Aunque parezca lo contrario, el Senado brilló el lunes como una estrella rutilante cuando acogió en su más artístico Salón, el de Pasos Perdidos, la entrega de premios taurinos de la Asociación Taurina Parlamentaria.

Ello fue así, con intervenciones de políticos del primer nivel nacional, como Carmen Calvo, Pio García-Escudero y Javier Arenas, o del autonómico, como el vasco Eneko Andueza.

Todos, de forma unánime, manifestaron su pasión por la Tauromaquia y mostraron su absoluta sintonía con la misma. Y no solo eso, coincidieron plenamente con las entidades premiadas como Canal Plus y la Real Maestranza de Sevilla y con un intelectual como el escritor Fernando Sanchez Dragó, amén del maestro Paco Ojeda.

Ante todo ello, yo me pregunto y les pregunto, ¿no sería esto un ejemplo a seguir en nuestra vida política y parlamentaria, aunque parezca, y lo es, una utopía?

Oyendo a estos primeros espadas de la política hablar con esa pasión y contundencia, pero sin apartarse un ápice de la exaltación de los valores de la Tauromaquia con reflexiones no sólo atinadas sino constructivas, para su análisis y mejor conocimiento, pensaba ¿qué pasaría si esto se aplicara a otros ámbitos en los que intervienen los mismos actores?

Y es que, en el Senado, sede de la soberanía nacional, en un acto en el que se dijeron tantas cosas importantes, se vio que, cuando se quiere y se ama algo de verdad, las coincidencias son fáciles y fructíferas. Por ello, no digamos si eso que se ama y se quiere es nada menos que una misma patria y lo mejor para ella. ¿No serían entonces más necesarias y urgentes las coincidencias?

Se dirá que quien torea ese toro, que no es otro que el enemigo común, puede empitonarte mortalmente. Pues, como en las corridas, que cada uno toree el suyo que le haya tocado, pero que respete la suerte del compañero e, incluso, que le haga un quite si le hace falta o está en peligro.

En fin, la sesión o el acto dio para muchas reflexiones y, por ejemplo, Carmen Calvo puso la guinda cuando dijo, refiriéndose a Albendea, uno de los homenajeados a título póstumo, que ella como ministra socialista de Cultura y él como portavoz popular, debatían con respeto y seguían siendo tan amigos y, no solo eso, “se querían”. Algo inaudito con lo que está pasando ahora.