El presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, el de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en una imagen de archivo.

El presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, el de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en una imagen de archivo. ICAL

Región

La mayoría aplastante del PP en Andalucía demuestra que el pacto con Vox en Castilla y León solo es la dolorosa excepción

El presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, sigue siendo el único líder autonómico que se ha visto obligado a incluir a la formación de Abascal en su Gobierno

20 junio, 2022 10:50

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La noche electoral de este domingo en Andalucía ha superado las expectativas de los más optimistas pronósticos del Partido Popular. Para Juan Manuel Moreno, acercarse a la mayoría absoluta y rondar los 50 escaños ya hubiera constituido un absoluto triunfo, en un contexto de división de la derecha y auge a nivel nacional de su competidor en ese espacio: Vox. Finalmente, Moreno ha logrado 58 asientos, una mayoría absoluta inusual en el contexto político actual tan solo cuentan con ella el PP en Galicia y el PSOE en Extremadura y Castilla-La Mancha y su objetivo principal: no depender de Vox para gobernar. De este modo, el pacto entre ambas formaciones en Castilla y León continúa siendo la excepción en España.

Las elucubraciones sobre si Moreno se vería obligado a pactar con Macarena Olona, la flamante candidata de Vox, fueron la tónica dominante durante toda la campaña y la precampaña de los comicios andaluces. Con el foco puesto en Castilla y León, las formaciones de izquierda empezaron la carrera electoral dando por segura su derrota y limitándose a marcar su posición con respecto a una posible abstención o apoyo a Moreno para evitar que incorporase a Vox a su Ejecutivo. Olona también centró su campaña en exponer las exigencias que haría a Moreno para apoyarle, entre ellas la de convertirse en vicepresidenta de la Junta, emulando a Juan García-Gallardo en Castilla y León, que estuvo presente en varios actos electorales de la candidata.

Finalmente, los resultados que arrojó la noche electoral de este domingo diluyeron las semejanzas entre el caso castellanoleónes y el andaluz y los peores vaticinios del presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, se vieron cumplidos. El principal valedor de la primera entrada de Vox en un Gobierno era el más interesado en que esta incómoda situación se repitiera en Andalucía, para que los focos mediáticos se trasladasen de Valladolid a Sevilla. No ha sido así y comienzan a vislumbrarse dos almas diferenciadase en el seno de los populares: la de Mañueco y la líder madrileña, Isabel Díaz Ayuso, dependientes de Vox para gobernar especialmente el primero y la del PP de Galicia, comandado ahora por Alfonso Rueda tras el aterrizaje en Génova de Alberto Núñez Feijóo, y el de Andalucía que, basándose en un discurso moderado e identitario de sus respectivas regiones han logrado sendas mayorías absolutas.

En la misma noche del domingo, Feijóo santificaba la victoria de Moreno como la ratificación de que su giro al centro y su alejamiento de Vox eran la clave para reagrupar a los electores del centroderecha en torno a las siglas del PP. "Gracias a los andaluces y felicidades por haber elegido al mejor presidente. Y a todos los españoles, porque hoy gana la política seria, estable, responsable y moderada que este país necesita", aseguraba el presidente del PP en una publicación en su cuenta de Twitter. Un duro golpe para un Mañueco que se ha convertido en una anomalía dentro del nuevo PP de Feijóo y en un elemento incómodo en la estrategia de moderación que el gallego pretende proyectar para impulsarse de cara a las próximas generales que, como tarde, se celebrarán a principios de 2024.

El PP andaluz arrasa, el PPCyL quedó lejos de la mayoría

La diametral diferencia entre el desempeño electoral del PP en Andalucía este domingo y en Castilla y León hace cuatro meses es que, en el caso andaluz, la formación ha logrado su mejor resultado histórico en esa región mientras que en la Comunidad fue el peor, aunque consiguiera gobernar. Los 58 escaños de Juan Manuel Moreno, apoyados en 1.582.412 votos, demuestran que el presidente andaluz ha sabido venderse como el voto útil y hacer gala de su experiencia de gestión tras cuatro años de Gobierno.

Moreno ha absorbido por completo el apoyo que obtuvo Ciudadanos en los últimos comicios de 2018 y no solo eso: ha logrado un importante trasvase de votos de socialistas que han preferido que el PP tuviera una amplia mayoría y no dependiera de Vox, dando por sentada la derrota del PSOE desde un inicio. El presidente andaluz ha logrado llevar a cabo una campaña transversal y moderada, muy centrada en los símbolos propios de Andalucía –emulando el discurso identitario gallego que tan bien ha funcionado a su líder Feijóo– y que ha superado todas las expectativas para los populares.

En Castilla y León la situación fue radicalmente distinta. El PP creció dos escaños, de 29 a 31, con respecto a la anterior cita electoral pero sufrió un descenso en votos hasta el 31,4% de los sufragios, el peor porcentaje histórico de apoyos de los populares en la región. La campaña de los populares no logró convencer a los indecisos, en mitad del debilitamiento del liderazgo de un Pablo Casado que no supuso un refuerzo claro para Mañueco en los actos en los que apareció. Además, la estrategia de Moreno de aferrarse a los símbolos de la Comunidad hubiera sido inútil en una de los regiones con menor sentimiento identitario de España y presumir de experiencia de gestión tampoco resultó útil para Mañueco con una pandemia de la covid-19 aún coleando, en la que los consejeros de Ciudadanos en su anterior Ejecutivo de coalición llevaron la voz cantante.

