. Y, del mismo modo, también sucedería que otros tantos aviones caídos que se tacharan de hechos intencionados fueran por el contrario accidentales.

130 operarios encausados

El caso es que la maquinaria franquista se puso en marcha y se depuraron responsabilidades, encausando a 130 operarios, de los cuales, los trece nombres antes mencionados fueron condenados a muerte. Libraron dos treintañeros, hombre y mujer, que bien pasaron encerrados tres lustros. También se redacta en la condena que paguen los operarios doscientas mil pesetas a repartir entre las diez familias de soldados fallecidos en concepto de multa. Una exageración para lo poco que ganaban.

No poco cierto es que las condenas firmadas resultaron excepcionalmente extrañas, ya que, después de finalizado el conflicto, en abril de ese año, se habían limitado mucho las penas de muerte, aunque fueran por traición, y mucho menos si eran por omisión o por auxilio de la rebelión. y extraño era también que las ejecuciones no se llevaran a efecto en Puente Castro, al pie de León, sino en el propio aeródromo de La Virgen donde se habían llevado a cabo los sabotajes, con asistencia del resto de operarios militarizados de la base. Esto último obligado por el juez, con fines ejemplarizantes.

La pregunta podría ser, ¿cuál fue el motivo de que estos operarios decidieran iniciar una operación semejante en fechas tan tardías, con el Frente Norte ya caído, y atisbando ya la derrota republicana? ¿De verdad su ideología era tan fuerte? ¿O lo que realmente querían era alargar las hostilidades domésticas lo máximo posible con el anhelo de que los nazis hicieran estallar la guerra en Europa, y que España pasara a segundo plano?