Álvaro García Ortiz, todavía fiscal general del Estado, está imputado ante el Tribunal Supremo por la presunta comisión de un delito de revelación de secretos. Pero, a pesar de ello, ha intervenido como tal en el acto de inauguración del Año Judicial, presidido por el Rey como Jefe del Estado, y ello en contra de las peticiones de diversas instancias jurídicas de que no lo hiciera.
Los detalles del acto han sido ampliamente comentados y difundidos y más aún la intervención de la presidenta del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, que ha respondido enérgicamente a las afirmaciones del presidente del Gobierno de la existencia de jueces que hacen política investigando casos de presunta corrupción que afectan a su esposa y a su hermano y a exaltos cargos socialistas. Y, por supuesto, a “su” Fiscal General, que él defiende a capa y espada, considerándolo totalmente inocente. Una afirmación que se contradice con su exigencia de independencia de los poderes constitucionales.
Quizás, a mi juicio, Isabel Roselló ha hecho la afirmación más profunda e importante cuando ha dicho que la independencia judicial no es solo un derecho de los jueces, sino también y sobre todo un derecho de los ciudadanos. Ello viene a confirmar que la justicia se administra en nombre del pueblo, como debe ser en una democracia como es la nuestra.
Quizás todo este proceso que se sigue al fiscal general del Estado sea una prueba de que esto es así y salvo el Rey, que es constitucionalmente inviolable, todos somos iguales ante la ley. Por consiguiente, el embrollo que tan directamente afecta al hijo de Lumbrales, es una prueba evidente de que los jueces actúan por sí mismos sin recibir órdenes de nadie.
Por cierto, el citado pueblo, situado en el pintoresco y bello paraje de Los Arribes del Duero con el río Camaces de afluente, bien merece una visita, al margen de episodios como el que estamos comentando, ya que Álvaro García Ortiz es hijo de Lumbrales, tiene allí casa familiar y va con frecuencia. Es de la familia de “los Confiteros”. Su padre era industrial del pueblo con varios negocios, distribuidor del butano, venta de electrodomésticos, etc… Su madre es hija del antiguo médico del pueblo don Evelio. Información que me ha facilitado José Ramón Cid, que, como buen antropólogo, conoce bien la raigambre de nuestras gentes
En fin, como se ve, este episodio tan llamativo tiene sus raíces lumbralenses en este pintoresco pueblo salmantino que se ha puesto de actualidad. Ya veremos en que acaba todo.