El presidente de la Junta, finalmente, se vio obligado a echarse en brazos de Vox para lograr mantener el cargo y el pasado 10 de marzo se rubricó el primer acuerdo que daba entrada a la formación de Santiago Abascal en un Ejecutivo con nada menos que la vicepresidencia, tres consejerías y la presidencia de las Cortes. Desde ese momento, las tensiones entre ambos socios de Gobierno han sido evidentes, la última de ellas a cuenta del supuesto recorte de un 50% de las subvenciones a sindicatos y patronal, anunciada la semana pasada por García-Gallardo mientras Mañueco aseguraba a los sindicatos que se trataba "de una iniciativa en exclusiva de Vox" y que no había sido aprobada. Un juego de equilibrios entre las dos almas del Ejecutivo que el presidente andaluz se ha ahorrado tras su abrumadora mayoría. 

Vox no cumple las expectativas

Vox, que afrontaba estas elecciones autonómicas con el impulso de su éxito electoral y negociador en Castilla y León, no ha cumplido las expectativas. Los de Macarena Olona esperaban lograr al menos 20 escaños y ser determinantes en la configuración del nuevo Gobierno, entrando a formar parte del mismo, para consagrar su momento dulce de cara a las próximas generales. Finalmente, sus resultados han sido muy similares a los de los últimos comicios andaluces, los primeros en los que irrumpieron, y han pasado de 12 a solo 14 escaños. 

Unos modestos resultados que suponen un fracaso aún mayor tratándose de uno de los territorios que el partido consideraba abonado para su discurso, tras cuatro décadas de hegemonía socialista y casos de corrupción, con un alto desempleo y con zonas con elevados porcentajes de inmigración. Con todo, a pesar del éxito arrollador de Moreno y el PP, Vox ha resistido electoralmente al envite del popular, que si que ha absorbido por completo a Ciudadanos, lo cual demuestra que el partido de Abascal tiene un voto más fiel que los volubles apoyos de la formación liberal. Está por ver si esta tendencia de estancamiento del partido y este freno a su auge continúa en las próximas citas electorales o si es fruto exclusivamente del contexto andaluz y de la proyección de Moreno y su gestión en esa comunidad.

Una izquierda débil y el último bastión de Ciudadanos

La situación de la oposición progresista en Andalucía es muy similar a la que sufre en Castilla y León, con la excepción de que las fuerzas de la izquierda alternativa en esa región son más fuertes, a pesar de su división. El PSOE, histórica fuerza hegemónica de Andalucía desde 1978 hasta 2018, cuenta en la actualidad con un menor porcentaje de voto en tierras andaluzas que en el feudo popular de Castilla y León. En estos comicios, la candidatura de Juan Espadas ha logrado un 24% de los sufragios mientras que la de Luis Tudanca en la Comunidad consiguió un 30%. Un duro golpe para los socialistas en una tierra que ha sido santo y seña para sus intereses electorales y que, de repetirse en las próximas generales, podría poner en serio peligro la continuidad del Gobierno central de Pedro Sánchez. 

La izquierda alternativa, cuya representación en Castilla y León se limita al solitario escaño de Pablo Fernández, de Unidas Podemos, en Andalucía ha logrado siete asientos, lejos de los 17 de la cita electoral de 2018. Una resistencia basada en la histórica implantación de Izquierda Unida en esa región y en la bandera andalucista que estas fuerzas enarbolan, un sentimiento identitario inexistente en la Comunidad. La disgregación de Adelante Andalucía –la candidatura unitaria que se presentó en aquella ocasión, secundada por un todavía fuerte Podemos– ha hecho que el recuento electoral penalizase a Por Andalucía –la coalición de Podemos, Izquierda Unida y Más País– que ha logrado cinco asientos, y a Adelante Andalucía, la candidatura dirigida por Teresa Rodríguez y basada en el soberanismo andaluz que ha conseguido dos escaños. 

Ciudadanos ha sufrido un varapalo aún más duro si cabe en tierras andaluzas que el que sufrió en Castilla y León, golpeado por la inercia perdedora de la formación desde que pasó de 57 a 10 escaños en las elecciones generales de noviembre de 2019. La formación, que llevaba compartiendo el Gobierno andaluz –primero con el PSOE y luego con el PP– desde 2015, ha pasado de 21 escaños a cero, desapareciendo del Parlamento de Andalucía. En Castilla y León, el exvicepresidente Francisco Igea mantuvo a última hora del recuento su escaño y se ha convertido en el azote dialéctico del nuevo Gobierno entre PP y Vox, aunque su influencia en la práctica legislativa es muy limitada.

El pacto de Castilla y León, excepción no deseada por el PP

El pacto entre PP y Vox en Castilla y León, incómodo para Feijóo y estigmatizado a nivel mediático desde su conformación, ha incrementado su imagen de rara avis tras los resultados de la noche electoral en Andalucía de este domingo. El eje Galicia-Andalucía ya se anticipaba dominante en el partido después de la configuración del nuevo Comité Ejecutivo Nacional, en el que el gallego priorizó a ambas secciones del partido y relegó a un segundo plano a la de Castilla y León y a la madrileña, las dos más proclives a llegar a acuerdos con los de Abascal. Una tendencia que se verá potenciada tras los resultados de este fin de semana. 

Con la vista puesta en la próxima cita electoral, las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023, el modelo que intentará proyectar Feijóo será el moderado y ganador que ha logrado sendas mayorías absolutas en Galicia y Andalucía, y no el acuerdo con Vox en Castilla y León, incómodo para los populares. La situación es delicada para Mañueco y no es descartable que contemple la posibilidad de anticipar elecciones para que los comicios de Castilla y León vuelvan a unirse con los del resto de comunidades autónomas en mayo de 2023, como ha sido tradición. Algo cada vez más probable por las tensiones internas entre las dos fuerzas que componen el Ejecutivo autonómico y tras unos resultados en Andalucía que han convertido el pacto del PP con Vox en Castilla y León en la dolorosa excepción para los populares.