Juan Arribas posa en un aula de su centro educativo en Alemania

Juan Arribas posa en un aula de su centro educativo en Alemania Cedida

Burgos

De camarero en Burgos a maestro en una escuela infantil alemana: “Volver supone un sueldo que no da para vivir”

Juan Arribas lleva tres años en tierras germanas y trabaja en una escuela infantil especializada en carpintería. "Es más fácil aprender alemán que conseguir que te acepten en un piso con perro", bromea.

Más información: Una joven maestra segoviana en Alemania: “Gano más del doble que en España y me siento muy valorada”

Publicada

A sus 29 años, Juan Arribas sabe bien lo que significa empezar de cero. Natural de Burgos, su camino profesional en la Educación no ha sido lineal ni sencillo, pero sí lleno de aprendizajes y decisiones valientes que lo han llevado, hoy, a trabajar en Alemania en una escuela infantil especializada en carpintería.

Una experiencia que no solo le ha permitido crecer como maestro, sino también descubrir un modelo educativo distinto al que conocía en España. EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León charla extensamente con él para conocer todo sobre la educación germana.

Arribas terminó la carrera de Educación Primaria con mención en Educación Especial a los 23 años. Poco después, decidió ampliar su formación y en solo dos años obtuvo también el título de Educación Infantil, uno de ellos estudiando en Portugal. Fue precisamente en esa etapa cuando confirmó algo que marcaría su futuro y que tenía claro, no quería vivir en Burgos.

La pandemia le obligó a volver a su ciudad natal, donde apenas encontraba oportunidades laborales más allá de trabajos como camarero, oficio en el que ya tenía experiencia.

En cuanto pudo, se mudó a Valencia, aunque la situación al principio fue similar. Allí llegó a trabajar como profesor de Pedagogía Terapéutica con niños de entre 6 y 12 años, pero siempre con contratos de sustitución, lo que le obligaba a vivir “al día”.

En medio de esa búsqueda de estabilidad apareció, casi como una broma, un anuncio en internet: “Trabaja en Alemania, gana no sé cuánto, etc.”. Movido por la curiosidad, Juan envió su solicitud sin darle mucha importancia. Sin embargo, a los pocos días recibió una llamada que cambiaría su rumbo.

“En poco más de un mes ya estaba dando clases de alemán con la idea de estar trabajando en menos de un año en Alemania”, recuerda. En febrero de 2023, aquel plan surrealista se convirtió en toda una realidad.

Los primeros meses no fueron fáciles. “Me veía frente a un muro por todo el papeleo que había que hacer, a la vez que tenía que adaptarme al trabajo, la gente, el idioma y en general a la nueva rutina”, cuenta.

El idioma, aunque al principio lo manejaba bien, se vio relegado por la facilidad de hablar con otros latinos, lo que hizo que parte de lo aprendido se le olvidara.

El burgalés Juan Arribas durante una actividad al aire libre en Alemania

El burgalés Juan Arribas durante una actividad al aire libre en Alemania Cedida

Además, ha tenido que enfrentarse a la odisea de encontrar vivienda en Alemania, más aún con un perro como compañero inseparable. “Es más fácil aprender alemán que conseguir que te acepten en un piso con perro”, bromea.

Tras varias mudanzas, encontró estabilidad al mudarse con su pareja a un pueblo cerca de Colonia, donde empezó a usar el alemán de forma intensiva.

La adaptación cultural fue, en general, positiva. “Dicen que Colonia es la ciudad más abierta de Alemania, y quitando los inviernos, la vida aquí no está mal, siempre que tengas la suerte de conocer gente con la que salir y hacer planes”.

Una escuela infantil con carpintería

El gran salto de Juan llegó de la mano de Global Working, la empresa con la que estudió alemán y que lo acompañó durante todo el proceso, en especial David.

Gracias a ellos, visitó junto a otros estudiantes una Kita (como se llaman las escuelas infantiles en Alemania) especializada en carpintería. Durante aquella visita, la directora se fijó en él y lo invitó a realizar una entrevista que terminó con su contratación.

La metodología de estas escuelas es muy distinta a la española. Existen grupos amplios de 0 a 3 y de 3 a 6 años, y dentro de ellos los niños pueden moverse entre aulas temáticas: psicomotricidad, teatro, cocina, costura, creatividad… o carpintería. Cada educador diseña y anuncia semanalmente las actividades, y los niños deciden en qué quieren participar.

En el taller de carpintería, la Werkstatt, este burgalés se encargaba de preparar proyectos prácticos. Por ejemplo, reparar juguetes o muebles de la propia escuela, construir cajas o incluso elaborar decoraciones y carrozas para carnavales.

Lo sorprendente, cuenta, era la naturalidad con la que los pequeños se desenvolvían con herramientas reales, desde martillos hasta taladros, siempre bajo una estricta supervisión.

Un modelo diferente

Comparando con España, Juan destaca que en Alemania las Kitas tienen espacios abiertos y ratios más bajos: en su centro, por ejemplo, tres educadores atienden a 22 niños. Además de las competencias académicas básicas, se pone especial énfasis en la autonomía y en habilidades emocionales y sociales.

“Me gusta mucho que se centran en el desarrollo emocional y en las habilidades del día a día, como poner la mesa, resolver conflictos o ganar autonomía en general”, afirma.

Eso sí, también subraya que cada sistema tiene sus pros y sus contras, y que no se trata de idealizar a Alemania ni de menospreciar lo que se hace en España.

Sobre la posibilidad de aplicar este modelo en nuestro país, Arribas es claro: “El cambio debería darse desde arriba. No se puede aplicar esta metodología en un aula donde hay un solo profesor con 15 niños”.

Aunque la experiencia en Alemania ha sido enriquecedora, Juan no se plantea quedarse allí para siempre. “De momento seguiré en Alemania, aunque no por mucho más. Ha sido una buena experiencia, pero no lo veo como país para quedarme. Tampoco me veo volviendo a España, porque sería volver a estar de sustituto y con un sueldo que no da para vivir”, reflexiona.

Su horizonte, por ahora, sigue abierto: quizá el sur de Alemania, quizá Dublín.

Después de todo lo vivido, su mensaje para otros profesionales de la educación es directo: “Que lo hagan. Es mucho más fácil de lo que puede parecer al principio y a nivel personal es súper enriquecedor. Además, ningún camino es de dirección única: siempre se puede volver”.