Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, en el desfile del 12 de octubre de 2022.

Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, en el desfile del 12 de octubre de 2022. EFE

Opinión

Un divorcio de derechas

"PP y Vox mantuvieron una etapa de ficticia reconciliación, pura pamema, mero paripé. Tras las últimas elecciones autonómicas y municipales, los dos partidos compartieron casa y techo, pero no lecho. No existió el amor"

Publicada

‘Un divorcio de derechas’ podría haber sido el título de una película setentera, anunciada a bombo y platillo en los cartelones del cinema Capitol de la Gran Vía madrileña. Por supuesto, bajo la dirección de Mariano Ozores y en el reparto Antonio Garisa, Rafaela Aparicio y Gracita Morales.

Pero no, los sucesos distan muy mucho de ser una historieta de risas a gogó. La comedieta no es tal, sino un drama. En el año 2012, la derecha política española, que con tanto afán había conseguido aglutinar Fraga con su concepto de la 'mayoría natural', se divorció sin acuerdo y con enemistad manifiesta.

El divorcio de las derechas fracturó al electorado entre Partido Popular y Vox. La ruptura comenzó como drama, pero hay quien desea que finalice en tragedia. Sánchez quiere engordar a Vox para destruir al PP y así aniquilar su más realista alternativa de gobierno. Lo paradójico es que Abascal desea ante todo y sobre todo la demolición del Partido Popular. Don Santiago y don Pedro unidos en un mismo apostolado. Sin compasión evangélica.

PP y Vox mantuvieron una etapa de ficticia reconciliación, pura pamema, mero paripé. Tras las últimas elecciones autonómicas y municipales, los dos partidos compartieron casa y techo, pero no lecho. No existió el amor. Abascal, con un sonoro portazo, hizo caer los gobiernos de coalición con los populares.

En Castilla y León, Juan García-Gallardo hizo cacharros con Fernández Mañueco. El vicepresidente García-Gallardo, de línea dura y verbo destemplado, perdió pan y perdió perro. Abandonó la política en una 'espantá' digna de Rafael de Paula, pero sin el embrujo de un quite por chicuelinas.

El Partido Popular ha cometido graves errores que engendraron a Vox. El nacimiento de Vox no es azar, ni baladí. Una parte no desdeñable de la derecha política española se sintió traicionada por el gobierno de Mariano Rajoy, que condujo los destinos de España con tibieza ideológica.

No se conmovió por la ley de 'Desmemoria' Histórica de Rodríguez Zapatero. La gestión de la crisis independentista de Cataluña fracasó. Su delegación en la vicepresidenta Soraya Saénz de Santamaría resultó un evidente fiasco. El independentismo se atrincheró, sin rendir la fortaleza de la 'Catalunya lliure'. Puigdemont se fugó. Para colmo, la corrupción mangoneada por algunos miembros de su partido campó a sus anchas.

Con el Partido Popular en sus manos, la vallisoletana fracturó la formación en dos con heridas cruentas y 'cadáveres' por doquier. Rajoy pareció impasible, sin fruncir el ceño como si fuera un 'moái' de la isla de Pascua. Una meiga lo convirtió en un bolso recostado en su escaño de las Cortes.

Casado fue estrella fugaz como lluvia de las Perseidas. De la mágica Galicia desembarcó Feijóo, mirlo blanco para sacar al Partido Popular del atolladero. En las últimas elecciones autonómicas y municipales cometió uno de los grandes errores de la historia de su partido. Con apresuramiento y sin análisis, permitió consumar pactos autonómicos y municipales con Vox. Sirvió en bandeja de plata un pretexto para la supervivencia del sanchismo. En las elecciones generales el PSOE demonizó a Vox y los demontres también quemaron como una tea la estrategia electoral del Partido Popular, que se quedó corto en diputados para una mayoría parlamentaria.

Fraga aglutinó a toda la derecha, desde la más ultraconservadora a la moderada. No logró conquistar al electorado centrista. Su pasado como antiguo ministro del franquismo pesaba como el plomo. Tendría que llegar José María Aznar para romper el mítico `techo´ de Fraga y guiar a los populares a la tierra prometida del gobierno de España.

Ahora, los augures de las encuestas barruntan un notable crecimiento electoral de Vox. O Feijóo aprieta las clavijas al sanchismo o puede sufrir el destino de los gaullistas franceses, hoy fagocitados por los ultraderechistas de Marine Le Pen. Vox ha retado a duelo al PP. Lo perverso de las tragedias es que a veces mueren todos.